sábado, 21 de agosto de 2021

Nadia Anjuman (Herat, 1980-2005).

 


No tengo ganas de abrir la boca
¿Qué debo cantar?
Yo, odiada por la vida,
No hay diferencia entre cantar y no cantar.
¿Por qué debo hablar de la dulzura
Cuando siento tanta amargura?
Oh, el festín del opresor
Me tocó la boca.
No tengo ni un compañero en esta vida
¿Para quién puedo ser dulce?
No hay diferencia entre hablar, reír,
Morir, ser.
Yo con mi soledad agotada
Con dolor y tristeza.
Nací para nada.
La boca se debe precintar.
Oh, mi corazón, ya sabes que es primavera
Y momento para celebrar.
¿Qué debo hacer con un ala atrapada,
Que no me deja volar?
He estado callada demasiado tiempo
Pero nunca olvido la melodía,
Porque cada momento cuchicheo
Las canciones de mi corazón
Que me recuerdan el
Día que voy a romper la jaula.
Volar de esta soledad
Y cantar con melancolía.
No soy un débil álamo
Que cualquier viento va a sacudir.
Soy una mujer afgana,

Así que sólo tiene sentido gemir.

martes, 17 de agosto de 2021

Carlos Moises Grünberg ( Buenos Aires 1903,1968)









 Circuncisión


Hace ocho días que naciste,
hace un minuto que eres triste.

En el salón había masas,
había gente, había tazas.

También había dos sillones,
los dos cubiertos de almohadones.

Uno esperaba al nabí Elías.
como los nuestros al Mesías.

Ningún nabí, por cierto, vino
para asistir a tu padrino.

Éste ocupó, muy tieso, el otro
y echó a sudar como en un potro.

Quizá el calor; quizá la gloria
de ser tu mesa operatoria.

Tú dormitabas en sus brazos,
todo mantillas, todo lazos.

Entre la gente había un hombre
que en español no tiene nombre.

Según suicida y homicida,
lo trataré de circuncida...

Traía algunos instrumentos
y dos o tres medicamentos.

Te desnudó con mucha ciencia;
con femenina diligencia.

Bendijo a Dios por el precepto,
del cual, sin duda, es un adepto.

Sufrió en su hora el sacrificio
y hoy circuncida por oficio.

El sacrificio fue instantáneo;
fue casi un rayo subitáneo.

Cortó el sobejo como un rizo
para volverte circunciso.

Cortó el sobejo filisteo
para trocarte en un hebreo.

Cortó el sobejo por que eres
Judá ben Sion y no Juan Perez.

Ahora sangra, lloras gritas.
Gritas con gritos israelitas.

No grites más; no llores tanto.
deja tus gritos y tu llanto.

Sangrar no es nada, pero nada.
Sangrar es sólo una bobada.

Aún ignoras, pobre crío,
que cuesta sangre ser judío.

Que cuesta sangre, como el arte.
Como si fuese un arte aparte.

Que cuesta sangre día a día,
del nacimiento a la agonía.

¡Que cuesta sangre y que con ésta
va la primera que te cuesta!



 del libro “ Mester de Judería”

prologado por Jorge Luis Borges, Buenos Aires,

2 de agosto de 1940

domingo, 1 de agosto de 2021

Stephen Harold Spender (Kensington 1909-Londres, 1995)

 


A mi hija:

 

Mientras ahora vamos caminando, mi hija

 Alegremente aferra un dedo mío con toda su mano.

 Toda mi vida sentiré que un invisible anillo

 Circunda ese hueso con su brillo; cuando crecida

 Esté muy lejos de hoy, como sus ojos ya lo están.

 

 

To my daughter

Bright clasp of her whole hand around my finger
My daughter, as we walk together now.
All my life I’ll feel a ring invisibly
Circle this bone with shining: when she is grown
far from today as her eyes are far already.

