sábado, 4 de diciembre de 2010

Juan Manuel Inchauspe (Santa Fe, 1940-1991)





De Poemas 1964-1975/1977

7

Una vez más abril
es la gran rueda.

La rama desnuda
más allá de la ventana.

El pobre fuego
encendido
sobre el vacío de alguna página.

Pero por sobre todas las cosas
la soledad de nuestras palabras
tratando de romper la fría
compacta materia.

Los recuerdo que vuelven
a hundirse en nuestras cuevas
después de haber intentando inútilmente
-árbol mutilado cuyo verdor recuerdo-
poblar el constante
desierto de la tarde.

1969

La araña

La veo asomarse en el orificio de un tronco podrido.
¿Cuál es, exactamente, su mundo? No lo sé.
Quizás sea ese tenso cordaje
entre ramas y hojas,
sobre el cual pretende ahora avanzar.

Alrededor nada se mueve.
Pero ella debe haber escuchado un oscuro llamado:
¿Mide realmente
la distancia que la separa del centro?
¿O se siente poderosamente atraída
por ese vacío cargado de peligros?
Como nosotros, a veces, en medio de la oscuridad
y de las palabras,
ella, la araña, emerge de pronto hacia la luz
y se aquieta de golpe
atenta a todas las vibraciones
de la red.

De Insomnio editado en Diario de poesía

Miro las esqueléticas ramas
donde el otoño duerme.

Anochece.
El trabajo nocturno de las formas
comienza.

Dicen que ha pasado el tiempo.

Por la ventana abierta la fresca aprovecha
y me toca.
Siento desconfianza
de esa rara urgencia
que da el frio.

Tarde
Sumergido en el cuerpo
sueño que duermo
hasta que la mañana trae figuras
que rozan lo real.

De Insomnio editado en Diario de poesía

El centro de nuestra vida

El centro de nuestra vida
es lo que importa
el centro
no la periferia abarrotada e estéril.

La periferia de nuestra vida
que no pudimos prever
que hicimos
que se hizo
y que va y viene
con nosotros.

El centro oculto de nuestra vida
es lo que vale.

Sin titulo

Sentado
en un banco de esta plaza
bajo el desamparo de las tipas
leo al viejo Benn.

Dura, puntual, metódica, implacable
dentro de mí
la garra del crepúsculo hace lo suyo.


De Poesía completa


Sin titulo

Había estado
Buscando una casa, un lugar
donde poder vivir,
paredes alquiladas
cualquier cosa.

Al volver
desde el centro de una plaza vacía
alcancé a ver ese frió y lejano sol
que siempre se apaga detrás de las grandes ciudades.


Epoca


Un prolongado ulular me despertó durante la noche.
Tuve una visión fugaz de luces rojas y amarillas, intermitentes.
Con los ojos recién abiertos en la oscuridad
escuché el sonido giratorio por las calles desiertas.
Instintivamente estiré mi mano por entre las varillas
y palpé el cuerpo de mi pequeño hijo:
suave, cálido,
pacificado como un animalito.

Él no sabe nada de estas cosas.
No sabe nada del sueño cortado
en la fría madrugada.
Ni tiene nunca tampoco por qué saber
cómo brotan del sueño estas visiones;
cómo giran, intermitentes, en la memoria,
y flotan con sus ojos de vidrio alrededor del corazón.

Trabajo nocturno

Temprano
esta mañana
encontré en el patio de casa
el cuerpo de una enorme rata
inmóvil.
Moscas de alas tornasoladas
zumbaban alrededor del cadáver
y se apretaban en los orificios de unas heridas
que había sido sin duda mortales.
Con bastante asco
la alcé con la pala y la enterré
en un rincón alejado
del jardín.

Al volverme
desde el matorral de hortensias florecidas
emergió mi gata dócil
desperezándose.
Su brillante pelaje estaba todavía
erizado por la electricidad de la noche.
Me miró
y después comenzó a seguirme
maullando suavemente
pidiéndome –como todas las mañanas–
su tazón de leche fresca
y pura.

lunes, 22 de noviembre de 2010

Horacio Castillo ( 1934 Ensenada , 2010 La Plata)





