domingo, 25 de diciembre de 2016

La tragedia del doctor Fausto de Marco Denevi







La tragedia del doctor FAUSTO
    
    En casa de FAUSTO, una noche. FAUSTO, agobiado por los achaques, lee a la luz de una vela. Llaman a la puerta.
    —Adelante.
 Entra MEFISTÓFELES con un portafolio. FAUSTO se pone trabajosamente de pie. El recién llegado le dice:
    —Ya habrás adivinado quién soy. ¿O necesito presentarme?
    —No. Sentaos.
    Se sientan frente a frente. MEFISTÓFELES habla con toda familiaridad.
    —Conozco la causa de tus tribulaciones. Eres viejo, te gustaría ser joven. Eres aborrecible, quisieras ser hermoso. Amas a Margarita, Margarita no te ama. Miserias concéntricas y simultáneas que te tienen prisionero sin posibilidad de escapatoria. Eso crees. Pero ponerte en libertad es para mí un juego de niños. La llave de tu cárcel está aquí, en este portafolio. Te propongo un pacto, cuyo precio es...
    —Ya lo sé. Mi alma.
    —A cambio de un cuerpo joven, fuerte y atractivo.
    —Pero mi alma no es calderilla, señor. Exijo un cuerpo bien proporcionado, musculoso sin exceso, piernas largas, cuello robusto, nuca corta. La fisonomía, de facciones regulares. Un leve estrabismo no me vendría mal. He notado que da cierta fijeza maligna a la mirada y enloquece a las mujeres. En cuanto a la voz...
    —En cuanto a la voz, un cuerno. Yo no fabrico hombres. Esa es la labor del Otro. Lo único que puedo es extraerte el alma de tu carne vieja y débil e introducirla en la carne de otro ser vivo. ¿Comprendiste? Un trueque. El alma del doctor Fausto en el cuerpo de un joven y el alma de ese joven en el cuerpo del doctor Fausto. Pero a ese joven debes elegirlo, como quien dice, en el mercado.
    —¿Qué me proponéis? ¿Que recorra el mundo en su busca? ¿O tendré que hacerlos desfilar por mi cuarto, uno por uno, a todos esos buenos mozos, hasta que los vecinos murmuren y me denuncien a la policía?
   —No te pongas insolente. Aquí traje un álbum con los retratos de los hombres más apuestos de que dispone la plaza.
    Extrae del portafolio un álbum y se lo muestra a FAUSTO, quien vuelve lentamente las páginas. De pronto señala con el índice.
    —Este.
    —Tienes buen ojo. Perfectamente. Firmemos el pacto.
    —Un momento. ¿Me garantizáis la vida de este hombre?
  —Nadie está libre del veneno, del puñal, de morir bajo las ruedas de un carruaje o aplastado por una piedra desprendida de alguna vieja catedral.
   —No me refiero a eso. Me refiero al corazón, los pulmones, el estómago y todo lo demás. Ese joven semeja un Hércules, pero podría sufrir de alguna enfermedad mortal, y sea un lindo cadáver a corto plazo lo que estéis ofreciéndome.
    —Y luego dicen que los sabios son malos negociantes. Quédate tranquilo. El material es de primera calidad. Se trata de un atleta que se exhibe en las quermeses. Levanta esferas de hierro de cien libras cada una. Tuerce el eje de una carreta como si fuese de latón. Come por diez, bebe por veinte y jamás ha tenido indigestiones. ¿No oíste hablar de él, de Grobiano?
    —Hace años que no salgo de casa. Estoy dedicado a la lectura.
    —Los maridos les tienen prohibido a sus mujeres asistir a las exhibiciones de este joven. Se afirma que las deja embarazadas con sólo mirarlas. Recuerdo haberlo visto en la feria de Wolfstein. Cuando apareció, vestido con una malla muy ajustada, hasta los hombres bajaron los ojos. Una muchacha, enloquecida, empezó a aullar obscenidades.
