lunes, 30 de noviembre de 2015

Manuel Scorza (Lima 1928 ,Madrid 1983)




La casa vacia
Voy a la casa donde no viviremos
a mirar los muros que no se levantarán.
Paseo las estancias
y abro las ventanas
para que entre el Tiempo de Ayer envejecido.
¡Si vieras!
Entre las buganvillas
cansadamente juegan
los hijos que jamás tendremos.
Yo los miro. Ellos me miran.
Mi corazón humea.
Éste es el sitio
donde mi corazón humea.
Y a esta hora,
en el balcón, callada,
yo sé que tú también te mueres
y piensas en mí hasta ensangrentarte,
Yo también pienso en ti.
Óyeme donde estés:
por esta herida no sale sólo sangre:
me salgo yo.

domingo, 29 de noviembre de 2015

Robert Walser (Biel, Suiza, 1878 - Herisau, Suiza, 1956)




Más lejos

Quise quedarme quieto,
y me empujaron más,
pasé entre negros árboles,
y bajo aquellos árboles,
quise quedarme quieto,
y me empujaron más,
pasé por verdes prados,
y junto a su verdor,
quise quedarme quieto,
y me empujaron más,
pasé por casas pobres,
y en una de estas casas
quise quedarme quieto,
quedarme un rato largo
mirando su pobreza,
y cómo asciende al cielo
el humo de su lumbre.
Dije esto y me reí,
rió también el verde,
y el humo humeante,
y me empujaron más.

Traducción Carlos Ortega


Plus Loin

Je voulais m’arrêter,
ça m’emporta plus loin,
le long des arbres noirs,
et sous ces arbres noirs
je voulais vite m’arrêter,
ça m’emporta plus loin,
le long de prairies vertes,
au bord des prairies vertes
je voulais juste m’arrêter,
ça m’emporta plus loin,
vers de pauvres masures,
près d’une des masures
je voudrais pourtant m’arrêter,
regarder sa misère
et la lente fumée
qui monte vers le ciel, je voudrais
m’arrêter là, longtemps.
Je le dis, me mis à rire,
le vert des prés se mit à rire,
la fumée qui montait, fumignon, souriait
ça m’emporta plus loin.

Robert Walser, Au Bureau. Poèmes de 1909, traduction  al francés de Marion Graf, édition bilingue, Eaux-fortes de Karl Walser, pp. 58 et 59


Weiter

Ich wollte stehen bleiben,
es trieb mich wieder weiter,
vorbei an schwarzen Bäumen
doch unter schwarzen Bäumen
wollt’ ich schnell stehen bleiben,
es trieb mich wieder weiter,
vorbei an grünen Wiesen,
doch an den grünen Wiesen
wollt' ich nur stehen bleiben,
es trieb mich wieder weiter,
vorbei an armen Häuschen,
bei einem dieser Häuschen
möcht' ich doch stehen bleiben,
betrachtend seine Armut,
und wie sein Rauch gemächlich
zum Himmel steigt, ich möchte
jetzt lange stehen bleiben.
Dies sagte ich und lachte,
das Grün der Wiesen lachte,
der Rauch stieg räuchlich lächelnd,
es trieb mich wieder weiter.


Enrique Butti (Argentina, Santa Fe, 1949)



Kavafis

El griego de Homero
resuena más firme
que esta lengua de exilio que pronuncio,
y Creta, Atenas, Bizancio
son más reales que esta
Alejandría de barrios malolientes.
Las estaciones del pasado
me son más familiares
que las dependencias del pequeño ministerio
en las que me pierdo cada mañana,
que el local del carnicero
o el portón del prostíbulo
que también lleva a mi casa,

Mis poesías,
las voces de Darío o Cesarión,
huelen
gotean sangre
y gimen de pasión,
mas cercanas a las confusas
noches en calles ahogadas por la canícula
que a la suave
lenta adormidera
de las hojas de los libros.

La erudición me ha servido
al menos para no sentirme
un bicho raro.
Los escritores que buscan vida
a menudo se entierran en las bibliotecas,
y los que anhelamos el recogimiento
somos arrebatados
cada noche en cada esquina
por el martirio de un placer distinto.