El Pecho Blanco, El Pecho Negro

Mi madre tenía un pecho blanco y un pecho negro.
Al despertar tomaba el pecho blanco en su mano
y acercándolo a mis labios decía: Bebe, hijo mío,
y yo bebía una leche blanca, espesa, dulcísima.
Luego apretaba entre sus dedos el pezón negro
y colocándolo en mi boca repetía: Bebe, hijo mío,
y yo bebía una leche oscura, infinitamente agria.
Mi madre tenía un pecho blanco y un pecho negro.
De día, sosteniendo el pecho blanco en su mano
como una paloma, susurraba: Es la luz del mundo;
y a la noche, mientras exprimía suspirando
el pecho negro, prorrumpía: Es la oscuridad.
Mi madre tenía un pecho blanco y un pecho negro.
A veces exponía el pecho blanco al sol
y escondiendo bajo su ropa el pecho negro
canturreaba: Esta es la leche que sacia toda hambre,
y su rostro se iluminaba con una sonrisa inmortal.
Pero mi boca buscaba otra vez el pecho negro
y tomándolo en su mano con piadosa resignación
lo ponía en mis labios diciendo: Bebe, hijo mío,
y yo bebía ávidamente la leche que da más hambre.
Mi madre tenía un pecho blanco y un pecho negro.


Salto

Primero es un vacio en el estómago,
despues una sensacion de puro peso,
hasta sentir el tirón del correaje en los hombros
y la flor de seda que se abre encima de nosotros.

Entonces la respiración recupera su ritmo
y el mundo se ordena a nuestros ojos:
el campo roturado, las casas y los árboles,
el humo de la ciudad dispersándose hacia el río.

Hasta que la gravedad nos atrapa en su red
y nulas nuestras alas artificiales
caemos vertiginosamente contra la superficie
ávidos todavía de un aire que no es nuestro.



Gnosis

De pronto se abre un ojo nuevo en la frente,
otro ojo en la nuca, sendos ojos en los parietales,
un ojo en la espalda, otro en el abdomen,
un ojo en la planta del pie
Y todo se hace claro, obvio por fin:
la solapada materia del mundo,
la perversidad de lo real.

sábado, 20 de noviembre de 2010

Marina Colasanti (Asmara, Etiopia, 1937)



Yo soy una mujer

Yo soy una mujer
a la que siempre le gustó
menstruar.

Los hombres vierten sangre
por enfermedad
sangría
o puñaladas
roja urgencia
a estancar
trancar
en la maraña oscura
de las arterias.

En nosotras
la sangre aflora
como fuente
en lo cóncavo del cuerpo
ojo de agua escarlata
encharcado satén
que escurre
en hebras.

Nuestra sangre se da
a manos llenas,
se entrega al tiempo
como al viento la lluvia.

La sangre masculina
tiñe las armas y
el mar,
empapa el suelo
de los campos de batalla
salpica las banderas,
mancha la historia.

La nuestra se recoge
en paños blancos
escurre sobre los muslos
bendice la cama
manso sangrar sin grito
que anuncia
las redes de la hembra.

Yo soy una mujer
a la que siempre le gustó
menstruar.
Porque hay una sangre
que corre hacia la Muerte
Y la nuestra
que se entrega a la Luna.

Del libro Rota de colisão


Eu sou uma mulher


Eu sou uma mulher
que sempre achou bonito
menstruar.
Os homens vertem sangue
por doença
sangria
ou por punhal cravado,
rubra urgência
a estancar
trancar
no escuro emaranhado
das artérias.
Em nós
o sangue aflora
como fonte
no côncavo do corpo
olho-d’água escarlate
encharcado cetim
que escorre em fio.
Nosso sangue se dá
de mão beijada
se entrega ao tempo
como chuva ou vento.
O sangue masculino
tinge as armas e
o mar
empapa o chão
dos campos de batalha
respinga nas bandeiras
mancha a história.
O nosso vai colhido
em brancos panos
escorre sobre as coxas
benze o leito
manso sangrar sem grito
que anuncia
a ciranda da fêmea.
Eu sou uma mulher
que sempre achou bonito
menstruar.
Pois há um sangue
que corre para a Morte.
E o nosso
Que se entrega para a Lua.
(Rota de colisão)


