jueves, 23 de enero de 2020

Extracto de Sauce ciego, mujer dormida de Haruki Murakami





—A las tres de la madrugada, a todo el mundo le vienen a la cabeza muchas
cosas. Pensamos en esto y en lo de más allá. A todos nos ocurre lo mismo. Y
todos debemos encontrar nuestro propio método para evitarlo.
—Sí, tal vez —admití.
—A las tres de la mañana, también los animales piensan, ¿sabes? —me lo
dijo como si se le hubiera ocurrido de repente—. ¿Has ido alguna vez al zoo a
medianoche?
—No —le respondí distraído—. No,claro que no.
—Yo fui una vez. Conozco a un hombre que trabaja en el zoológico y, una vez que tenía turno de noche, le insistí mucho para que me llevara. Es que no se puede, ¿sabes? —dijo él agitando el vaso—. Fue una experiencia realmente extraña. Es imposible
explicarlo con palabras, pero me dio la sensación de que la tierra se abría en silencio y de que algo salía reptando de su interior. Y que esa cosa invisible que se había escurrido hacia fuera vagaba libremente por la oscuridad de la noche.
Era algo parecido a una masa de aire helado. Yo no lo veía. Pero los animales
lo sentían. Y yo sentía lo que los animales sentían. Porque, en definitiva, la faz de la tierra que nosotros pisamos conduce al mismo centro del globo terráqueo, y éste, a su vez, ha absorbido una cantidad asombrosa de tiempo.
Yo permanecía en silencio.
—No pienso volver jamás a un zoológico a medianoche.
—¿Es mejor con los tifones?
—Sí —dijo—. Muchísimo mejor

domingo, 19 de enero de 2020

"Los tres príncipes de Serendip" un cuento anonimo persa




El discípulo miró al maestro en la profundidad de la tarde.

- "Maestro, ¿es bueno para el sabio demostrar su inteligencia?"

- "A veces puede ser bueno y honorable permitir que los hombres te rindan honores."

- “¿Sólo a veces?”

- “Otras puede acarrearle al sabio multitud de desgracias. Eso es lo que les sucedió a los tres Príncipes de Serendip, que utilizaron distraídamente su inteligencia. Habían sido educados por su padre, que era arquitecto del gran Shá de Persia, con los mejores profesores, y ahora se encaminaban en un viaje hacia la India para servir al Gran Mogol, del que habían oído su gran aprecio por el Islam y la sabiduría. Sin embargo, tuvieron un percance en su camino.”

- “¿Qué les pasó?”

- “Una tarde como esta, caminaban rumbo a la ciudad de Kandahar, cuando uno de ellos afirmó al ver unas huellas en el camino: “Por aquí ha pasado un camello tuerto del ojo derecho".

- “¿Cómo pudo adivinar semejante cosa con tanta exactitud?”

- “Había observado que la hierba de la parte derecha del camino, la que daba al río, y por tanto la más atractiva, estaba intacta, mientras la de la parte izquierda, la que daba al monte y estaba más seca, estaba consumida. El camello no veía la hierba del río.”

- “¿Y los otros príncipes?”

- “El segundo, que era más sabio, dijo: “le falta un diente al camello.”

- “¿Cómo podía saberlo?”

- “La hierba arrancada mostraba pequeñas cantidades masticadas y abandonadas.”

- “¿Y el tercero?”

- “Era mucho más joven, pero aun más perspicaz, y, como es natural, en los hijos pequeños, más radical, al estar menos seguro de sí mismo. Dijo: “el camello está cojo de una de las dos patas de atrás. La izquierda, seguro"

- “¿Cómo lo sabía?”

- “Las huellas eran más débiles en este lado.”

- “¿Y ahí acabaron las averiguaciones?”

- “No. El mayor, picado en esta competencia, afirmó: “por mi puesto de Arquitecto Mayor del Reino que este camello llevaba una carga de mantequilla y miel.”

- “Pero, eso es imposible de adivinar.”

- “Se había fijado en que en un borde del camino había un grupo de hormigas que comía en un lado, y en el otro se había concentrado un verdadero enjambre de abejas, moscas y avispas.”

- “Se trata de un difícil reto para los otros dos hermanos.”