Dolores Etchecopar fragmentos de la entrevista de Rolando Revagliatti del blog http://eurasiahoy.com/




1 — La condición de diplomático de tu padre produjo, por así decir, que tu infancia y adolescencia transcurrieran en países de Latinoamérica y Europa. ¿Compartirías con nosotros aquel “itinerario” y en él tu transcurrir?
          DE — No quisiera armar una cronología estática porque rehúyo vivir en un tiempo fechado. Pero sí puedo decir que a los dos años viajé a Estocolmo (Suecia) y los aproximadamente dos años vividos allí fueron de los más decisivos de mi vida. Guardo imágenes muy vívidas de la casa, la escalera, del crujido de sus pisos de madera, de Emma Brisa, una yugoslava que me cuidaba, de mi madre que escribía cuentos ilustrados por ella  —yo corría cada mañana a preguntarle cómo seguían—, de la nieve por la que me deslizaba con un trineo y del bosque que se veía desde la ventana. Cuando escribo procuro que las cosas lleguen a mis sentidos como lo hacían en esos días en que eran presencias que maravillaban, libres aún de los significados que opacan la percepción del mundo. Después vinieron años más oscuros. Pasábamos un tiempo en Buenos Aires y volvíamos a partir. Viví el desarraigo, las despedidas, la impronta de lo extraño. Poco recuerdo de mi estadía en Lima. El impacto de México sigue obrando en mí, Bogotá en mi pre-adolescencia también dejó rastros entrañables. Fue importante para mí vivir en otros países latinoamericanos, respiré sus atmósferas, otros colores y otra cadencia del idioma compartido, que también se trasladaron a mi poesía. A los 15 años estuve de nuevo en Europa, en Berna (Suiza) y de allí volví a la Argentina donde terminé la escuela secundaria. Luego volví a Suiza, pero esta vez sin mi familia, fui a estudiar filosofía en la Universidad de Ginebra. Me faltaba un año para terminar la carrera cuando volví a Buenos Aires, donde algunos poemas míos comenzaron a salir aquí y allá, en suplementos, revistas, etc.,  y publiqué mi primer libro.
           2 — Tu madre ilustraba sus cuentos y de vos se han reproducido en la Red dibujos a la tinta presentándote como artista visual. Sos la autora de la ilustración de tapa de tu “Canción del precipicio”, según advierto ahora en mi ejemplar. ¿Expusiste en muestras individuales o colectivas?
          DE — Sí, mi madre dibujaba y tejía tapices. Creo que ella me transmitió la poesía sin darse cuenta. Durante mucho tiempo pensé que la poesía me había llegado a través de la gran biblioteca de mi padre que era un lector hedonista y empedernido, pero actualmente intuyo que su transmisión vino por cauces más invisibles que tenían que ver con esa secreta concentración que mi madre dedicaba al dibujo y a los tapices. Y lo advertí al conectarme yo con el dibujo y la pintura, aunque en mi caso es una actividad marginal, puramente lúdica, no ocupa el lugar central que doy a la escritura. No sería serio de mi parte hacer muestras ni ningún gran movimiento hacia el mundo con mis dibujos y pinturas, dado que es algo a lo que no me dedico sino que lo practico esporádicamente por puro gusto, quizá una manera de continuar el secreto materno, mínimas puntadas en las tapas negras de los libros de hilos editora, como figuritas de un pequeño teatro de cartón.
3 — Tu padre, Máximo Etchecopar, además de haber publicado el poemario “Breve y varia lección”, entre otros volúmenes ensayísticos dio a conocer “Lugones o la veracidad”“Esquema de la Argentina”“Con mi generación”“El fin del Nuevo Mundo: sobre la independencia de los pueblos americanos” e “Historia de una afición a leer” (en la edición de Editorial Universitaria de Buenos Aires, se añade en la tapa: “Ortega, nuestro amigo”). Y el amigo mentado es el filósofo español José Ortega y Gasset, fallecido un año antes de que vos nacieras. Establezco así mi invitación, Dolores, a que nos hables de tu padre escritor y de lo que a vos te halla llegado de la amistad entre él y Ortega.
          DE —“Breve y varia lección” es un libro de aforismos. Mi padre era un lector fervoroso de poesía pero de su autoría solo editó prosa. Su amistad con Ortega y Gasset representó para él, creo yo, el encuentro más decisivo de su vida. Ortega distinguió la mirada de mi padre en medio de una multitud de personas que habían ido a escuchar una de sus conferencias, y a partir de allí empezó una amistad entrañable. Mi padre era muy joven por entonces, estaba más cerca de los 20 que de los 30 años; salir a caminar con Ortega todos los días que duró su estadía en Buenos Aires, fue una iniciación al pensamiento, a la manera de los discípulos de Sócrates que también pensaban conversando y caminando. En reiteradas oportunidades me volvía a contar la diferencia abismal que él había experimentado entre el acceso fulgurante, instantáneo, al fluir del pensamiento de Ortega, y el de otros intelectuales que tuvo ocasión de frecuentarFue un deslumbramiento para él que se prolongó  a lo largo de toda su vida,  hizo que  su propio pensamiento diera un giro radical hacia un pensamiento historicista. También Ortega, que era un filósofo que escribía con la elegancia de un literato, reunió en mi padre su afición por la literatura y por la filosofía.

