lunes, 22 de noviembre de 2010

Horacio Castillo ( 1934 Ensenada , 2010 La Plata)





El Pecho Blanco, El Pecho Negro

Mi madre tenía un pecho blanco y un pecho negro.
Al despertar tomaba el pecho blanco en su mano
y acercándolo a mis labios decía: Bebe, hijo mío,
y yo bebía una leche blanca, espesa, dulcísima.
Luego apretaba entre sus dedos el pezón negro
y colocándolo en mi boca repetía: Bebe, hijo mío,
y yo bebía una leche oscura, infinitamente agria.
Mi madre tenía un pecho blanco y un pecho negro.
De día, sosteniendo el pecho blanco en su mano
como una paloma, susurraba: Es la luz del mundo;
y a la noche, mientras exprimía suspirando
el pecho negro, prorrumpía: Es la oscuridad.
Mi madre tenía un pecho blanco y un pecho negro.
A veces exponía el pecho blanco al sol
y escondiendo bajo su ropa el pecho negro
canturreaba: Esta es la leche que sacia toda hambre,
y su rostro se iluminaba con una sonrisa inmortal.
Pero mi boca buscaba otra vez el pecho negro
y tomándolo en su mano con piadosa resignación
lo ponía en mis labios diciendo: Bebe, hijo mío,
y yo bebía ávidamente la leche que da más hambre.
Mi madre tenía un pecho blanco y un pecho negro.


Salto

Primero es un vacio en el estómago,
despues una sensacion de puro peso,
hasta sentir el tirón del correaje en los hombros
y la flor de seda que se abre encima de nosotros.

Entonces la respiración recupera su ritmo
y el mundo se ordena a nuestros ojos:
el campo roturado, las casas y los árboles,
el humo de la ciudad dispersándose hacia el río.

Hasta que la gravedad nos atrapa en su red
y nulas nuestras alas artificiales
caemos vertiginosamente contra la superficie
ávidos todavía de un aire que no es nuestro.



Gnosis

De pronto se abre un ojo nuevo en la frente,
otro ojo en la nuca, sendos ojos en los parietales,
un ojo en la espalda, otro en el abdomen,
un ojo en la planta del pie
Y todo se hace claro, obvio por fin:
la solapada materia del mundo,
la perversidad de lo real.

sábado, 20 de noviembre de 2010

Marina Colasanti (Asmara, Etiopia, 1937)



Yo soy una mujer

Yo soy una mujer
a la que siempre le gustó
menstruar.

Los hombres vierten sangre
por enfermedad
sangría
o puñaladas
roja urgencia
a estancar
trancar
en la maraña oscura
de las arterias.

En nosotras
la sangre aflora
como fuente
en lo cóncavo del cuerpo
ojo de agua escarlata
encharcado satén
que escurre
en hebras.

Nuestra sangre se da
a manos llenas,
se entrega al tiempo
como al viento la lluvia.

La sangre masculina
tiñe las armas y
el mar,
empapa el suelo
de los campos de batalla
salpica las banderas,
mancha la historia.

La nuestra se recoge
en paños blancos
escurre sobre los muslos
bendice la cama
manso sangrar sin grito
que anuncia
las redes de la hembra.

Yo soy una mujer
a la que siempre le gustó
menstruar.
Porque hay una sangre
que corre hacia la Muerte
Y la nuestra
que se entrega a la Luna.

Del libro Rota de colisão


Eu sou uma mulher


Eu sou uma mulher
que sempre achou bonito
menstruar.
Os homens vertem sangue
por doença
sangria
ou por punhal cravado,
rubra urgência
a estancar
trancar
no escuro emaranhado
das artérias.
Em nós
o sangue aflora
como fonte
no côncavo do corpo
olho-d’água escarlate
encharcado cetim
que escorre em fio.
Nosso sangue se dá
de mão beijada
se entrega ao tempo
como chuva ou vento.
O sangue masculino
tinge as armas e
o mar
empapa o chão
dos campos de batalha
respinga nas bandeiras
mancha a história.
O nosso vai colhido
em brancos panos
escorre sobre as coxas
benze o leito
manso sangrar sem grito
que anuncia
a ciranda da fêmea.
Eu sou uma mulher
que sempre achou bonito
menstruar.
Pois há um sangue
que corre para a Morte.
E o nosso
Que se entrega para a Lua.
(Rota de colisão)


