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lunes, 24 de noviembre de 2014

Abdellatif Laabi (Fez,Marruecos, 1942)


Los lobos

Oigo a los lobos
Están muy cómodos al abrigo de sus casas de campo
Miran ávidamente la televisión
Durante horas, cuentan en voz alta los cadáveres
y can¬tan a todos los vientos su reclamo
Veo a los lobos
Comen de a trece la caza del día
eligen a mano alzada el Judas de turno
Durante horas, beben sangre pueblerina
todavía joven, ligeramente afrutada
para derrotar el vestido
la sangre de una tierra donde descansan pilas de huesos
Oigo a los lobos
Apagan la luz a medianoche
y violan legalmente a sus mujeres

Hay un caníbal que me lee

Hay un caníbal que me lee
Es un lector ferozmente inteligente
un lector de ensueño
No deja pasar ninguna palabra
sin calibrar el peso de la sangre
Incluso levanta las comas
para descubrir los cortes más finos
Sabe que la página vibra
con una espléndida respiración
Ah, esa emoción que hace a la presa
atractiva y hasta sumisa
Él espera que el cansancio
descienda por su rostro
como una máscara de sacrificio
Busca el error para indignarse
el adjetivo de más
la repetición que no perdona
Hay un caníbal que me lee
para alimentarse

En dos horas de tren

En dos horas de tren
repaso la película de mi vida
dos minutos por año en promedio
media hora para la infancia
y otra para la prisión
El amor, los libros, la errancia
se reparten el resto,
La mano de mi compañera
se funde poco a poco en la mía
y su cabeza sobre mi hombro
es ligera como una paloma
A nuestra llegada
tendré la cincuentena
y me quedará por vivir
alrededor de una hora.

El país se aleja ahora

El país se aleja ahora
con sus gaviotas huérfanas
y su puerta pesada
Hay
a manera de alba
una sombra y su sarcasmo
El hombre sin cabeza
corre por el laberinto
con lo que le sobrevive de corazón
En su mano
sostiene una inútil
llave manchada
por la guerra y sus falsedades
El ojo
exiliado de su luz
se derrama sobre la arena

traducido por Carlos Vicente Castro

LLe pays s’éloigne maintenant

Le pays s’éloigne maintenant
avec ses mouettes orphelines
et sa lourde porte
Il y a
en guise d’aube
une ombre et son sarcasme
L’homme sans tête
court dans le labyrinthe
avec ce qui lui reste de cœur
Dans sa main
il tient l’inutile
une clé souillée
par la guerre et ses mensonges
L’œil
exilé de sa lumière
s’épanche sur le sable*