“Notas salvajes”
“Notas salvajes”
      
                         8 — Algún indicio en Internet me dio a entender que conociste personalmente a la escritora uruguaya Marosa di Giorgio (1932-2004).
          DE — Cuando conocí a Marosa, en una lectura que hizo en Buenos Aires, la primera vez que vino, fue un antes y un después. Escucharla fue sentir que se abrían todas juntas las puertas de la poesía, era asistir al sueño despierto de una voz intemporal que se colaba por los poros de la lengua, sin barreras, sin censuras, pura eclosión de la inagotable infancia del lenguaje traída al centro de la escucha por la delicada fiereza hipnótica de Marosa, con quien me crucé pocas veces; me hubiera gustado ir a sus tertulias en la mítica confitería de Montevideo, pero no pudo ser. Apenas la frecuenté, después de los recitales, en algún bar donde ella se mantenía hierática y tersa. Me llegaron sus palabras en una postal cuando leyó un libro que le envié; era sumamente gentil e inasible fuera del círculo encantado de su voz.
9 — “La noche es el país de la poesía” afirmaste en un blog local, y “No hables tan rápido delante de la noche”sería el título de tu próximo libro, leí en otro. 
          DE — El título “No hables tan rápido delante de la noche” ya lo descarté porque me dijeron que un escritor español tiene un título muy parecido. Por ese motivo sigo buscando un nombre para el libro inédito que ya tengo casi listo para ser editado. Quizá lo haga a comienzos del año que viene. Se trata nuevamente de un libro de poemas.
Sigo pensando que la noche es el país de la poesía aunque desde hace unos años escribo más de mañana. Pero la noche sigue siendo ese tiempo de suspensión de los dispositivos del mundo, de las ocupaciones con que el día nos distrae. La noche no nos impone horarios ni tareas, la vigilia y el sueño juntan allí sus manos.
10 — Pasiones y entusiasmos. ¿Dirías que has ido pudiendo, en general, distinguirlos y entregarte a ellos acorde a la gravitación?
          DE — Sí, eso creo. Pasión y entusiasmo me depara la poesía, que también está en cierto cine, en cierto teatro, en algunos cuadros y esculturas, en cierta danza, en cierta música y también en dominios que no son del arte, como en los encuentros que nos dan alegría y nos rescatan de la inmovilidad de nuestras costumbres sentimentales y de pensamiento. Momentos de contemplación de ciertos instantes de un paisaje también son de la poesía. La lectura es una de mis pasiones. Me entusiasman algunos espacios habitados de  las ciudades antiguas, de algunas casas, las librerías de librero, los bares antiguos, algunas calles. Hay objetos que me entusiasman también, por lo que sugieren, marionetas, cajas, fotos, estampas, juguetes antiguos, relojes de arena, lupas, los libros, los lápices y los cuadernos, los diccionarios, los cuentos infantiles ilustrados, etc.

