domingo, 20 de enero de 2019

Augusto Monterroso ( 1921, Tegucigalpa, Honduras ; 2003, Ciudad de México)


La fe y las montañas

Al principio la Fe movía montañas sólo cuando era absolutamente necesario, con lo que el paisaje permanecía igual a sí mismo durante milenios. Pero cuando la Fe comenzó a propagarse y a la gente le pareció divertida la idea de mover montañas, éstas no hacían sino cambiar de sitio, y cada vez era más difícil encontrarlas en el lugar en que uno las había dejado la noche anterior; cosa que por supuesto creaba más dificultades que las que resolvía.
La buena gente prefirió entonces abandonar la Fe y ahora las montañas permanecen por lo general en su sitio. Cuando en la carretera se produce un derrumbe bajo el cual mueren varios viajeros, es que alguien, muy lejano o inmediato, tuvo un ligerísimo atisbo de fe.
El dinosaurio

Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí.

 "Breve selección de aforismos, dichos famosos, refranes y apotegmas del doctor Eduardo Torres extraídos por don Juan Manuel Carrasquilla de conversaciones, diarios, libros de notas, correspondencia y artículos publicados en el suplemento dominical de El Heraldo de San Blas, de San Blas, S. B."


Carne y espíritu
Es cierto, la carne es débil; pero no seamos hipócritas: el espíritu lo es mucho más.

Cristianismo e Iglesia
Las ideas que Cristo nos legó son tan buenas que hubo necesidad de crear toda la organización de la Iglesia para combatirlas.

Dios (1)
Si Dios no existiera habría que inventarlo. Muy bien, ¿y si existiera?

Dios (2)
Sólo los enemigos de Dios conocen a Dios.

Ideas
Parece ser destino de las mejores ideas caer en manos de los peores hombres.

Justicia
Cuando la justicia y la razón estén de tu lado procura que pasen al lado de tu enemigo, que entonces sí podrá perseguirte con razón y justicia, y seguramente perderá.

Libro
Poeta, no regales tu libro: destrúyelo tú mismo.

Ridículo
El hombre no se conforma con ser el animal más estúpido de la creación; encima se permite el lujo de ser el único ridículo.

Trabajo
Mientras en un país haya niños trabajando y adultos sin trabajo, la organización de ese país es una mierda.

Unir esfuerzos
En San Blas muchos políticos esencialmente estúpidos o ladrones sólo esperan el momento de alcanzar el poder para combinar estas dos cualidades.


domingo, 6 de enero de 2019

Amos Oz (Jerusalem 1939 , Tel Aviv 2018)







Con la denominación de judío 


llamo a quien se ve a sí mismo como tal, así como a quien se ve forzado a serlo. Judío es una persona que reconoce serlo. Quien lo reconoce en público, por lo general es un judío por elección. Quien lo reconoce únicamente ante sí mismo, lo es por fuerza del destino. Quien no reconoce ninguna relación con el pueblo judío, ni en público ni en su oculto pesar, no es judío, aunque la Halajá lo vea como tal porque nació de madre judía. Un judío, en mi opinión no halájica, es toda persona que elige compartir el destino con otros judíos o que está condenado a compartirlo. Además, ser judío, significa casi siempre mantener una relación espiritual con el pasado de los judíos. Sea una relación de orgullo o de angustia, o de orgullo junto con angustia, sea vergüenza, rebeldía, honra o nostalgia. Y más: ser judío significa casi siempre mantener una relación con el presente judío; sea temor o seguridad, sea orgullo por los logros de los judíos, o vergüenza por sus actos, o un fuerte deseo de desviarlos de su rumbo, o una necesidad espiritual de unirse a su camino. Y por último: ser judío, significa sentir que en un lugar donde se persigue a un judío por el hecho de serlo – se refieren a ti.

