lunes, 19 de agosto de 2013

Juan Sasturain (1945 , González Chaves, Provincia de Buenos Aires)



Poema para recuperar una mujer


Dicen que hay dos clases de mujeres:
las que te cobran y las que te lo hacen pagar.
La que yo digo es de clase única.
No tiene caja habilitada
y ya gastó su talonario de facturas
en el último ejercicio registrado en común.
Ahora sólo espera que yo llegue
regalado.
Dicen que hay dos clases de regalos:
los que se esperan y
los que se hacen esperar.
El que yo digo es de clase única.
Se empaqueta solo
se pone el moño desde adentro y se arrima
a la puerta de su amor a esperar que le abran.
Dicen que hay dos clases de amor:
el que te mata y el que no te deja vivir.
El que yo digo es de clase única.
Pasta en la reserva para animales
en vías de extinción,
se cuida con fervor de resucitado y ya
no muerde:
come de la mano y hasta se deja domesticar
sin que se le marchiten los colores
o lo espante la muerte.
Dicen que hay dos clases de muerte
pero no es cierto:
sólo hay una y ya pasó.

la mentira y sus piernas

La mentira tiene piernas muy cortas;
la verdad no camina, se arrastra,
las palabras se mueven con soltura ideal.
las mentiras tiene piernas muy bellas,
la verdad se las mira de reojo
y el mundo silba, se hace el distraído.
La mentira tiene piernas muy largas,
yo camino con mis pies y, como el mundo,
me muero por las dulces, suaves piernas
de la mentira, que ni se acuerda de mi.


de Carta al Sargento Kirk y otros poemas de ocasion

domingo, 18 de agosto de 2013

Daniel Ponce (Buenos Aires , 1956)


Dos a borrar


"Tenia poco acuerdo con mi padre
aunque fingíamos una tregua perpetua:
cada uno narraba noticias apócrifas del otro.
Nos hundíamos en el encomio mutuo
o en anécdotas banales. Algo así
como el contorno de la verdad.
Los años nos obligaron a escribir
biografías absurdas, de otros dos
que no éramos nosotros. Hablaban
de seres razonables, seguros de sí.
Persuadimos a unos pocos incautos.
El murió, de pronto, para derrumbar en mí
una estatua de malentendidos.
Ahora, cuando lo oigo hablar en mi sueños
y le digo que me niego a viajar al pasado,
hacía un tiempo que no me concierne,
toma un aspecto sombrío y aguarda
en el silencio (cada cual sabe
me hacen falta dos para el desamparo).
El resto es durar, hasta aquel día
en que moriremos juntos
cuando yo muera".


Da lo mismo


Es igual salir a la lluvia
o quedarse de este lado de la puerta
a contar silabas
en la oscuridad perpetua.
Todo escapa y cambia y enmudece.
Se vacian las horas.Si los objetos
pudiesen delatar nuestra desdicha
seria perfecto el hastio.

de "Hablar de Poesia" numero 7


Lorena Curruhinca (1981, Viedma, Provincia de Río Negro, Argentina)


Hay quienes comparan nadar
con un regreso a la panza de la madre:
revivir estar en líquido amniótico.

El saco amniótico es un recinto reducido
(se estira, estira la piel todo lo que se pueda)
que amortigua y el feto puede saltar ahí, moverse:
estar protegido de posibles golpes exteriores.

El río es un lugar inmenso, no hay paredes ni barandas
donde sostenerse.

La relación entre mamá y yo no está en el agua:
nunca nadé soñando estar dentro de ella.
Doy brazadas sin ninguna pretensión embrionaria:
hago inmersiones sin buscar ningún sentido a nuestro vínculo
salgo a respirar como todo mamífero que sueña con ser pez
pero sabe que en el aire está su vida.

Mi mamá me enseñó a crecer
sin tener que dejarme el traje de buceo puesto.



De: "Una chica de río", Colectivo Semilla, 2012

Javier Foguet(Tucuman, 1977)


Al oído

Hay, sobre lo real, una costra
que las palabras no logran
disolver.
Ahora lo sé. No hubiera podido
decirlo antes.
Pero las palabras
no deben endurecerse
o fingir una luz
más líquida que la miel
que siempre ha dado cuerpo
a tu voz.
Las palabras toman su cuerpo
de tu cuerpo:
coraje, mi amor,
toma el cuerpo de tus ojos.
Es la ley de la poesía
que quiebra toda ley de lenguaje.


a María Josefina Sánchez

domingo, 11 de agosto de 2013

Dylan Thomas (Swansea, Gales, 1914 – Nueva York, 1953)


Notas sobre el arte de la poesia


Les confieso que en un principio quise escribir poesía porque me había enamorado de las palabras. La poesía para niños fue la primera que conocí y aún antes de ser capaz de leer solo una línea me enamoré de las palabras, de las palabras en sí mismas. Lo que representan, su simbología o significado real, era secundario para mí. Lo que contaba era la música, el sonido con que las había recibido de los labios de los remotos e incomprensibles adultos que, por alguna razón, aparecían en mi mundo.