“La tañedora”
“La tañedora”
        11 — En la novela “El hombre duplicado” de José Saramago, me detengo acá: “Eso que cierta literatura perezosa ha llamado durante mucho tiempo silencio elocuente no existe, los silencios elocuentes son sólo palabras que se quedan atravesadas en la garganta, palabras engastadas que no han podido escapar de la angostura de la glotis.” ¿Comentarías, vincularías…?
          DE — Dicho así, despectivamente, como lo hace Saramago (no leí“El hombre duplicado”), “silencios elocuentes” suena a retórico, a falso, y… sí, las palabras se prestan para todo tipo de usos. Pero hay otro silencio, el que habita la poesía, que no es “elocuente”, sino todo lo contrario, un silencio vacío de significado que permite que el poema irradie muchos sentidos, uno o varios en cada lector. Es el silencio que salva al poema del poeta, de los saberes que lo llevan a querer utilizar el poema para informar sobre algo que él ya tiene cocinado de antemano en su mente. Cuando es así el poema resulta un mal poema, uno que nace muerto, porque dice únicamente lo que dice, no abre un espacio radiante, necesario para la comunión entre un poema y su lector. El silencio es tan intrínseco y necesario al poema como las palabras. El silencio del poema nos garantiza que estamos siendo invitados al misterio del mundo, a contactar con aquello que abisma el lenguaje y nos deja sin habla pero en comunión con el misterio en el que estamos inmersos.
          12 — ¿Con qué autores —de renombre— “no te pasa nada”? Y por extensión, ¿con qué directores cinematográficos, con qué artistas plásticos?
          DE — Es aventurado proclamar de una vez por todas con qué autores de renombre “no me pasa nada”. Me ha sucedido que en ciertas etapas no me decían nada ciertos autores que más tarde sí me hablaron, porque yo estaba preparada para escucharlos. Hay otros autores que ni siquiera llegué a leer porque imaginé que no me pasaría nada con ellos. Puedo decir que en términos generales no me pasa nada con los autores en los que predomina una intención didáctica, una militancia exterior a la escritura, con los moralistas, con los que hacen de la trivialidad auto-referencial una cruzada anti-lírica, con muchos narradores que no ocasionan una experiencia de la escritura misma, que solo apuestan a lo argumental. Resulta más fácil nombrar a artistas destacados de otros campos: no me pasa casi nada con pintores como Fernando Botero, Dalí, cierto Picasso, Marinetti y otros pintores futuristas; los directores de cine Greenaway y Chabrol tampoco me han interesado, para nombrar dos representantes del cine de autor que es el que prefiero.
          13 — ¿Qué opinás del pasado? 
          DE — ¡Qué enorme pregunta! ¿Cómo contestar a eso? No tengo una vivencia estática del pasado, como si fuera un lugar de escenas cristalizadas en el tiempo, sino como algo que se mueve conmigo, que cambia y se actualiza según lo que voy pudiendo destilar. No me llama volver al pasado si éste no modifica mi presente y se modifica en él. Creo que todos los tiempos confluyen en el presente que es donde operamos, vivimos, escribimos…; lo que no sigue sucediendo con nosotros son interpretaciones que inmovilizan nuestras almas.
          14 — ¿Rol que cumple la literatura en la actualidad?
          DE —Yo diferencio literatura de poesía, y prefiero hablar de esta última. El rol de la poesía en el mundo actual sigue siendo despertar al lenguaje que nos atraviesa día a día, lastrado y opacado por los discursos de los poderes dominantes que capturan nuestro espíritu, nuestras emociones y nuestro pensamiento, esterilizando la soledad de cada ser humano. La poesía nos recuerda que nada nos pertenece, que somos vulnerables a lo inconmensurable, que pretender apoderarnos de los significados nos empobrece y nos aísla, que hay un hambre que es del alma, que somos creadores de mundos, que cada uno de nosotros es impar, único, por eso la voz para llegar a otro tiene que volverse singular, para no quedar presa en la jaula del ego. La poesía requiere de lectores dispuestos a una entrega activa, a salirse de las velocidades alienantes del sistema para experimentar otra duración, otra percepción del mundo.
                 16 — ¿Cómo es un día de tu vida? ¿Dista extraordinariamente tu transcurrir del que te imaginabas cuando eras una veinteañera? 
          DE — En un sentido dista bastante de lo que imaginaba cuando era una veinteañera. Entonces no imaginaba rutinas sino aventuras, encuentros arrebatadores y toda clase de excesos que nunca viví de un modo que me deparara felicidad; excesivos solo fueron mis errores. En otro sentido hay una continuidad, sigo escribiendo, me entusiasman la mayoría de las cosas que ya me gustaban a los veinte años. Mis días no son siempre iguales, pero suelo despertarme entre las 8 y las 9 de la mañana. Hago un poco de yoga y trato de caminar media hora  todos los días para compensar el tiempo de lectura y de computadora. Después leo, contesto mails, me ocupo de temas de la editorial, escribo cuando surge (no es todos los días), a veces solo anoto palabras, frases. Después, cerca del medio día hago todas esas actividades que me resultan muy penosas, como son los trámites de todo color y especie. Vivo con mi hija Camila; Marco, mi hijo mayor, vive solo pero viene seguido a casa. Mis dos hijos ocupan un lugar central en mi vida, saber que están en el mundo me sostiene el corazón. A veces salgo a almorzar con ellos o almorzamos en casa, aunque muchas veces nuestros horarios no coinciden. Los fines de semana paso toda la mañana en un bar de mi barrio, siempre el mismo, donde leo y escribo. Espero con ansiedad ese momento. El resto del tiempo lo dedico a distintas actividades que van surgiendo con la vida. Me gusta ir al cine y al teatro. Prefiero encontrarme con los amigos, con uno o dos a la vez, antes que las reuniones de mucha gente. Pero soy impaciente y después de un rato de estar acompañada quiero volver a mi soledad.
        