 


domingo, 25 de julio de 2021

Bertha Kling (1907-1978 )



Ahora
Que la habitación está vacía,
Tus formas surgen
De tu persistente humo.
Hablando
De palabras no dichas,
De pavor y alegría,
Tu mirada
En anillos de bruma que se esfuman...
***
Me apretaste
Contra ti
Y no advertiste
Que un botón de tu manga
Se enganchó en mis cabellos
Y arrancó algunos.
Cerré los ojos
De alegría y dolor,
Me mordí el labio
Y permanecí en silencio.
____________________
Trad. del yiddish al inglés, Abigail Weaver; versión del inglés al castellano, Jonio González.
____________________
Now
that the room is empty,
Your form rises
From your lingering smoke.
Telling
Of words unspoken,
Of dread and joy,
Your gaze
In dissolving rings of haze . . .
***
איצט
אַז דאָס צימער איז לער,
הױכט דײַן געשטאַלט
פֿון דײַן פֿאַרבליבענעם רױך.
דערצײלן
פֿאַרשװיגענע רײד
פֿון שרעק און פֿרײד,
דײַן הױך
אין די צעגאַנגענע רינגען פֿון רױך. . .
***
You pressed me close
to you,
and didn’t realize
That a button from your sleeve
was stuck in my hair
And tore some out.
I closed my eyes
In joy and pain,
Bit my lip,
And stayed silent.
***
האָסט מיך צוגעדריקט
צו זיך
און ניט געװוּסט,
אַז אַ קנעפּל פֿון דײַן אַרבל
האָט מײַנע האָר פֿאַרצױגן
און געריסן.
האָב איך צוגעמאַכט די אױגן,
פֿאַר פֿרײד און װײ
די ליפּן זיך געביסן,
און געשװיגן.

sábado, 24 de julio de 2021

"Everything and nothing" de Jorge Luis Borges





Nadie hubo en él; detrás de su rostro (que aun a través de las malas pinturas de la época no se parece a ningún otro) y de sus palabras, que eran copiosas, fantásticas y agitadas, no había más que un poco de frío, un sueño no soñado por alguien. Al principio creyó que todas las personas eran como él, pero la extrañeza de un compañero con el que había empezado a comentar esa vacuidad, le reveló su error y le dejó sentir, para siempre, que un individuo no debe diferir de la especie. Alguna vez pensó que en los libros hallaría remedio para su mal y así aprendió el poco latín y menos griego de que hablaría un contemporáneo; después consideró que en el ejercicio de un rito elemental de la humanidad bien podría estar lo que buscaba y se dejó iniciar por Anne Hathaway, durante una larga siesta de junio. A los veintitantos años fue a Londres. Instintivamente, ya se había adiestrado en el hábito de simular que era alguien, para que no se descubriera su condición de nadie; en Londres encontró la profesión a la que estaba predestinado, la del actor, que en un escenario, juega a ser otro, ante un concurso de personas que juegan a tomarlo por aquel otro. Las tareas histriónicas le enseñaron una felicidad singular, acaso la primera que conoció; pero aclamado el último verso y retirado de la escena el último muerto, el odiado sabor de la irrealidad recaía sobre él. Dejaba de ser Ferrex o Tamerlán y volvía a ser nadie. Acosado, dio en imaginar a otros héroes y otras fábulas trágicas. Así, mientras el cuerpo cumplía su destino de cuerpo, en lupanares y tabernas de Londres, el alma que lo habitaba era César, que desoye la admonición del augur, y Julieta, que aborrece a la alondra, y Macbeth, que conversa en el páramo con las brujas que también son las parcas. Nadie fue tantos hombres como aquel hombre, que a semejanza del egipcio Proteo pudo agotar todas las apariencias del ser. A veces, dejó en algún recodo de la obra una confesión, seguro de que no la descifrarían; Ricardo afirma que en su sola persona, hace el papel de muchos, y Yago dice con curiosas palabras “no soy lo que soy”. La identidad fundamental de existir, soñar y representar le inspiró pasajes famosos. Veinte años persistió en esa alucinación dirigida, pero una mañana lo sobrecogieron el hastío y el horror de ser tantos reyes que mueren por la espada y tantos desdichados amantes que convergen, divergen y melodiosamente agonizan. Aquel mismo día resolvió la venta de su teatro. Antes de una semana había regresado al pueblo natal, donde recuperó los árboles y el río de la niñez y no los vinculó a aquellos otros que había celebrado su musa, ilustres de alusión mitológica y de voces latinas. Tenía que ser alguien; fue un empresario retirado que ha hecho fortuna y a quien le interesan los préstamos, los litigios y la pequeña usura. En ese carácter dictó el árido testamento que conocemos, del que deliberadamente excluyó todo rasgo patético o literario. Solían visitar su retiro amigos de Londres, y él retomaba para ellos el papel de poeta. La historia agrega que, antes o después de morir, se supo frente a Dios y le dijo: “Yo, que tantos hombres he sido en vano, quiero ser uno y yo”. La voz de Dios le contestó desde un torbellino: “Yo tampoco soy; yo soñé el mundo como tú soñaste tu obra, mi Shakespeare, y entre las formas de mi sueño estabas tú, que como yo eres muchos y nadie”.