Aquellas palabras fueron para mí como podrían ser para quien, sordo de nacimiento, recuperase milagrosamente el sentido auditivo; el sonar de las campanas, el lenguaje de los instrumentos, el rumor del viento, de la lluvia, el tintineo de los tarros del carro del lechero, los suspiros de los ramos en las macetas de las ventanas. No me importaba su significado; ni siquiera aquellas que pudieran salvar a Jack y Hill o a Mama Oca. Me golpeaba la forma del sonido que aquellos nombres y las palabras que describían sus acciones producían en mis orejas: el color que las palabras creaban ante mis ojos. Acepto que, al volver atrás con el pensamiento rememoro románticamente mi reacción frente a la simple belleza de loe “términos” de aquellas ingenuas poesías. Me enamoré a primera vista. Y estoy todavía a merced de las palabras.

Cuando comencé a leer poesía infantil yo solo y, más adelante, todo tipo de versos, comprendí que había descubierto la cosa más importante del mundo para mí. Estaban ahí, aparentemente muertas, hechas sólo de negro y blanco; pero fuera de eso, fuera de su ser, mutaban en amores y temores; y piedad y dolor y maravilla y todas las otras sensaciones que hacen peligrosa, grande y soportable nuestra efímera vida.

Y aunque el significado de las palabras fuese divertido, mucho más divertidas me parecían entonces las formas, las dimensiones; el rumor de las palabras. Cómo se juntaban, rozaban, intercambiaban y co-engranaban. Era el tiempo de la inocencia. Las palabras eran como la primavera, frescas como un rugido en el paraíso, como si volasen en el viento. Hacían sus asociaciones autónomamente mientras explotaban y brillaban. Me golpearon profundamente los versos de John Donne; “Ve a buscar una estrella candente, una raíz de mandrágora”, a pesar de que no alcancé a entenderlo la primera vez que lo leí. A medida que adentraba en la lectura –y no sólo de poesías- mi amor por la vida real de las palabras fue aumentando ya que comprendí que debía vivir con ellas y en ellas para siempre.
No me gusta escribir sobre las palabras: sólo encuentro las peores. Me gusta usar las palabras como el artesano la madera o la piedra: tallarlas; modelarlas, pulirlas hasta lograr el modelo capaz de imprimir impulsos líricos, dudas o convicciones, verdades vagamente percibidas que debo tratar de entender y realizar.

Los escritores que influyeron mi primera poesía y mis cuentos fueron, simple y sinceramente, todos. Todos los que leía en ese tiempo. Y, como pueden ver, van de los escritores de aventuras para niños hasta maestros incomparables e inimitables como Blake. Esto quiere decir que uno se influye tanto de los buenos como de los malos escritores Yo traté de eliminar las malas influencias, poco a poco, eco a eco, a través de tentativas y errores, alegrías, tristezas y dudas, de tanto amar las palabras y odiar aquellas pesadas manos que las humillaban.

Lo primero que me hizo amar el lenguaje y me decidió a trabajar en eso y para eso fue esa gran mezcla de poesía infantil, cuentos de hadas, baladas escocesas, la Biblia, los cantos de la inocencia de Blake y de su incomprensible absurdidad mágica; oído, leído y casi asesinado en la escuela.

Ningún escritor honesto, puede hoy negar la influencia del trabajo pionero de Freíd en el campo del inconsciente y sus aportes a la labor científica, filosófica y artística de sus contemporáneos, aunque no necesariamente a través de su obra.

En cuanto al uso deliberado de las rimas, ritmos y palabras nuevas contesto que si. Soy un consciente y serio creador de palabras, aun cuando el resultado pueda ser vano y yo use de modo equivocado mis dotes técnicas. Me sirvo de cualquier cosa para que mi poesía crezca y se mueva en la dirección que yo deseo: viejos trucos, nuevos trucos, juegos de palabras, calembours, paradojas, alusiones, asonanzas, vocalismos, ritmos rotos. Cualquier esquema lingüístico existe porque se ha usado. El poeta debe divertirse alguna vez y el movimiento y retorcimiento de las palabras, las invenciones y los juegos, forman todos parte de la alegría que también pertenece a este trabajo doloroso y esforzado.