“Oscuro alfabeto”
“Oscuro alfabeto”
   
Se puede ver la nota completa en http://eurasiahoy.com/02102015-dolores-etchecopar-sus-respuestas-y-poemas/

domingo, 22 de noviembre de 2015

Francis Picabia (1879 ,1953 París)




Los gatos que miran a los pájaros
tienen ojos que piensan
los pájaros que miran a los gatos
tienen ojos que dudan
los míos se cierran
para meditar sobre los milagros

traduccion de Aldo Pelegrini

Les chats qui regardent les oiseaux
ont les yeux qui méditent
les oiseaux qui regardent les chats
ont les yeux qui doutent
les miens se ferment
pour penser aux miracles.'

sábado, 14 de noviembre de 2015

Paul Éluard ( Saint-Denis, 1895 -Charenton-le-Pont 18 de noviembre de 1952)



Coraje (Valor)
París tiene frío París tiene hambre
París ya no come más castañas en la calle
París se ha puesto viejos vestidos de vieja
París duerme de pie sin aire en el “métro”
Todavía más males impuestos a los pobres
Y la cordura y la locura
De París en la desgracia
Es el aire puro es el fuego
Es la belleza es la bondad
De sus trabajadores en el hambre
No grites socorro París
Vives con una vida sin igual
Y  tras la desnudez
De tu palidez de tu flacura
Todo lo que es humano se refleja en tus ojos
París mi ciudad bella
Fina como una aguja fuerte como una espada
Ingenua y sabia
Tú no soportas la injusticia
ES para ti  el único desorden
Te vas a liberar París
Tembloroso como una estrella
Nuestra esperanza sobreviviente
Te vas a liberar del cansancio y el barro
Hermanos tengamos coraje
Nosotros que no tenemos cascos
Ni botas ni guantes ni buena educación
Un rayo se enciende en nuestras venas
Vuelve a nosotros nuestra luz
Los mejores de nosotros murieron por nosotros
Y  a nuestro corazón viene ahora su sangre
Y otra vez es de mañana una mañana de París
El despuntar de la liberación
El espacio de la naciente primavera
La fuerza idiota está en desventaja
Esos esclavos nuestros enemigos
Si han comprendido
Si son capaces de comprender
Se alzarán.

Traducción de Marcelo Ravoni  en la edición del Centro Editor de America Latina de la Antologia de la poesía universal con una modificación de Beatriz Vignoli 

Courage
Paris a froid Paris a faim
Paris ne mange plus de marrons dans la rue
Paris a mis de vieux vêtements de vieille
Paris dort tout debout sans air dans le métro
Plus de malheur encore est imposé aux pauvres
Et la sagesse et la folie
De Paris malheureux
C’est l’air pur c’est le feu
C’est la beauté c’est la bonté
De ses travailleurs affamés
Ne crie pas au secours Paris
Tu es vivant d’une vie sans égale
Et derrière la nudité
De ta pâleur de ta maigreur
Tout ce qui est humain se révèle en tes yeux
Paris ma belle ville
Fine comme une aiguille forte comme une épée
Ingénue et savante
Tu ne supportes pas l’injustice
Pour toi c’est le seul désordre
Tu vas te libérer Paris
Paris tremblant comme une étoile
Notre espoir survivant
Tu vas te libérer de la fatigue et de la boue
Frères ayons du courage
Nous qui ne sommes pas casqués
Ni bottés ni gantés ni bien élevés
Un rayon s’allume en nos veines
Notre lumière nous revient
Les meilleurs d’entre nous sont morts pour nous
Et voici que leur sang retrouve notre coeur
Et c’est de nouveau le matin un matin de Paris
La pointe de la délivrance
L’espace du printemps naissant
La force idiote a le dessous
Ces esclaves nos ennemis
S’ils ont compris
S’ils sont capables de comprendre
Vont se lever.

sábado, 7 de noviembre de 2015

Jose Pedroni (Galvez , Santa Fe 1899 , Mar del Plata 1968)


El grillo

Un grillo manso que te quiere, amiga,
Y que en quererte vanamente insiste,
Cada vez que el silencio rehace
Te silabea su reclamo triste.

Abre los ojos. No te duermas. Ponte
Bien cerca, amiga, de mi pecho añoso;
Y así, callados, escuchemos juntos
La campanita del cri-cri amoroso

Entre las gentes del camino, siempre
Un hombre humilde me propongo ser,
Como el grillito que te quiere tanto
Y que te canta sin dejarse ver.

Agua y viento

Llegó un viento fuerte que cerró las puertas
al anochecer.
Las calles del pueblo quedaron desiertas.
Tronó largamente. Y empezó a llover.

Me acosté vestido, la llamé a mi lado,
y a mi lado pronto la oí respirar.
La lluvia -le dije- llora en el tejado.
Y ella dijo: Llora porque quiere entrar.