- “El segundo hermano bajó de su montura y avanzó unos pasos. Era el más mujeriego del grupo por lo que no es extraño que afirmara: "En el camello iba montada una mujer". Y se puso rojo de excitación al pensar en el pequeño y grácil cuerpo de la joven, porque hacía días que habían salido de la ciudad de Djem y no habían visto ninguna mujer aún.”

- “¿Cómo pudo saberlo?”

- “Se había fijado en unas pequeñas huellas de pies sobre el barro del costado del río.”

- “¿Por qué había bajado? ¿Tenía sed?”

- “El tercer hermano, absolutamente herido en su orgullo de adolescente por la inteligencia de los dos mayores, afirmó: "Es una mujer que se encuentra embarazada, hermano. Tendrás que esperar un tiempo para cumplir tus deseos".

- “Eso es aún más difícil de saber.”

- “Se había percatado que en un lado de la pendiente había orinado pero se había tenido que apoyar con sus dos manos porque le pesaba el cuerpo al agacharse.”

- “Los tres hermanos eran muy listos.”

- “Sin embargo, su sabiduría les trajo muchas desgracias.”

- “¿Por qué?”

- “Por su soberbia de jóvenes. Al acercarse a la ciudad, contemplaron un mercader que gritaba enloquecido. Había desaparecido uno de sus camellos y una de sus mujeres. Aunque estaba más triste por la pérdida de la carga que llevaba su animal, y echaba la culpa a su joven esposa que también había desaparecido.”

- “¿Era tuerto tu camello del ojo derecho?”, le dijo el hermano mayor.

- “Sí”, le dijo el mercader intrigado.

- “¿Le faltaba algún diente?”

- “Era un poco viejo”, dijo rezongando, “ y se había peleado con un camello más joven.”

- “¿Estaba cojo de la pata izquierda trasera?”

- “Creo que sí, se le había clavado la punta de una estaca.”

- “Llevaba una carga de miel y mantequilla.”

- “Una preciosa carga, sí.”

- “Y una mujer.”

- “Muy descuidada por cierto, mi esposa.”

- “Qué estaba embarazada.”

- “Por eso se retrasaba continuamente con sus cosas. Y yo, pobre de mí, la dejé atrás un momento. ¿Dónde los habéis visto?”

- “No hemos visto jamás a tu camello ni a tu mujer”, buen hombre, le dijeron los tres príncipes riéndose alegremente.

El discípulo también rió.

- “Eran muy sabios.”

- “Sí, pero el buen mercader estaba muy irritado. Cuando los vecinos del mercado le dijeron que habían visto tres salteadores tras su camello y su mujer, los denunció.”

- “¡Pero, ellos tenían razón!”

- “Los perdió su soberbia juvenil. Habían señalado todas esas características del camello con tanta exactitud que ninguno les creyó cuando afirmaron no haber visto jamás al camello. Y se habían reído del mercader, había muchos testigos. Fueron llevados a la cárcel y condenados a muerte ya que en Kandahar el robo de camellos es el peor delito, más que el rapto de esposas.”

- “¡Qué triste destino para los sabios!”

- “La cosa no acabó tan mal. La esposa se había escapado, y pudo llegar antes de que los desventaran en la plaza pública, como era costumbre para castigar a los ladrones de camellos. El poderoso Emir de Kandahar se divirtió bastante con la historia y nombró ministros a los tres príncipes. Por cierto, que el segundo hermano se casó con la muchacha, que estaba bastante harta del mercader.”

- “La sabiduría tiene su premio.”

- “La casualidad los salvó y aprendieron a ser mucho más prudentes a la hora de manifestar su inteligencia ante los demás.”