Quieren saber si mi combinación de palabras en la búsqueda de algo nuevo, “a la manera surrealista”, se basa en una fórmula determinada o espontánea. Creo que hay una confusión; porque la fórmula preestablecida del surrealismo era la yuxtaposición de lo de lo impremeditado. A ver si lo aclaro. Los surrealistas querían adentrarse en el subconsciente, en aquello que existe bajo la capa del consciente, y apresar sus imágenes sin la ayuda de la lógica, de la razón, trasladándola, sin lógica ni razón, a la pintura o literatura.

Afirmaban que, estando sumergidas las tres cuartas partes del espíritu, era deber del artista buscar material en la inmensa masa sumergida que, como la punta de un iceberg, emerge del mar del subconsciente. Los surrealistas gustaban relacionar en la poesía palabras e imágenes que no tuvieran conexiones racionales y esperaban lograr así un tipo de poesía del sueño que estuviera más cerca del mundo de la imaginación que la poesía concreta en que se apoya en los objetos, ideas, imágenes. Reducido, éste era el credo surrealista, con el cual estoy en profundo desacuerdo. No me interesa de donde pudieran venir las imágenes de la poesía; que las saquen, si quieren, del vasto mar del misterio, pero, antes de llegar al papel deberán pasar todos los procesos racionales del intelecto. Por otra parte, los surrealistas metían ahí las palabras tal cual emergían del caos; no las modelaban ni las ordenaban porque para ellos el mismo caos es forma y orden. Ellos pensaban que cada cosa salida de sus subconscientes y transformada en pintura o palabras debía ser absolutamente válida e interesante. Uno de los predicamentos del poeta consiste en hacer comprensible y claro todo lo que rastrea en su interior. El intelectual debe seleccionar en la masa amorfa de las imágenes del subconsciente aquello que mejor favorece su soplo imaginativo.

¿Cuál es mi definición de la poesía? Yo no leo más que por puro placer personal. Y si la encuentro todo lo que puedo decir es: ¡Eso!, y la leo porque me gusta. Lean, entonces, la poesía porque les gusta. Sin preocuparse si es importante o si durará. Después de todo ¿qué importa saber qué es la poesía? Si quieren una definición, aquí va: “La poesía es aquello que me hace reír, o llorar, o arrepentirme, que hace relucir la uñas de mis pies, que me hace esto, o aquello, o nada”, y así es.

La verdadera importancia de la poesía reside en el placer que procura, aun cuando es trágica. Lo que cuenta es el eterno movimiento que existe dentro de ella; la vasta corriente subterránea de dolor, ternura, exaltación, o ignorancia humana que se encuentra hasta en poemas no profundos.

Yo puedo examinar una poesía y ver qué cosa la hace vivir técnicamente. Pero nada tiene eso que ver con el misterio que ha llegado a conmoverme. El mayor creador deja siempre huecos en su trabajo poético, de modo que aquello que no se encuentra en la poesía pueda resplandecer en uno.

El placer y la función de la poesía están hoy, como en el pasado, en la celebración del hombre que es la única celebración de Dios.


Traduccion de Pedro J. Albertelli , de la Revista Sur Numero 283 , Buenos Aires)

sábado, 10 de agosto de 2013

Enrique Banchs ((Buenos Aires, 1888-1968)




Del poemario " La urna"

Los álamos están como soñando,
quietos en la dulzura vespertina;
bajo la rutilancia mortecina
del sol la fronda muda está soñando.

Todo está mudo como siempre cuando
la ilusión de las formas se termina;
y el aire, hecho silencio, disemina
la paz letal de los que están soñando...

¡Otro día que pasa y no la viste!
Ayer tampoco y así siempre. El cielo
como una hoja seca cae del cielo.

El día pasa y caminante triste
todo se lleva en triste compañía,
que triste compañía es mi consuelo.



El Cristo del juzgado

Mientras lee el secretario con voz que atrista
de los considerandos partes primeras,
el juez que tiene cara de prestamista
va marcando el programa de las carreras.

Se trata del proceso de un anarquista
que gritó cuatro cosas por las aceras,
y el a latere docto pasa en revista
los cargos que merecen penas severas.

Tiene el muro un doliente Crucificado
que fermenta en sus llagas toscos rubíes.
Cercanas a los clavos del pie llagado

se entretejen rojizas llagas de herrumbre...
(¿Qué hará entre providencias y entre otrosíes
ese cuerpo de ayunos y mansedumbres...?)

Las barcas [1907]

Tomado de la antologia "Elogio de la pasion secreta"

Sombra

Si la muerte es final, total olvido,
el alma, en ese sueño no sentido,
nada es, pues no sabe que ha vivido;
nada, pues de sí misma está vacía.

O, acaso, sombra es de lo que ha sido,
y en vena vana hay eco de un latido
y oye caer en ilusorio oído
hojas secas de extinta melodía.