    —¡Basta! No sigáis. Firmemos el pacto.
   Firman el pacto mientas resuenan a lo lejos las doce campanadas de la medianoche. MEFISTÓFELES hace castañetear los dedos. Truenos, relámpagos. Una nube de azufre oscurece la escena. Cuando la nube se disipa, MEFISTÓFELES ha desaparecido y FAUSTO es un joven alto, de físico estupendo, que yace tendido en el suelo. Al cabo de unos instantes despierta, se pone de pie, se palpa el cuerpo, corre a mirarse en un espejo, ríe con risa brutal, hablará con una voz poderosa.
    —El bribón no me engañó. Soy hermoso, soy joven, soy fuerte. Siento correr la sangre por las venas. ¡Y qué musculatura! En este mismo momento el otro, el tal Grobiano, enloquecerá de desesperación. Quizás el cambio lo haya sorprendido en plena función. ¡La cara de los espectadores! Tengo hambre, tengo sed. Mi cuerpo hierve de todos los deseos. Iré a casa de Margarita. Esa es otra que, cuando me vea, se llevará una linda sorpresa. No le daré tiempo a que me pregunte nada. Me arrojaré sobre ella y la poseeré, la violaré salvajemente.
    Se dirige hacia la puerta. Al pasar delante de los anaqueles colmados de libros se detiene. Los mira, toma uno, lo hojea, lo coloca en su sitio, se encamina hacia la salida, vuelve sobre sus pasos, coge otro libro, da vuelta las páginas, lee, con el libro entre las manos va hacia la mesa.
    —Debo ir a visitar a Margarita.
    Pero se sienta y lee el libro. El libro es voluminoso, polvoriento, ajado. Es un libro infinito entre cuyas páginas FAUSTO va hundiendo la nariz, la frente, la cabeza, va encorvándose, achicharrándose, arrugándose. Al cabo de un rato FAUSTO es otra vez el viejo del comienzo.
    Se oye una remota campanada. Llaman a la puerta.
    —Adelante.
   Reaparece MEFISTÓFELES con guantes, galera y bastón. FAUSTO intenta incorporarse pero no puede. Gime con voz cascada:
    —Es usted. Me ha engañado como a un niño. Míreme. ¿Dónde están la juventud, la fuerza y la apostura que me prometió? ¿Es así como cumple con sus compromisos? Usted, señor, no tiene palabra.
  MEFISTÓFELES se sienta, se quita parsimoniosamente los guantes, enciende un cigarrillo con petulancia.
    —Poco a poco, doctor Fausto. ¿Era o no era un magnífico cuerpo de atleta el que encontraste al despertar?
    —Me duró menos de una hora.
   —Y sigues leyendo, sigues acumulando datos. Demasiada memoria, doctor Fausto. Vuelves viejo todo cuanto tocas.
    —¿Qué debía hacer, según usted?
   —Acabo de ver a Grobiano. Le bastaron unos pocos minutos para volver a ser el espléndido joven que hechiza a las mujeres. Eso sí, ni una idea, ni buena ni mala, debajo de aquella frente. Ningún intelectualismo. Un hermoso animal. La vejez, amigo mío, es el precio de la inteligencia.
    —Vendí mi alma a cambio de esa moraleja cínica.
    —Y ahora llegó el momento de que me acompañes.
    —¿Tan pronto?
  —Es la hora. Has acabado con ese cuerpo inundándolo del dolor de la ciencia, de la bilis de la memoria, de la mala sangre del conocimiento. Te espero afuera.
    MEFISTÓFELES sale. FAUSTO se pasa la mano por los ojos. Parece tan viejo como el mundo. Reinicia la lectura. Bruscamente se desploma sobre el libro y la vela se apaga.