Fuente: bama.org.ar
(Halajá es el conjunto de leyes que debe regir la vida diaria de un judío)




La mujer de la ventana


Si adquieres un billete y viajas a otro país, es posible que veas las montañas, los palacios y las plazas, los museos, los paisajes y los enclaves históricos. Si te sonríe la fortuna, quizá tengas la oportunidad de conversar con algunos habitantes del lugar. Luego volverás a casa cargado con un montón de fotografías y de postales.
Pero, si lees una novela, adquieres una entrada a los pasadizos más secretos de otro país y de otro pueblo. La lectura de una novela es una invitación a visitar las casas de otras personas y a conocer sus estancias más íntimas.
Si no eres más que un turista, quizá tengas ocasión de detenerte en una calle, observar una vieja casa del barrio antiguo de la ciudad y ver a una mujer asomada a la ventana. Luego te darás la vuelta y seguirás tu camino.

Pero como lector no sólo observas a la mujer que mira por la ventana, sino que estás con ella, dentro de su habitación, e incluso dentro de su cabeza.
Cuando lees una novela de otro país, se te invita a pasar al salón de otras personas, al cuarto de los niños, al despacho, e incluso al dormitorio. Se te invita a entrar en sus penas secretas, en sus alegrías familiares, en sus sueños.
Y por eso creo en la literatura como puente entre los pueblos. Creo que la curiosidad tiene, de hecho, una dimensión moral. Creo que la capacidad de imaginar al prójimo es un modo de inmunizarse contra el fanatismo. La capacidad de imaginar al prójimo no sólo te convierte en un hombre de negocios más exitoso y en un mejor amante, sino también en una persona más humana.
Parte de la tragedia árabe-judía es la incapacidad de muchos de nosotros, judíos y árabes, de imaginarnos unos a otros. De imaginar realmente los amores, los miedos terribles, la ira, los instintos. Demasiada hostilidad impera entre nosotros y demasiada poca curiosidad.
Los judíos y los árabes tienen algo en común: ambos han sufrido en el pasado bajo la pesada y violenta mano de Europa. Los árabes han sido víctimas del imperialismo, del colonialismo, de la explotación y la humillación. Los judíos han sido víctimas de persecuciones, discriminación, expulsión y, al final, el asesinato de un tercio del pueblo judío.
Cabría suponer que dos víctimas, y sobre todo dos víctimas de un mismo perseguidor, desarrollarían cierta solidaridad entre ellas. Desgraciadamente las cosas no son así, ni en las novelas ni en la vida real. Por el contrario, algunos de los conflictos más terribles son aquellos que se producen entre dos víctimas de un mismo perseguidor. Los dos hijos de un progenitor violento no tienen por qué amarse necesariamente. Con frecuencia ven reflejada el uno en el otro la imagen del cruel progenitor.
Exactamente así es la situación entre judíos y árabes en Oriente Medio: mientras los árabes ven en los israelíes a los nuevos cruzados, la nueva reencarnación de la Europa colonialista, muchos israelíes ven en los árabes la nueva personificación de nuestros perseguidores del pasado: los responsables de los pogroms y los nazis.
Esta realidad impone a Europa una especial responsabilidad en la solución del conflicto árabe-israelí: en lugar de alzar un dedo acusador hacia una u otra de las partes, los europeos deberían mostrar afecto y comprensión y prestar ayuda a ambas partes. Ustedes no tienen por qué seguir eligiendo entre ser pro-israelíes o pro-palestinos. Deben estar a favor de la paz.
La mujer de la ventana puede ser una mujer palestina de Nablus y puede ser una mujer israelí de Tel Aviv. Si desean ayudar a que haya paz entre las dos mujeres de las dos ventanas, les conviene leer más acerca de ellas. Lean novelas, queridos amigos, aprenderán mucho.
Las cosas irían mejor si también cada una de esas dos mujeres leyese acerca de la otra, para saber, al menos, qué hace que la mujer de la otra ventana tenga miedo o esté furiosa, y qué le infunde esperanza.
No he venido esta tarde a decirles que leer libros vaya a cambiar el mundo. Lo que he sugerido es que creo que leer libros es uno de los mejores modos de comprender que, en definitiva, todas las mujeres de todas las ventanas necesitan urgentemente la paz.
Quiero agradecer a los miembros del jurado del premio Príncipe de Asturias que me hayan otorgado este maravilloso Premio. Muchas gracias y mis mejores deseos a todos ustedes. Shalom u-brajá.

Discurso al recibir el  Premio Príncipe de Asturias de las Letras

Traducción del hebreo de Raquel García Lozano