viernes, 23 de julio de 2021

Sandro Cohen (1953-2020)

 


Laberinto


El silencio me arropa con su abrazo.

Me acaricia la cara y me da un beso.

Con el silencio escucho a todo el mundo

tan cerca y hasta el fondo, que es la fértil

nada sobre la cual construimos todo.

En el principio el verbo fue el silencio.

Emanó el cosmos de su pecho madre.

Vibraron por encima de sus ondas

los primeros tejidos de la música,

aquella cuyas cuerdas nos sostienen.

Busco, pues, el silencio en todas partes.

En el silencio escucho nuestra música.


del libro Flor de piel


Esto, en esencia, se acabó.

Esto, en esencia, se acabó.

Hace mucho empezó, lo sé,

pero desde hace rato no me siento

inmortal. Y cuando yo ya no esté,

las servilletas seguirán

en su mismo lugar sobre la mesa,

los mismos autos se estacionarán

en los mismos lugares, más o menos,

con los mismos niveles de esa angustia

tan mexicana y entrañable,

pero yo ya no los veré

desde esta mesa verde con mantel,

sentado en esta silla

de plástico innegable

que me permite estar tranquilo,

leyendo las noticias de las cuales

ya no voy a enterarme, a medio metro

de la banqueta donde se pasean

señoras con sus perros y sus hijos,

donde colocan, con cuidado, bolsas

de basura en espera del camión

que ya no tarda con su campanita

insoportable, pero yo

ya no pienso quejarme,

ni me taparé los oídos:

simple y sencillamente, no estaré.

Y es difícil hacerme

a la sólida idea de mi ausencia,

pero es palpable, tan palpable como

los pechos de una joven, o sus labios,

o su manera de pedirme

que le haga caso, ¿pero cómo,

si ya no voy a estar?

Y no he estado desde hace muchos años.

Estas palabras, que se escriben solas,

serán mi testimonio, darán fe

de que por fin lo he comprendido:

solo un poco estaremos en la tierra,

pero es de todos, como he sido todos,

y entre todos escribiremos

las palabras que urgen,

aquellas que se escapan

y que hemos dicho desde siempre.

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