De "Falsificaciones"


Lawrence Ferlinghetti (Nueva York 1919)




Cristo se bajó
Cristo se bajó
de Su Árbol desnudo
este año
y huyó a donde
no hubiera árboles de Navidad arrancados
con caramelos y estrellas frágiles
 
Cristo se bajó
De Su árbol desnudo
Y huyó a donde
no hubiera árboles de Navidad dorados
ni árboles de Navidad plateados
ni árboles de Navidad de papel de estaño
ni árboles de Navidad de plástico rosado
ni árboles de Navidad de oro
ni árboles de Navidad negros
ni árboles de Navidad celestes
y rodeados de trencitos de lata
y tíos pesados y creídos
 
Cristo se bajó
de Su Árbol desnudo
este año
y huyó a donde
ningún intrépido vendedor ambulante de Biblias
recorriera el país
en un cadillac de dos tonos
y donde ningún Nacimiento de Sears Roebuck
completo con Niño de plástico y pesebre
llegara por correo certificado
el niño con entrega inmediata
y donde los Magos de televisión
no cantaran alabanzas al Whisky Lord Calvert
 
Cristo se bajó
de Su árbol desnudo
este año
y huyó a donde
ningún gordo desconocido y bonachón
vestido de franela roja
con barba de mentira
caminara haciéndose pasar
por una especie de santo del Polo Norte
a través del desierto de Belén Pennsylvania
en un trineo Volkswagen
arrastrando por renos retozones de Adirondack
con nombres alemanes
y cargado de sacos de Humildes Regalos
de Sacks de la Quinta Avenida
para el Niño Dios que cada uno se imagina
 
Cristo se bajó
de Su árbol desnudo
este año
y huyó a donde
los cantadores de villancicos de Bing Crosby
no lloriquearan que la Nochebuena es fría
y los ángeles del Radio City
no patinaran sin alas
en un país de las maravillas todo nevado
entrando a un cielo de alegres cascabeles
diariamente a los 8:30
con matinés de la Misa del Gallo
 
Cristo se bajó
de Su árbol desnudo
este año
y se fue a refugiar silenciosamente en
el vientre de una anónima María otra vez
donde en la noche oscura
del alma anónima de cada uno
Él espera otra vez
una inimaginable
e imposible
inmaculada Reconcepción
la más loca
de las Segundas Venidas.
 Traducido por Demófilo



Christ climbed down
Christ climbed down
from His bare Tree
this year
and ran away to where
there were no rootless Christmas trees
hung with candycanes and breakable stars
Christ climbed down
from His bare Tree
this year
and ran away to where
there were no gilded Christmas trees
and no tinsel Christmas trees
and no tinfoil Christmas trees
and no pink plastic Christmas trees
and no gold Christmas trees
and no black Christmas trees
and no powderblue Christmas trees
hung with electric candles
and encircled by tin electric trains
and clever cornball relatives
Christ climbed down
from His bare Tree
this year
and ran away to where
no intrepid Bible salesmen
covered the territory
in two-tone cadillacs
and where no Sears Roebuck crèches
complete with plastic babe in manger
arrived by parcel post
the babe by special delivery
and where no televised Wise Men
praised the Lord Calvert Whiskey
Christ climbed down
from His bare Tree
this year
and ran away to where
no fat handshaking stranger
in a red flannel suit
and a fake white beard
went around passing himself off
as some sort of North Pole saint
crossing the desert to Bethlehem
Pennsylvania
in a Volkswagen sled
drawn by rollicking Adirondack reindeer
with German names
and bearing sacks of Humble Gifts
from Saks Fifth Avenue
for everybody’s imagined Christ child
Christ climbed down
from His bare Tree
this year
and ran away to where
no Bing Crosby carolers
groaned of a tight Christmas
and where no Radio City angels
iceskated wingless
thru a winter wonderland
into a jinglebell heaven
daily at 8:30
with Midnight Mass matinees
Christ climbed down
from His bare Tree
this year
and softly stole away into
some anonymous Mary’s womb again
where in the darkest night
of everybody’s anonymous soul
He awaits again
an unimaginable
and impossibly
Immaculate Reconception
the very craziest
of Second Comings