sábado, 4 de enero de 2020

Parrafos del "El cisne negro" de Nassim Nicholas Taleb






Antes del descubrimiento de Australia, en el Viejo Mundo se creía que todos los cisnes eran blancos. Parecía una creencia irrefutable. Pero, entonces, se vio que en Australia los cisnes también podían ser negros.
Este hecho ilustra una grave limitación del aprendizaje que se hace desde la observación o la experiencia, así como la fragilidad de nuestro conocimiento. Una sola observación es capaz de invalidar una afirmación generalizada. Todo lo que se necesita es una sola ave negra.
El Cisne Negro es un suceso que se caracteriza por los siguientes atributos:
1.      Es una rareza, porque está fuera de las expectativas normales;
2.      produce un impacto tremendo;
3.      pese a su condición de rareza, la naturaleza humana hace que inventemos explicaciones de su existencia después del hecho, con lo que, erróneamente, se hace explicable y predecible.
Una pequeña cantidad de Cisnes Negros está en el origen de casi todo lo concerniente a nuestro mundo, desde el éxito de las ideas y las religiones, hasta la dinámica de los acontecimientos históricos y los elementos de nuestra propia vida personal.
Sucesos como el ascenso de Hitler y la posterior Guerra Mundial, la desaparición del bloque soviético, la aparición del fundamentalismo islámico, los efectos de la difusión de internet, las crisis económicas, las epidemias, la moda, las ideas... todos siguen la dinámica del Cisne Negro. La incapacidad de predecir las rarezas implica la incapacidad de predecir el curso de la historia, dada la incidencia de estos sucesos en la dinámica de los acontecimientos.
Y es que la historia es opaca. Se ve lo que aparece, no el guion que produce los sucesos, el generador de la historia. Nuestra forma de captar estos sucesos es en buena medida incompleta, ya que no vemos qué hay dentro de la caja, cómo funcionan los mecanismos.
Lo anterior se debe al error de la confirmación: pensamos que el mundo en que vivimos es más comprensible, más explicable y, por consiguiente, más predecible de lo que en realidad es. Nos centramos en segmentos preseleccionados de lo visto y, a partir de ahí, generalizamos en lo no visto.
Nuestra mente es una magnífica máquina de explicación, capaz de dar sentido a casi todo, hábil para ensartar explicaciones para todo tipo de fenómenos, y generalmente incapaz de aceptar la idea de la impredecibilidad. El análisis aplicado y minucioso del pasado no nos dice gran cosa sobre el espíritu de la historia; solo nos crea la ilusión de que la comprendemos. Se diría que las personas que vivieron los inicios de la Segunda Guerra Mundial tuvieron el presentimiento de que se estaba produciendo algo de capital importancia. En absoluto.
Los sucesos se nos presentan de forma distorsionada. Pensemos en la naturaleza de la información: de los millones de pequeños hechos que acaecen antes de que se produzca un suceso, resulta que solo algunos serán después relevantes para nuestra comprensión de lo sucedido. Dado que nuestra memoria es limitada y está filtrada, tenderemos a recordar aquellos datos que posteriormente coincidan con los hechos.
No obstante, actuamos como si fuéramos capaces de predecir los hechos o cambiar el curso de la historia. Hacemos proyecciones a treinta años vista del déficit de la seguridad social y de los precios del petróleo, sin darnos cuenta de que no podemos prever unos y otros ni siquiera de aquí al verano que viene. Sin embargo, lo sorprendente no es la magnitud de nuestros errores de predicción, sino la falta de conciencia que tenemos de ellos.
Nuestra incapacidad para predecir en entornos sometidos al Cisne Negro, unida a una falta general de conciencia de este estado de las cosas, significa que determinados profesionales, aunque creen que son expertos, de hecho no lo son. Resulta que no saben sobre la materia de su oficio más que la población en general, solo que saben contarlo mejor y aturdirnos con sus complejos modelos matemáticos.
Es fácil darse cuenta también de que la vida es el efecto acumulativo de un puñado de impactos importantes. Hagamos el siguiente ejercicio. Pensemos en nuestra propia existencia. Contemos los sucesos importantes, los cambios tecnológicos y los inventos que han tenido lugar en nuestro entorno desde que nacimos, y comparémoslos con lo que se esperaba antes de su aparición. ¿Cuántos se produjeron siguiendo un programa? Fijémonos en nuestra propia vida, en la elección de una profesión, por ejemplo, o en cuando conocimos a nuestra pareja, o en el enriquecimiento o el empobrecimiento súbitos. ¿Con qué frecuencia ocurrió todo esto según un plan preestablecido…?
La lógica del Cisne Negro hace que lo que no sabemos sea más importante que lo que sabemos. Tengamos en cuenta que muchos Cisnes Negros pueden estar causados y exacerbados por el hecho de ser inesperados.
Dado que los Cisnes Negros son impredecibles, tenemos que amoldarnos a su existencia. Hay muchas cosas que podemos hacer si nos centramos en lo que no sabemos. Podemos dedicarnos a buscar Cisnes Negros positivos con el método de la serendipia, llevando al máximo nuestra exposición a ellos. En algunos ámbitos (descubrimientos científicos, inversiones de capital), lo desconocido puede ofrecer una compensación desproporcionada, ya que se suele perder poco y ganar mucho de un suceso raro. Contrariamente a lo que se piensa en el ámbito de la ciencia social, casi ningún descubrimiento ni ninguna tecnología destacable surgieron del diseño y la planificación, sino que fueron Cisnes Negros. La estrategia de los descubridores y emprendedores es confiar menos en la planificación, centrarse al máximo en reconocer las oportunidades cuando se presentan y juguetear con ellas.


