jueves, 23 de enero de 2020

Extracto de Sauce ciego, mujer dormida de Haruki Murakami





—A las tres de la madrugada, a todo el mundo le vienen a la cabeza muchas
cosas. Pensamos en esto y en lo de más allá. A todos nos ocurre lo mismo. Y
todos debemos encontrar nuestro propio método para evitarlo.
—Sí, tal vez —admití.
—A las tres de la mañana, también los animales piensan, ¿sabes? —me lo
dijo como si se le hubiera ocurrido de repente—. ¿Has ido alguna vez al zoo a
medianoche?
—No —le respondí distraído—. No,claro que no.
—Yo fui una vez. Conozco a un hombre que trabaja en el zoológico y, una vez que tenía turno de noche, le insistí mucho para que me llevara. Es que no se puede, ¿sabes? —dijo él agitando el vaso—. Fue una experiencia realmente extraña. Es imposible
explicarlo con palabras, pero me dio la sensación de que la tierra se abría en silencio y de que algo salía reptando de su interior. Y que esa cosa invisible que se había escurrido hacia fuera vagaba libremente por la oscuridad de la noche.
Era algo parecido a una masa de aire helado. Yo no lo veía. Pero los animales
lo sentían. Y yo sentía lo que los animales sentían. Porque, en definitiva, la faz de la tierra que nosotros pisamos conduce al mismo centro del globo terráqueo, y éste, a su vez, ha absorbido una cantidad asombrosa de tiempo.
Yo permanecía en silencio.
—No pienso volver jamás a un zoológico a medianoche.
—¿Es mejor con los tifones?
—Sí —dijo—. Muchísimo mejor

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