A Coney Island of de mind 
(1958)


La Gata

La gata
se lame una pata y
se recuesta
en el hueco de la biblioteca
yace allí
largas horas
imperturbable como una esfinge
luego gira su cabeza
hacia mí
se incorpora
estira su cuerpo
me da la espalda
nuevamente lame su pata
como si el tiempo real
no hubiera pasado
Y no lo ha hecho
y ella es una esfinge
que posee los tiempos del mundo
en el desierto de su tiempo
Ella
sabe dónde mueren las moscas
puede ver fantasmas
en las partículas del aire
percibir sombras
en un rayo de sol
Ella oye
la música de las esferas
los sonidos que transmiten
los cables
en las casas
y también el zumbido
del universo
en el espacio interestelar
pero siempre
prefiere los rincones hogareños
y el ronroneo de la estufa

Versión de Esteban Moore

The cat

The cat
licks its paw and
lies down in
the bookshelf nook
She
can lie in a
sphinx position
without moving for so
many hours
and then turn her head
to me andrise and
stretch
and turn
her back to me and
lick her paw again as if
no real time had passed
It hasn’t
and she is the sphinx with
all the time in the world
in the desert of her time
The cat
knows where flies die
sees ghosts in motes of air
and shadows in sunbeams
She hears
the music of the spheres and
the hum in the wires of houses
and the hum of the universe
in interstellar spaces
but
prefers domestic places
and the hum of the heater


jueves, 8 de diciembre de 2016

Charles Baudelaire (Paris 1821- 1867)




El juguete del pobre
  
Quiero dar idea de una diversión inocente. ¡Hay tan pocos entretenimientos que no sean culpables!
Cuando salgáis por la mañana con decidida intención de vagar por la carretera, llenaos los bolsillos de esos menudos inventos de a dos cuartos, tales como el polichinela sin relieve, movido por un hilo no más; los herreros que martillan sobre el yunque; el jinete de un caballo, que tiene un silbato por cola; y por delante de las tabernas, al pie de los árboles, regaládselos a los chicuelos desconocidos y pobres que encontréis. Veréis cómo se les agrandan desmesuradamente los ojos. Al principio no se atreverán a tomarlos, dudosos de su ventura. Luego, sus manos agarrarán vivamente el regalo, y echarán a correr como los gatos que van a comerse lejos la tajada que les disteis, porque han aprendido a desconfiar del hombre.
En una carretera, detrás de la verja de un vasto jardín, al extremo del cual aparecía la blancura de un lindo castillo herido por el sol, estaba en pie un niño, guapo y fresco, vestido con uno de esos trajes de campo, tan llenos de coquetería.
El lujo, la despreocupación, el espectáculo habitual de la riqueza, hacen tan guapos a esos chicos, que se les creyera formados de otra pasta que los hijos de la mediocridad o de la pobreza.
A su lado, yacía en la hierba un juguete espléndido, tan nuevo como su amo, brillante, dorado, vestido con traje de púrpura y cubierto de penachos y cuentas de vidrio. Pero el niño no se ocupaba de su juguete predilecto, y ved lo que estaba mirando:
Del lado de allá de la verja, en la carretera, entre cardos y ortigas, había otro chico, sucio, desmedrado, fuliginoso, uno de esos chiquillos parias, cuya hermosura descubrirían ojos imparciales, si, como los ojos de un aficionado adivinan una pintura ideal bajo un barniz de coche, lo limpiaran de la repugnante pátina de la miseria.
A través de los barrotes simbólicos que separaban dos mundos, la carretera y el castillo, el niño pobre enseñaba al niño rico su propio juguete, y éste lo examinaba con avidez, como objeto raro y desconocido. Y aquel juguete que el desharrapado hostigaba, agitaba y sacudía en una jaula, era un ratón vivo. Los padres, por economía, sin duda, habían sacado el juguete de la vida misma.
Y los dos niños se reían de uno a otro, fraternalmente, con dientes de igual blancura.
  