Sombra. Sombra de todo lo perdido,
reflejo que por siempre ha recogido
fugaz amor e instante de agonía,

y por siempre, en el Tiempo detenido,
sueña que es cierto su vivir mentido
porque espera la muerte todavía.








sábado, 3 de agosto de 2013

T. S. Eliot (St. Louis, Misuri;1888 - Londres; 4 de enero de 1965)


La tierra baldía

La inhumacion de los muertos ( extracto)

"Abril, es el mes más cruel,esparce
lilas por la tierra muerta,confunde
memoria y deseo,agita
las negras raíces con lluvias de primavera.
El invierno nos mantuvo al abrigo, cubrió
el suelo con una nieve descuidada, dando
un toque de vida a los brotes resecos"

El sermon del fuego


"Una rata se deslizo sigilosa entre la hojarasca
restregando su gruesa barriga por la orilla
mientras yo pescaba en el oscuro canal
una tarde de invierno detrás del gasómetro
cavilando sobre el naufragio de mi hermano el rey
y sobre la muerte ,antes, de mi padre el rey."


Muerte por agua

Flebas el fenicio, quince lunas que yace en tierra.
olvidó el grito de las gaviotas, y el infinito mar
embravecido, y los beneficios y las pérdidas.
un vendaval submarino
desmenuzó sus huesos en un murmullo. Mientras crecía
y decrecía, repasaba las escenas de su vejez y juventud
entrando en el torbellino.
Judío o gentil
Oh tú que haces girar la rueda y vaticinas los vientos
medita sobre Flebas, otrora tan perfecto y alto como tú.



Traduccion de Walter Cassara

The Waste Land

The burial of the dead



"April is the cruellest month, breeding
Lilacs out of the dead land, mixing
Memory and desire, stirring
Dull roots with spring rain.
Winter kept us warm, covering
Earth in forgetful snow, feeding
A little life with dried tubers."

The fire sermon

"A rat crept softly through the vegetation
Dragging its slimy belly on the bank
While I was fishing in the dull canal
On a winter evening round behind the gashouse
Musing upon the king my brother's wreck
And on the king my father's death before him."

Death by water

Phlebas the Phoenician, a fortnight dead,
Forgot the cry of gulls, and the deep seas swell
And the profit and loss.
A current under sea
Picked his bones in whispers. As he rose and fell
He passed the stages of his age and youth
Entering the whirlpool.
Gentile or Jew
O you who turn the wheel and look to windward,
Consider Phlebas, who was once handsome and tall as you.




Correspondencias de La Divina Comedia con La Tierra Baldia

en este caso en las inumacion de los muertos en notas del propio Eliot



 Cf. Infierno, III, 55-57:

sí lunga tratta

di gente, ch’io non averei creduto
che norte tanta n’avesse disfatta.

“y tras ella venía tal hilera
de gente, que jamás yo imaginara
que la muerte pudiese destruirla”.

(Traducción de Ángel J. Battistessa)


65. Cf. Infierno, IV, 25-27:
Quivi, secondo che per ascoltare,
non avea pianto mai che di sospiri
che l’aura eternal facevan tremare.
“Allí, de acuerdo con lo que escuchaba,
no había otro llanto que el de los suspiros
que hacían retemblar el aura eterna”.
(Traducción de Ángel J. Battistessa)


" Ciudad irreal,
bajo la espesa niebla de un alba invernal,
las multitudes fluían por el puente de Londres; eran muchísimos,
nunca creí que la muerte hubiera aniquilado a tantos.
Se desprendían suspiros, breves y entrecortados,
y cada hombre miraba fijamente la punta de sus pies.
Fluían por la pendiente, bajando hacia King William,
donde Santa María Woolnoth daba la hora
con un eco mortecino en el repique final de las nueve."


" Unreal City,
Under the brown fog of a winter dawn,
A crowd flowed over London Bridge, so many,
I had not thought death had undone so many.
Sighs, short and infrequent, were exhaled,
And each man fixed his eyes before his feet.
Flowed up the hill and down King William Street,
To where Saint Mary Woolnoth kept the hours
With a dead sound on the final stroke of nine."




En el capitulo  lo que dijo el trueno

90. Cf. Infierno, XXXIII, 46:
e dio sentí chiavar l’uscio di sotto
all’ orribile torre.
“y yo oí clavar la puerta de abajo
de la horrible torre”.
(Traducción de Ángel J. Battistessa)

Dayadhvam: Escuché la llave
girando en la puerta, girando sólo una vez
pensamos en la llave, cada uno en su cárcel
pensando en la llave, cada uno confirma su cárcel
sólo al crepúsculo, ruidos etéreos
reaniman un poco a un Coriolano deshecho