del libro China ocho milimetros editado por La carta de Oliver
Margot,
la prostituta que leyó a Bakunin
Vale más un instante de
vida verdadera
que años vividos en un
silencio
de muerte.
Mijail Bakunin
Caminando
de madrugada por la calle de la tristeza
llegando a
la intersección con el boulevard de los perdidos
me senté
como siempre, a observar el cielo estrellado
mientras
encendía un cigarrillo
encontré,
convertida en objeto de consumo nocturno
a quien
había sido mi compañera de estudios, Margot
que leía a
Baudelaire y Rimbaud en francés para entenderlos
envejecida
por el paso del tiempo
y la
intensidad de un trabajo que reclama su libra de carne
nada en ese
abrazo habló de poesía
su mundo,
reconvertido en mercancía
ahora
demuele las palabras que tanto amaba
y la
asimila a una muñequita del barroco
abandonada
a su suerte
la neblina
que cubre el boulevard
nos
transforma en dos adolescentes
que debaten
la función social del arte
y las
teorías anarquistas del príncipe Mijaíl Bakunin
al mismo
tiempo
cuando la
bruma se retira
lo único
que confirma su presencia
es una
colilla de cigarrillo con su lápiz labial y su perfume
y su voz,
espectral, diciendo:
salvo
que seas poeta, las palabras no significan nada.
Una historia sencilla
Atendí la puerta, era Cristo pidiendo algo
le dije que entrara
a mí no me gustaría estar solo hoy
estaba muy callado, más que otras veces
luego, supongo que el vino lo animó
y cuando ya era tarde
dijo algo acerca de los pobres
los que abren
la puerta
algo que recuerdo muy confuso de una aguja
un ojo un camello y un reino.
Yo había bebido demasiado
lo saludé y me fui a dormir.
El
alma de los perdedores
Me pregunto de qué está hecha el alma
de los
perdedores, la más bella de las almas
tengo preguntas
extrañas últimamente
esas que supongo hacen los desesperados
ahora voy en
busca de las respuestas
que habitan en
el fondo de los sueños abandonados
los míos y los tuyos
pero no me
importan los misterios milenarios
ni las
naturalezas muertas ni los dados que arroja Dios
no me interesan
las mentiras
me interesás
vos y de qué estás hecho
he cerrado los ojos mucho tiempo
para ver mejor,
para entender muy tarde
que hay preguntas que no tienen respuesta.
La fuente de los deseos
La tarde que
inauguraron la fuente en mi barrio
observaba de lejos
a las personas
que una a una arrojaba sus monedas
mientras cerraban
los ojos, en una extraña ceremonia
donde cada una de
ellas equivalía a la concreción de un deseo
sin importar la magnitud del mismo
los rostros hacían
difícil entender sus deseos
pero mi amigo
Pedro, el ciego-vidente
me dictaba los de
cada uno de mis vecinos
y así fui dándome
cuenta que casi todos anhelaban algo parecido
todos y cada uno
de los deseos
estaban
atravesados por el sueño de la posesión
no había en
ninguno de ellos, el menor rastro
de algo que no se
pudiese comprar, atesorar o acumular
la representación
perfecta de un sistema auto-inmune
bienes y objetos
saturaban el campo del deseo
no figuraban
sueños de amor ni de revoluciones
nadie anhelaba recuperar el tiempo perdido
de una manera u
otra, el dinero aparecía en todos los deseos
a veces de manera
directa y otras no tanto
pero allí estaba su presencia, intacta y
permanente
y absolutamente
despreciable para un tipo como yo
que piensa en el
dinero como causa de todos los males
me harté de todo esto, el plan surgió
espontáneamente
decidido a irme
del barrio
robé todo el
dinero que contenía y la dinamité.
Todos poemas de Margot , la prostituta que leyó a Bakunin
Los
ojos de sasha
o
el fin de un sueño rojo
La
muerte de mi madre en un hospital para enfermos mentales
provocó
diferentes reacciones entre los miembros de mi familia
-una
familia que zozobraba como los restos de un naufragio
que
de a poco desaparecen sin importarle a nadie.
Fue
internada por sus hermanos, diagnosticada con un cuadro de esquizofrenia
que
según ellos no tenía otra forma de ser tratada
con
urgencia, violencia y un grado de crueldad que prefiero olvidar.
Devota
del sueño bolchevique, jamás pudo entender los cambios del mundo
ni
una sociedad que corría tras la felicidad y salvación individual.
Finalmente
se alejó de los suyos y del resto, terminó aislada por propios y extraños
que
la rechazaban tanto a ella como a su forma de pensar.
En
mi corazón, sentí que su muerte simbolizaba una especie de asesinato
donde
todos tenían una cuota parte de responsabilidad y conformaba
uno
de esos crímenes silenciosos que todos preferimos ignorar y cuyo formato
nos
incrimina, lo que constituye un buen motivo para mirar hacia otro lado.