El viento del norte la casa rondaba
con la nota varia de su cascabel.
Y todo mojado la puerta arañaba
como un perro fiel.

El viento -le dije- sacude el aromo
y te pide a silbos hospitalidad.
-Es como un palomo
llamando en la jaula de la soledad.

Pobre del grillito que murió en la cueva
sin poder salir;
pobre de la débil arañita nueva
que tuvo que huir.
Si tú fueras lluvia -dije apenas- nunca,
por amor al grillo, quisieras caer;
y si fueras viento, ni una rama trunca
ni una tela rota se habrían de ver.

Como estaban puestos todos los cerrojos,
ella había dicho: Sueño, no entrarás.
Pero entró lo mismo; nos vendó los ojos,
y no hablamos más.

De Versos a la amiga

viernes, 6 de noviembre de 2015

Sigal Ben Yair (Haifa, Israel, 1970 )



Eco

Me entrenaste para no llorar frente a la desdicha,
para morder mi rabia y detenerme antes
de que el suelo ardiera bajo mis pies. Me abrazabas
poco, para que añorase el roce de toda otra piel,
para que respondiese a cualquier otra caricia.

Tienes un corazón fantasma
y cuando escucho que mi voz se trocó en la tuya
oigo un eco.

Ya no miro hacia atrás. Veme ahora:
soy, en resumidas cuentas, mi pasado.

Traductor Gerardo Lewin

martes, 3 de noviembre de 2015

Ted Hughes ( 1930, Mytholmroyd, Reino Unido , Londres 1998)