I am a woman
/ I am a woman / who
always liked / to menstruate. / Men
shed blood / through illness / bloody / or
stabbings / red emergency / to clot / or
stop / in the dark murk / of the arteries.
/ In us / blood flowers / like a fountain /
in the concave of the body / eye of scarlet
water / saten puddle / that drips in
thread. / Our blood is offered / in full
hands / ceded in time / like rain or wind.
/ Mens blood / taints weapons and / the
sea / drenches the floor / of the battlefields
/ smears the flags / stains history. /
Ours we gather / in white cloths / drips
on the thighs / blesses the bed / gently
bleed without scream / that announces
/ the round of the woman. / I am a
woman / who always liked / to menstruate.
/ Because there is a blood / that
runs towards Death / And ours / we
cede to the Moon.
(Rota de colisão)


Viernes por la noche

Viernes por la noche
los hombres acarician el clítoris de las esposas
con dedos mojados de saliva.
El mismo gesto con que todos los días
cuentan dinero papeles documentos
y hojean en revistas
la vida de sus ídolos.
Viernes por la noche
los hombres penetran a sus esposas
con tedio y pene.
El mismo tedio con que todos los días
enfilan su auto en el garage
el dedo en la nariz
y meten la mano en el bolsillo
para rascarse los huevos.
Viernes por la noche
los hombres roncan boca abajo
mientras las mujeres en lo oscuro
encaran su destino
y sueñan con el príncipe encantado.

Sexta-feira á noite

Sexta-feira à noite / os homens acariciam o ctitóris das esposas / com dedos molhados de saliva / O mesmo gesto com que todos os dias / contam dinheiro papéis documentos / e folheiam nas revistas / a vida dos seus ídolos.
Sexta-feira à noite / os homens penetram suas esposas / com tedio e penis. / O mesmo tedio com que todos os dias / enfiam o carro na garagem / o dedo no nariz / e metem a mâo no bolso / para coçar o saco.
Sexta-feira á noite / os homens ressonam de borco / enquanto as mulheres no escuro encaram seu destino / e sonham com o príncipe encantado.

sábado, 13 de noviembre de 2010

Emma Barrandéguy (1914 Gualeguay , 2006 Gualeguay )




El cuerpo

¿Por qué no es posible el amor?,
me preguntas.
Somos viejos, respondo.
Y que pases tu mano
por mi pierna,
me da cierta vergüenza.
Tontería, dice el amigo
y cediendo
me tiendo a su lado como cuando era joven
y lo ignoraba.
Pienso en todos los viejos
que desde un banco al sol
miran transcurrir las muchachas.
En mi padre y sus esquelas victorianas
a las niñas de los mandados.
Pienso en mi madre pulcra
cubriendo sus desnudos en un último gesto.
Pienso que los viejos son como todos
y apetecen sin pausa
si no han sido saciados.
El cuerpo gira ante sus ojos
con el gusto de los prohibido,
como siempre.
Se los instala en la sabiduría
y no la tienen;
codician como jóvenes,
tienen pequeñas ternuras
como mi amigo,
tienen lascivas preferencias
que no les cuentan a los otros,
tienen derecho al amor
aun a costa del ridículo.
Y si pasan tomados de la mano
o se encierran en su mundo
con las persianas bajas,
tendríamos que mirarlos sin asombro
como a lentos vagabundos
o discretos amantes que renuevan caricias.

Emma Barrandéguy, Camino hecho, 1991.


Ocho de septiembre

Viniste a mí en la madrugada,
te tendiste a mi lado sobre las sábanas.
Tu pudor, tu inocencia, tu miedo
rehuían el calor de mis brazos.
Pero acaso anhelabas
sentirte besar así el cuello o las manos.
Pusiste tu cabeza en mi hombro
y charlamos y dormimos
incómodas y felices
por una entrega que no era sino amistosa,
por una necesidad fraterna que se cumplía.
Por la mañana,
levanté las persianas
y oí tu ruego de que no me marchara.
Quizás la difícil confidencia
se ablandaba en tu boca,
pero el día ya no me pertenecía.
Y así fue que dejé tu casa
y ninguna palabra mía penetró ya en tus oídos
ni brilló en tus ojos desconsolados.
A veces pienso que tuviste miedo,
pero cuando te vi pintarte los párpados
supe que te había perdido para siempre.



965/27-2-67Archivo

domingo, 26 de septiembre de 2010

Jorge García Sabal (Balcarce1946-Buenos Aires1996)





Sitio

Hice bien.
Esta noche tapé la jaula de los pájaros,
dejé sin luz a los peces que dormían
cautivos de un solo ojo, eché
por la escalera, justo en su última vida,
al gato.
Hice todo bien.
Ahora estoy solo y Billie Holiday me dice,
hamacándome, la voz llena de pasto y agria,
un cuento para dormir, un sueño. Ella
dice y cuenta cosas que conozco, hamacándome
suave, solos.
Ahora amanece, es el día para siempre.
Me hamaco. Estoy solo. Hice bien, todo bien.