viernes, 23 de julio de 2021

Sandro Cohen (1953-2020)

 


Laberinto


El silencio me arropa con su abrazo.

Me acaricia la cara y me da un beso.

Con el silencio escucho a todo el mundo

tan cerca y hasta el fondo, que es la fértil

nada sobre la cual construimos todo.

En el principio el verbo fue el silencio.

Emanó el cosmos de su pecho madre.

Vibraron por encima de sus ondas

los primeros tejidos de la música,

aquella cuyas cuerdas nos sostienen.

Busco, pues, el silencio en todas partes.

En el silencio escucho nuestra música.


del libro Flor de piel


Esto, en esencia, se acabó.

Esto, en esencia, se acabó.

Hace mucho empezó, lo sé,

pero desde hace rato no me siento

inmortal. Y cuando yo ya no esté,

las servilletas seguirán

en su mismo lugar sobre la mesa,

los mismos autos se estacionarán

en los mismos lugares, más o menos,

con los mismos niveles de esa angustia

tan mexicana y entrañable,

pero yo ya no los veré

desde esta mesa verde con mantel,

sentado en esta silla

de plástico innegable

que me permite estar tranquilo,

leyendo las noticias de las cuales

ya no voy a enterarme, a medio metro

de la banqueta donde se pasean

señoras con sus perros y sus hijos,

donde colocan, con cuidado, bolsas

de basura en espera del camión

que ya no tarda con su campanita

insoportable, pero yo

ya no pienso quejarme,

ni me taparé los oídos:

simple y sencillamente, no estaré.

Y es difícil hacerme

a la sólida idea de mi ausencia,

pero es palpable, tan palpable como

los pechos de una joven, o sus labios,

o su manera de pedirme

que le haga caso, ¿pero cómo,

si ya no voy a estar?

Y no he estado desde hace muchos años.

Estas palabras, que se escriben solas,

serán mi testimonio, darán fe

de que por fin lo he comprendido:

solo un poco estaremos en la tierra,

pero es de todos, como he sido todos,

y entre todos escribiremos

las palabras que urgen,

aquellas que se escapan

y que hemos dicho desde siempre.

sábado, 17 de julio de 2021

" Una historia sobre el cuerpo" de Robert Hass

 

El joven compositor, que trabajaba ese verano en una colonia de artistas, la había observado durante una semana. Ella era japonesa, pintora, tenía casi sesenta y él pensó que estaba enamorado de ella. Amaba su trabajo y su trabajo era como la forma en que ella movía su cuerpo, usaba sus manos, lo miraba a los ojos cuando daba respuestas divertidas y consideradas a las preguntas de él.

Una noche, volviendo de un concierto, llegaron hasta la puerta de su casa y ella se volvió hacia él y dijo: «Creo que te gustaría tenerme. También a mí, pero debo decirte que he sufrido una doble mastectomía». Y cómo él no entendía, aclaró: «He perdido mis dos pechos».

La radiante sensación que él había llevado consigo en su estómago y en la cavidad de su pecho ––como música–– se marchitó de pronto y él se obligó a mirarla mientras decía «Lo siento. Creo que no podría».

Volvió a su propia cabaña a través de los pinos, y a la mañana se encontró un pequeño recipiente azul en el porche. Parecía estar lleno de pétalos de rosa, pero cuando lo levantó, vio que los pétalos de rosa estaban arriba; el resto del bol ––ella las había barrido, seguramente, de los rincones de su estudio–– estaba lleno de abejas muertas.

 


Traducción: Ana María Shua.