Le Joujou du Pauvre

Je veux donner l'idée d'un divertissement innocent. Il y a si peu d'amusements qui nesoient pas coupables!
Quand vous sortirez le matin avec l'intention décidée de flâner sur les grandesroutes, remplissez vos poches de petites inventions à un sol, - telles que lepolichinelle plat mû par un seul fil, les forgerons qui battent l'enclume, le cavalier etson cheval dont la queue est un sifflet, - et le long des cabarets, au pied des arbres,faites-en hommage aux enfants inconnus et pauvres que vous rencontrerez. Vous verrez leursyeux s'agrandir démesurément. D'abord ils n'oseront pas prendre; ils douteront de leurbonheur. Puis leurs mains agripperont vivement le cadeau, et ils s'enfuiront comme fontles chats qui vont manger loin de vous le morceau que vous leur avez donné, ayant apprisà se défier de l'homme.
Sur une route, derrière la grille d'un vaste jardin, au bout duquel apparaissait lablancheur d'un joli château frappé par le soleil, se tenait un enfant beau et frais,habillé de ces vêtements de campagne si pleins de coquetterie.
Le luxe, l'insouciance et le spectacle habituel de la richesse, rendent ces enfants-làsi jolis, qu'on les croirait faits d'une autre pâte que les enfants de la médiocrité oude la pauvreté.
A côté de lui, gisait sur l'herbe un joujou splendide, aussi frais que son maître,verni, doré, vêtu d'une robe pourpre, et couvert de plumets et de verroteries. Maisl'enfant ne s'occupait pas de son joujou préféré, et voici ce qu'il regardait:
De l'autre côté de la grille, sur la route, entre les chardons et les orties, il yavait un autre enfant, sale, chétif, fuligineux, un de ces marmots-parias dont un oeilimpartial découvrirait la beauté, si, comme l'oeil du connaisseur devine une peintureidéale sous un vernis de carrossier, il le nettoyait de la répugnante patine de lamisère.
A travers ces barreaux symboliques séparant deux mondes, la grande route et lechâteau, l'enfant pauvre montrait à l'enfant riche son propre joujou, que celui-ciexaminait avidement comme un objet rare et inconnu. Or, ce joujou, que le petit souillonagaçait, agitait et secouait dans une boîte grillée, c'était un rat vivant! Lesparents, par économie sans doute, avaient tiré le joujou de la vie elle-même.
Et les deux enfants se riaient l'un à l'autre fraternellement, avec des dents d'une égaleblancheur.

domingo, 27 de noviembre de 2016

Nicolas Guillen ( 1902, Camagüey, 1989, La Habana)








La muralla

Para hacer esta muralla,
tráiganme todas las manos:
Los negros, su manos negras,
los blancos, sus blancas manos.
Ay,
una muralla que vaya
desde la playa hasta el monte,
desde el monte hasta la playa, bien,
allá sobre el horizonte.

¡Tun, tun!
¿Quién es?
Una rosa y un clavel...
¡Abre la muralla!
¡Tun, tun!
¿Quién es?
El sable del coronel...
¡Cierra la muralla!
¡Tun, tun!
¿Quién es?
La paloma y el laurel... 
¡Abre la muralla!
¡Tun, tun!
¿Quién es?
El alacrán y el ciempiés...
¡Cierra la muralla!

Al corazón del amigo,
abre la muralla;
al veneno y al puñal,
cierra la muralla;
al mirto y la yerbabuena,
abre la muralla;
al diente de la serpiente,
cierra la muralla;
al ruiseñor en la flor,
abre la muralla...

Alcemos una muralla
juntando todas las manos;
los negros, sus manos negras,
los blancos, sus blancas manos.
Una muralla que vaya
desde la playa hasta el monte,
desde el monte hasta la playa, bien,
allá sobre el horizonte...