Tabla rasa, Ediciones del Dock, 1991



Mirada

A veces se mira en el espejo, y se busca;
la tensión de los párpados, la frente intacta,
el desafío de los ojos.
Y sonríe y comprende y a veces llora.

Entonces piensa qué generosa fue la vida
y cuanto de amor y odio tuvo la belleza

a Nadia

Mitad de la vida

En medio del camino
como si nada hubiera pasado
o la vida fuera
el temblor y la sangre de otras batallas
o el eco
de aquello que hubiéramos sido
sin nosotros.


Del libro Mitad de la vida (Editoria Rawson ,1983, Ediciones del Dock 2001)

Soledades


Es confuso lo que uno podría ser
para otro cuando uno no conoce
aquello que oscuramente quiere,
pero sabe que lo perderá;como algo
que no está sino en uno,que hace daño,
pero como uno se hace daño a sí mismo;
que humilla y da miedo.Un miedo
que parece una pregunta de inicio
y despedida;mejor:un permanente adiós.
Es confuso;después uno vive la vida
lleno de miedo ante su piel,un miedo
de murciélago solo encerrado en una casa
de luces,un miedo como una mancha oscura,
otro.
Y pasa el tiempo y de a poco uno
va cambiando palabras intrascendentes
a palabras de búsqueda cada día,y
de a poco quita los espejos,descuelga
los cuadros,vende los muebles de la casa.

Con las puertas arrancadas,las ventanas
abiertas,agachado en un rincón lleno de frío,
uno termina preguntando a uno ¿qué vio?¿qué?
¿quién?

del libro Tabla Rasa,Ediciones del Dock,Buenos Aires,1991.



Todo está por ocurrir y nada es cierto

Todo está por ocurrir y nada es cierto.
Hay aquí zarcillo y calas y violetas
y juncos y árboles altos y raíces
secas alzadas de la tierra, devoradas,
inhóspitas, estirándose al aire, a nada.
Y también frutas y frutos que van y vienen,
puntuales en la sequía, puntuales
en su primitivo ardor. Y también hay aquí
algo que no ocurre, algo, alguna cosa,
cualquiera, que no da paso al ocurrir
y no está bien ni mal: sólo no ocurre.

En fin, quería decir que no hay violetas
ni juncos ni plantas de nada ni sequía
ni ardor. Este lugar es sólo el lugar
del no ocurrir: un sueño aturdido
de voces, raíces, gestos contra la muerte.

De Sutura (1994)

domingo, 5 de septiembre de 2010

Federico García Lorca (Fuente Vaqueros,1898-camino de Víznar a Alfacar, 1936)




II. Casida de las palomas oscuras


Por las ramas del laurel
vi dos palomas oscuras.
La una era el sol,
la otra la luna.
Vecinitas, les dije:
¿Dónde está mi sepultura?
En mi cola, dijo el sol.
En mi garganta, dijo la luna.
Y yo que estaba caminando
con la tierra a la cintura
vi dos águilas de mármol
y una muchacha desnuda.
La una era la otra
y la muchacha era ninguna.
Aguilitas, les dije:
¿Dónde está mi sepultura?
En mi cola, dijo el sol,
en mi garganta, dijo la luna.
Por las ramas del laurel
vi dos palomas desnudas.
La una era la otra
y las dos eran ninguna.



El poeta pide a su amor que le escriba


Amor de mis entrañas, viva muerte,
en vano espero tu palabra escrita
y pienso, con la flor que se marchita,
que si vivo sin mí quiero perderte.

El aire es inmortal. La piedra inerte
ni conoce la sombra ni la evita.
Corazón interior no necesita
la miel helada que la luna vierte.

Pero yo te sufrí. Rasgué mis venas,
tigre y paloma, sobre tu cintura
en duelo de mordiscos y azucenas.