Buscando
protegerme del dolor y de su ausencia, decidí refugiarme
en
la casa de uno de los pocos amigos que me quedaban, Vladimir.
Un
tipo silencioso y casi autista que se asemejaba a mí más de lo imaginable.
Los
domingos acompañaba a mi amigo a visitar a su abuela que,
como
el resto de los ancianos, se encontraba en un lugar llamado geriátrico,
pero
a mí me resultaba más parecido a un depósito de personas abandonadas,
con
rasgos de campo de concentración moderno o una variante de los zoológicos
que,
en lugar de chimpancés y leones enjaulados, aquí se encontraban en estado
natural
y sin rejas, donde los exhibidos eran seres humanos.
El
dueño del zoo, perdón, del geriátrico, se volvió millonario
a
raíz de esta actividad y otra también, exquisita: prestamista.
Mi
mente fue ideando un plan, moldeándolo en silencio domingo a domingo.
Conociendo
el dato de que los abuelos partirían el lunes en un tour a la fría Necochea,
en
plena temporada invernal, entré de madrugada al lugar. Entramos, mejor dicho,
mi
gatito Sasha y yo. Rocié todo con nafta, incluido el descapotable del tipo,
encendí
el fósforo que inició el incendio y escapamos en la oscuridad
tan
sigilosamente como habíamos llegado.
Esa
noche dormí mejor que nunca, como un ángel caído que trae justicia
a
un mundo cruel, un anti-sistema de los sin voz. El mundo se redimía
con
mis actos, con los actos de un héroe anónimo del cual nunca nadie sabría nada.
Me
levanté y encendí el televisor que informaba de la tragedia.
Los
ojos de Sasha hablaban al mirarme:
treinta
y nueve abuelos fallecidos en el incendio.
El
viaje era el lunes, pero no ése sino el siguiente,
debido
a un cambio de planes de último momento.
Entendí
en ese instante, que el infierno está tapizado de buenas intenciones.
El
velatorio movilizó a la ciudad completa, el dolor era terrible
y todos
lloraban desconsolados. Todos menos el tipo que sufría en silencio
por
el fin del negocio y su descapotable derretido.
Carcomido
en mi conciencia, como el personaje de Crimen y Castigo,
me
entregué confesando todo. Me declararon insano y paso los días
en
este neuro-psiquiátrico escribiendo al aire libre y disfrutando la belleza
de
lo simple. Como a mi madre, todos me dieron la espalda salvo mi amigo
Vladimir
y Sasha.
Sus
ojos cuando se cruzan con los míos vuelven a hablarme
y
me dicen tener un plan.
del libro
"Los
ojos de sasha
o
el fin de un sueño rojo" de editorial Leviantan (2018)
Fragmentos
de dharma y karma en la habitación 112
Un
gato roza el plato con agua que está apoyado sobre un rollo de papel gigante y
cae.
Al
derramarse genera un cortocircuito que incendia la imprenta.
Los
dueños retornan a Medio Oriente para emprender una nueva vida
desandando
el camino de sus antepasados y mueren en un bombardeo
dos
días después de haber llegado.
La
caja de fotos queda mal cerrada por la presión de una de ellas.
Ahora
fragmenta dos cuerpos y dos rostros familiares y extraños a la vez.
El
próximo en abrirla no advierte que cae al piso y será tirada a la basura.
Los
desechados son los abuelos, inmigrantes de una Europa del este desconocida,
ambos
sobrevivientes de Treblinka.
Una
paloma es aplastada por un auto al quedar sus patas adheridas en el asfalto.
El
conductor al intentar esquivarla se mete de lleno en un kiosco
y
da muerte al que lo atiende, desocupado tres días atrás.
Mi
amigo Pedro, ciego, cuando sale del centro Braille donde enseña Letras,
ingresa
al centro de atención para alcohólicos anónimos, donde toma clases
para
dejar de serlo.
La
enfermera suministra al paciente de la 109, pleno de vida,
el
medicamento correspondiente al de la 112. Su error destruye un ser humano
y
en su lugar nace una planta.
Intento
recordar, pero no lo logro con claridad, la vida parece hecha de retazos,
fragmentos.
Entre unos y otros, lo que asoma no siempre tiene explicación
o
si la tiene, es confusa. Yo era el paciente de la 112, estuve en coma
siete
semanas, cuando desperté escribí esto.
Los
que decían que moría tampoco acertaron.
Ceguera
De que el único que leyera sus poemas fuera yo.
Lo abracé, le dije que entendía perfectamente;
lo miré a los ojos
le puse este poema en el bolsillo
y me arrojé.
El pianista del Black Cat y otros poemas. Editorial La
carta de Oliver. 2007.
sin imaginar que nos convertiríamos en bestias.
Una noche en bosque-poesía y otros poemas. Poesía
Mayor, Editorial Leviatán. Buenos Aires, Argentina. Marzo 2014}
“ La camarera que se creía Greta Garbo y el plomero
que soñaba ser Lenin “ ( La carta de Oliver, Buenos Aires 2016 )