viernes, 27 de diciembre de 2019

Dunya Mikhail (Bagdad, 1965)





La diosa y las cosas

Ahora que te dispones a morir
permite que me presente.
Soy la diosa de las cosas,
soy el dinero que tanto buscaste,
los títulos, la gloria, las lentillas,
los libros, las lozas de tu casa,
los documentos de identidad,
la brújula, la maleta de cuero,
los muebles de caoba, el ordenador,
el cuaderno del diario, la vela apagada,
los paraguas, los alfileres, las vajillas,
las joyas, los calcetines, todo.

Soy la diosa de las cosas materiales,
que te acompaña, ahora,
en la hora de tu muerte.



fuente Arquitrave 2008

miércoles, 25 de diciembre de 2019

Adnan al-sayegh (Iraq ,Kufa, 1955)




Variedades

Me pongo delante del espejo
 para ver mi soledad.
 ...

Detrás de los pasos que ascienden al trono
 la sangre gotea en las escaleras.
... 
Aún cuando ha ido por todos los rincones del mundo
nunca ha llegado hasta sí mismo.
 ....
Cada vez que suspiro
recuerdo cuantas cosas tengo que sacar de mi vida.

























La única vez que pensé besarte
tus labios me dijeron adiós.

Alberto Guirri (Buenos Aires, 1919 - 1991)








Epistola a Hieronymus Bosch


Qué bien supiste
cuanto nosotros, hijo de ira,
no comprendimos,
el principio del mal
deformador de nuestra materia,
mal material que examinaste
como quien apila cuerpos
y con frías incisiones
extrae de sus cabezas la locura,
y de sus organismos
la confusión de los tres reinos:
árboles con rostros,
piedras que también son plantas,
metales animados, venenosos,
el insecto cabalgando al pájaro,
el pájaro afilando su cuchillo;
pues de eso hablaste y gritaste
y bajo formas de visión
establecías que juntos propiamente
componemos un solo cuerpo,
privados del gran beneficio,
sustraídos al amor de la semilla
que cayó en el suelo y murió
para no perderse, perdernos.
Mas siempre el hombre,
yo, cualquiera, tú mismo,
el hombre y su desnudez
correteando atontado
por jardines de delicias
y planicies infernales
y detrás y arriba
del carro de heno del mundo
en el que cada cual arrebata lo que puede;
su desnudez, no el sexo,
añorando la totalidad de la desnudez,
la primitiva unidad hermafrodita,
el completo ser adán-eva.

Vagabundo de lo extraño,
mano que aspiró a ser conciencia,
que la oración de tu oficio
haya subido derecha
como un perfume.


domingo, 22 de diciembre de 2019

David Shapiro (1947, Nueva Jersey)



The Funeral of Jan Palach

When I entered the first meditation
    I escaped the gravity of the object,
I experienced the emptiness,
    And I have been dead a long time.
When I had a voice you could call a voice,
    My mother wept to me:
My son, my beloved son,
    I never thought this possible
I’ll follow you on foot.
    Halfway in mud and slush the microphones picked up.
It was raining on the houses;
    It was snowing on the police-cars.
The astronauts were weeping,
    Going neither up nor out.
And my own mother was brave enough she looked
    And it was alright I was dead

El funeral de Jan Palach

Cuando entré en la primera meditación
    Escapé de la gravedad del objeto,
Experimenté el vacío,
    Y he estado muerto mucho tiempo.
Cuando tenía una voz, se podía llamar una voz,
    Mi madre me lloró:
Mi hijo, mi amado hijo,
    Nunca pensé que esto fuera posible.
Te seguiré a pie.
    A mitad de camino entre el barro y la nieve, los micrófonos se levantaron.
Estaba lloviendo sobre las casas;
    Estaba nevando en los coches de policía.
Los astronautas lloraban,
    No subiendo ni saliendo.
Y mi propia madre fue lo suficientemente valiente como para mirar
    Y estaba bien que estuviera muerto.