I am a woman
/ I am a woman / who
always liked / to menstruate. / Men
shed blood / through illness / bloody / or
stabbings / red emergency / to clot / or
stop / in the dark murk / of the arteries.
/ In us / blood flowers / like a fountain /
in the concave of the body / eye of scarlet
water / saten puddle / that drips in
thread. / Our blood is offered / in full
hands / ceded in time / like rain or wind.
/ Mens blood / taints weapons and / the
sea / drenches the floor / of the battlefields
/ smears the flags / stains history. /
Ours we gather / in white cloths / drips
on the thighs / blesses the bed / gently
bleed without scream / that announces
/ the round of the woman. / I am a
woman / who always liked / to menstruate.
/ Because there is a blood / that
runs towards Death / And ours / we
cede to the Moon.
(Rota de colisão)


Viernes por la noche

Viernes por la noche
los hombres acarician el clítoris de las esposas
con dedos mojados de saliva.
El mismo gesto con que todos los días
cuentan dinero papeles documentos
y hojean en revistas
la vida de sus ídolos.
Viernes por la noche
los hombres penetran a sus esposas
con tedio y pene.
El mismo tedio con que todos los días
enfilan su auto en el garage
el dedo en la nariz
y meten la mano en el bolsillo
para rascarse los huevos.
Viernes por la noche
los hombres roncan boca abajo
mientras las mujeres en lo oscuro
encaran su destino
y sueñan con el príncipe encantado.

Sexta-feira á noite

Sexta-feira à noite / os homens acariciam o ctitóris das esposas / com dedos molhados de saliva / O mesmo gesto com que todos os dias / contam dinheiro papéis documentos / e folheiam nas revistas / a vida dos seus ídolos.
Sexta-feira à noite / os homens penetram suas esposas / com tedio e penis. / O mesmo tedio com que todos os dias / enfiam o carro na garagem / o dedo no nariz / e metem a mâo no bolso / para coçar o saco.
Sexta-feira á noite / os homens ressonam de borco / enquanto as mulheres no escuro encaram seu destino / e sonham com o príncipe encantado.

sábado, 13 de noviembre de 2010

Emma Barrandéguy (1914 Gualeguay , 2006 Gualeguay )




El cuerpo

¿Por qué no es posible el amor?,
me preguntas.
Somos viejos, respondo.
Y que pases tu mano
por mi pierna,
me da cierta vergüenza.
Tontería, dice el amigo
y cediendo
me tiendo a su lado como cuando era joven
y lo ignoraba.
Pienso en todos los viejos
que desde un banco al sol
miran transcurrir las muchachas.
En mi padre y sus esquelas victorianas
a las niñas de los mandados.
Pienso en mi madre pulcra
cubriendo sus desnudos en un último gesto.
Pienso que los viejos son como todos
y apetecen sin pausa
si no han sido saciados.
El cuerpo gira ante sus ojos
con el gusto de los prohibido,
como siempre.
Se los instala en la sabiduría
y no la tienen;
codician como jóvenes,
tienen pequeñas ternuras
como mi amigo,
tienen lascivas preferencias
que no les cuentan a los otros,
tienen derecho al amor
aun a costa del ridículo.
Y si pasan tomados de la mano
o se encierran en su mundo
con las persianas bajas,
tendríamos que mirarlos sin asombro
como a lentos vagabundos
o discretos amantes que renuevan caricias.

Emma Barrandéguy, Camino hecho, 1991.


Ocho de septiembre

Viniste a mí en la madrugada,
te tendiste a mi lado sobre las sábanas.
Tu pudor, tu inocencia, tu miedo
rehuían el calor de mis brazos.
Pero acaso anhelabas
sentirte besar así el cuello o las manos.
Pusiste tu cabeza en mi hombro
y charlamos y dormimos
incómodas y felices
por una entrega que no era sino amistosa,
por una necesidad fraterna que se cumplía.
Por la mañana,
levanté las persianas
y oí tu ruego de que no me marchara.
Quizás la difícil confidencia
se ablandaba en tu boca,
pero el día ya no me pertenecía.
Y así fue que dejé tu casa
y ninguna palabra mía penetró ya en tus oídos
ni brilló en tus ojos desconsolados.
A veces pienso que tuviste miedo,
pero cuando te vi pintarte los párpados
supe que te había perdido para siempre.



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