Capturar animales  
Hay varias formas de capturar animales y pájaros y peces. Pasé gran parte de mi tiempo, cuando tenía quince años o más, probando varias de estas formas y cuando mi entusiasmo comenzó a declinar, como gradualmente lo hizo, empecé a escribir poemas.
Se podría llegar a pensar que estos dos intereses, capturar animales y escribir poemas, no tienen mucho en común. Pero cuanto más lo pienso más seguro estoy de que esos dos intereses han sido uno solo. De niño perseguía ratones en los días de trilla y los atrapaba debajo de los fardos y los ponía en mi abrigo hasta tener treinta o cuarenta arrastrándose dentro del forro de mi chaqueta; esto y mi actual persecución de poemas me parecen diferentes etapas de una misma fiebre. Pienso en los poemas como un cierto tipo de animal. Tienen su vida propia, como los animales; es decir, parecen estar separados de cualquier persona, incluso de sus autores, no se les puede adherir ni arrancar nada sin mutilarlos o incluso matarlos. Poseen cierta sabiduría. Saben algo importante… algo que despierta nuestra curiosidad. Tal vez mi preocupación no ha sido exactamente la de capturar animales o poemas, sino antes que nada cosas que posean una vida propia, fuera e independiente de la mía. De cualquier modo, mi interés por los animales estuvo presente desde el comienzo. Mi memoria viaja hasta cuando tenía tres años y por ese entonces tenía un montón de juguetes de animales de molde que se podían comprar en tiendas que estaban justo alrededor de nuestro último piso, de nariz a cola, con un reborde.
Disfrutaba modelando y dibujando, así que cuando descubrí la plastilina mi zoológico se volvió infinito, y cuando una tía me trajo un libro de animales para mi cuarto cumpleaños, voluminoso de portadas verdes, comencé a dibujar las brillantes fotografías. Los animales se veían bien en las fotografías, pero se veían incluso mejores en mis dibujos, y además eran míos. Puedo recordar el vívido entusiasmo con el cual solía sentarme a mirar fijamente mis dibujos, y hoy en día siento algo muy parecido frente a los poemas.
Mi zoológico no era un asunto a puertas cerradas. En ese entonces vivíamos en un valle en los Pennines en West Yorkshire. Mi hermano, quien tenía mucho más que ver con mi pasión que cualquier otra persona, era un poco mayor que yo y su máximo interés en la vida era arrastrarse por las colinas con un rifle. Él me llevaba como su perro de caza y yo tenía que gatear dentro de todo tipo de lugares recogiendo urracas y búhos y conejos y comadrejas y ratas y zarapitos a los que les disparaba. No podía abatir suficientes para mí. Al mismo tiempo yo salía a pescar diariamente al canal, con una larga malla sostenida por un alambre que hacía las veces de red.
Todo eso fue sólo el comienzo. Cuando tenía ocho años, nos mudamos a una ciudad industrial en South Yorkshire. Nuestro gato subía las escaleras y se echaba abatido en mi cama por semanas, hasta tal punto odiaba ese lugar; y por esa misma razón mi hermano dejó la casa y se hizo guardabosques. Pero en cierta forma ese cambio de casa fue una de las mejores cosas que me pudieron haber pasado. Pronto descubrí una granja cercana al campo que suplía todas mis necesidades, y luego una finca privada con bosques y un lago.
Mis amigos eran chicos de la ciudad, hijos de mineros del carbón o de empleados ferroviarios y yo llevaba con ellos una misma forma de vida, pero al mismo tiempo llevaba otra independiente en el campo. Nunca mezclé las dos formas de vida. Aún conservo algunos diarios que escribí en aquellos años: registraba nada más que mis capturas.
Por último, como he dicho, cerca de los quince mi vida se fue complicando y mi actitud hacia los animales cambió. Me acusé a mí mismo por haber perturbado sus vidas. Comencé a mirarlos desde otro punto de vista.
En esa época empecé a escribir poemas. No poemas de animales. Pasaron varios años para lo que se podría llamar “poemas de animales”, y mucho tiempo más para que me diera cuenta de que mi escritura de poemas debía ser una continuación de mis primeras persecuciones. Ahora no tengo ninguna duda de eso. Esa particular forma de goce, esa leve fascinación y esa especie de concentración involuntaria con la cual uno empieza a percibir la aparición de un nuevo poema en mente, luego el boceto, la forma y el color, y luego la versión final, la singularidad de su vívida realidad en medio de la rutina, todo eso me es demasiado familiar como para equivocarme. Esto es una cacería y el poema una nueva criatura, un nuevo espécimen vivo.
Hasta aquí he contado brevemente los orígenes y el nacimiento de mi interés por escribir poesía. Lo he simplificado, pero en definitiva ésta es la historia. Algunas partes habrán parecido un poco oscuras. ¿Cómo puede un poema, por ejemplo, acerca de caminar bajo la lluvia, ser como un animal? Bueno, tal vez no se parece mucho a una jirafa, a un emú o a un pulpo o a nada que se pueda encontrar en un zoológico. Es mejor decir que es un ensamble de partes vivas movidas por un solo espíritu. Las partes vivas son las palabras, las imágenes, los ritmos. El espíritu es la vida que los habita cuando trabajan todas juntas. Es imposible decir cuál viene primero, si las partes o el espíritu. Pero si alguna parte está muerta, si cualquiera de las palabras o imágenes o ritmos no cobra vida al ser leída, entonces la criatura va a estar lisiada y el espíritu enfermo. Por eso, como poeta, uno debe asegurarse de que todas esas partes sobre las que uno tiene control, las palabras, los ritmos y las imágenes, estén vivas. Ahí es donde las cosas se ponen difíciles. No obstante, las reglas para comenzar son bastante simples. Las palabras que están vivas son aquellas en las que podemos oír exactamente lo que nombran, como “chasquido” o “carcajada”; o las que podemos ver, como “moteado” o “venoso”; o las que podemos saborear, como “vinagre” o “azúcar”; o tocar, como “espina” o “aceitoso”; u oler, como “alquitrán” o “cebolla”: palabras que pertenecen directamente a uno de los cinco sentidos. O palabras que actúan o parecen usar sus músculos, como “latigazo” o “balanza”.
Pero inmediatamente las cosas se complican. “Chasquido” no solo da un sonido, da también una sensación de que algo puntiagudo se mueve sobre la lengua al decirla. También da la sensación de algo liviano o frágil, como una rama al quebrarse. Las cosas pesadas no chasquean, tampoco las blandas y flexibles. Del mismo modo, “alquitrán” no es sólo una palabra olorosa; también es pegajosa al tacto, con una pegajosidad espesa y asfixiante; y también se mueve, en estado líquido, como una serpiente negra, con un brillo oscuro. Y así sucede con la mayoría de las palabras. Pertenecen a varios sentidos al mismo tiempo, como si cada una tuviera ojos, orejas, lengua o dedos y todo un cuerpo con el que moverse. Hay un pequeño duende dentro de cada palabra, que es su vida y su poesía, y a este duende el poeta debe mantenerlo bajo control.
Se dirá que esto es inútil, desesperanzador ¿Cómo controlar todo eso? ¿Cuándo se vierten las palabras, cómo se puede estar seguro de que alguna de las acepciones de la palabra “plumas” no se pegoteará con alguna de las acepciones de la palabra “miel” un poco más allá? Esto es lo que pasa en la mala poesía, las palabras se matan entre ellas. Afortunadamente, no tenemos que preocuparnos por ello mientras tengamos en cuenta una cosa muy importante.
Y esa cosa muy importante es la siguiente: imaginar lo que se escribe. Verlo y vivirlo. No se trata de pensar obsesivamente como si se estuviera haciendo aritmética mental. Hay que observar, tocar, oler, meterse adentro. Si uno hace esto las palabras se protegerán entre ellas, como una especie de magia. Si se hace así no habrá que preocuparse por las comas, los puntos aparte y esas cosas. Hay que mantener los ojos, los oídos, la nariz, el gusto, el tacto, todo el ser vuelto hacia las palabras. Apenas uno siente miedo y se desenfoca para empezar a preocuparse por las palabras, enseguida esa preocupación se filtra en las palabras y se empiezan a matar unas a otras. De modo que hay que avanzar lo más que se pueda, luego retroceder y mirar lo que se ha escrito. Tras un poco de práctica, y luego de decirse a uno mismo varias veces que no hay que preocuparse por cómo otras personas han escrito sobre el mismo tema, y que ésta es la manera en que uno cree que puede lograrlo, y luego de decirse a uno mismo que se animará a usar cualquier palabra por antigua que sea si resulta buena al momento de escribirla en el papel, uno llega a sorprenderse de sí mismo. Uno vuelve a leer lo que se ha escrito y siente un impacto tremendo. Se ha capturado un espíritu, una criatura.
Después de decir todo esto, es justo que dé algunos ejemplos y muestre algunos de mis más recientes especímenes.
Un animal que es muy difícil mantener con vida es el zorro. Siempre se frustraron mis intentos: dos veces por culpa de un granjero que mató unos cachorros que yo había atrapado; y otra vez por un cuidador de un gallinero que soltó mi cachorro mientras su perro lo acechaba. Años después de esos eventos estaba sentado una noche de nieve en un triste hostal en Londres. No había escrito nada por casi un año, pero esa noche tuve una idea y necesité escribirla y escribí en unos minutos el siguiente poema: el primer poema sobre animales que hice. Aquí esta:

El pensamiento-zorro 
Imagino este momento del bosque a medianoche:
algo más está vivo
junto a la soledad del reloj
y esta página en blanco que mis dedos recorren. 
A través de la ventana no se ve ninguna estrella:
algo más cercano,
aunque profundamente dentro de lo oscuro,
está entrando en la soledad: 
frío y delicado, como nieve negra,
el hocico del zorro roza una rama, una hoja;
y dos ojos dirigen el movimiento que ahora
y nuevamente ahora, y ahora, ahora 
deja nítidas huellas en la nieve
entre los árboles; con sigilo una delgada
sombra pasa junto a un tocón; y en la cavidad
de un cuerpo que se atreve 
a atravesar los claros, un ojo,
un abierto y profundo verdor,
brillante, concentradamente,
se ocupa de lo suyo. 
Hasta que con un repentino, afilado y caliente olor a zorro
entra al oscuro agujero de la cabeza.
Sigue aún sin estrellas la ventana; suena el tictac del reloj,
está impresa la página. [2]

Este poema no posee lo que podríamos llamar un sentido obvio. Es acerca de un zorro, claro, pero un zorro que es zorro y al mismo tiempo no lo es. Qué clase de zorro es aquel que puede pararse justo dentro de mi cabeza donde presuntamente aún está sentado, sonriendo para sí cuando los perros ladran. Es un zorro de verdad; cuando leo el poema lo veo moverse, lo veo dejar sus huellas, veo su sombra pasar sobre la irregular superficie de nieve. Las palabras me mostraron todo esto, acercándomelo más y más. Es real para mí. Las palabras han hecho un cuerpo para él y le han dado un espacio sobre el cual caminar.
Si hubiera encontrado palabras más vigorosas aún al momento de escribir el poema, palabras que pudieran darme una impresión más vívida de sus movimientos, el alzarse y estirarse de sus orejas, el leve temblor de su lengua colgando y su respiración creando pequeñas nubecitas, sus dientes descubiertos al frío, los trozos de nieve cayendo de sus patas al momento de levantar cada una a su turno; si hubiera encontrado las palabras para todo esto, el zorro probablemente sería más real para mí ahora de lo que lo es en este poema. Aun así, en el poema el zorro está presente. Si no hubiera capturado al verdadero zorro en palabras no habría guardado el poema. Lo habría tirado al basurero como he tirado un montón de otras piezas de cacería en donde no conseguí lo que buscaba. Por ahora, cada vez que leo el poema, así como está, el zorro viene otra vez desde la oscuridad y entra en mi cabeza. Y puedo esperar que mucho después de que yo muera, mientras alguna copia del poema exista, cada vez que alguien lo lea, el zorro se seguirá levantando en la oscuridad para avanzar hacia él.

Traducido por Diego Alfaro Palma y Alejandro Crotto publicado en la revista Hablar de Poesia numero 31