Llena pues de palabras mi locura
o déjame vivir en mi serena
noche del alma para siempre oscura.

domingo, 1 de agosto de 2010

Constantinos Cafavis (1863-1933 Alejandría )






Itaka


Cuando emprendas tu viaje a Itaca
pide que el camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de experiencias.
No temas a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al colérico Poseidón,
seres tales jamás hallarás en tu camino,
si tu pensar es elevado, si selecta
es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo.
Ni a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al salvaje Poseidón encontrarás,
si no los llevas dentro de tu alma,
si no los yergue tu alma ante ti.

Pide que el camino sea largo.
Que muchas sean las mañanas de verano
en que llegues -¡con qué placer y alegría!-
a puertos nunca vistos antes.
Detente en los emporios de Fenicia
y hazte con hermosas mercancías,
nácar y coral, ámbar y ébano
y toda suerte de perfumes sensuales,
cuantos más abundantes perfumes sensuales puedas.
Ve a muchas ciudades egipcias
a aprender, a aprender de sus sabios.

Ten siempre a Itaca en tu mente.
Llegar allí es tu destino.
Mas no apresures nunca el viaje.
Mejor que dure muchos años
y atracar, viejo ya, en la isla,
enriquecido de cuanto ganaste en el camino
sin aguantar a que Itaca te enriquezca.

Itaca te brindó tan hermoso viaje.
Sin ella no habrías emprendido el camino.
Pero no tiene ya nada que darte.

Aunque la halles pobre, Itaca no te ha engañado.
Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia,
entenderás ya qué significan las Itacas.

traducción de Pedro Bádenas de la Peña

Los sabios saben lo que se avecina

Pues los dioses saben el futuro; los hombres,
el presente, y los sabios, lo que se avecina
—Filóstrato, Vida de Apolonio de Tiana, VIII, 7

Los hombres conocen el presente.
El futuro lo conocen los dioses,
únicos dueños absolutos de todas las luces.
Pero del futuro, los sabios captan
lo que se avecina. En ocasiones

su oído, en las horas de honda reflexión,
se sobresalta. El secreto rumor
les llega de hechos que se acercan.
Y a él atienden reverentes. Mientras en la calle,
fuera, el vulgo nada oye.


Fin

En medio del temor y las sospechas,
con la mente trastornada y los ojos espantados,
nos consumimos y planeamos como hacer
por escapar del seguro
peligro tan atroz que nos acecha.
Y, sin embargo, en que error estamos, el peligro
no esta en nuestro camino.
Eran mentiras las noticias
(o no las escuchamos o las entendimos mal).
Otra desgracia que no sospechabamos,
subita, fulminante se abate sobre nosotros,
y desprevenidos —ya no hay tiempo— nos arrastra.


Lo escondido
(Abril 1908) ( Poesia Inedita)

Que no intenten descubrir quien fui
por cuanto hice y cuanto dije.
Un obstaculo se levantaba y mudaba
los hechos y el tono de mi vida.
Un obstaculo se levantaba deteniendome
muchas veces cuando iba a hablar.
Mis acciones mas ocultas
y mis escritos mas secretos—
solo por ellos me entenderan.
Mas no merezca quiza la pena gastar
tanta atencion y tanto esfuerzo para conocerme.
Despues —en una sociedad mas perfecta—
seguro que algun otro, hecho a mi medida,
surgira y obrara con libertad.


Constantino P. Cavafis, 1863-1933, Alejandría, Egipto
Traducción de Pedro Bádenas de la Peña, C.P. Cavafis,
Poesía completa, Alianza Editorial, Madrid, 1982




La Ciudad



Dijiste:
“Iré a otro país, veré otras playas;
buscaré una ciudad mejor que ésta.
Todos mis esfuerzos son fracasos
y mi corazón, como muerto, está enterrado.
¿Por cuánto tiempo más estaré contemplando estos
despojos?
A donde vuelvo la mirada,
veo sólo las negras ruinas de mi vida,
aquí, donde tantos años pasé, destruí y perdí.”
No encontrarás otro país ni otras playas,
llevarás por doquier y a cuestas tu ciudad;
caminarás las mismas calles,
envejecerás en los mismos suburbios,
encanecerás en las mismas casas.
Siempre llegarás a esta ciudad:
no esperes otra,
no hay barco ni camino para ti.
Al arruinar tu vida en esta parte de la tierra,
la has destrozado en todo el universo.

Traduccion Cayetano Cantu

Esperando a los bárbaros

¿Qué esperamos reunidos en el ágora?
Los bárbaros llegarán hoy.
¿Por qué la intranquilidad en el senado?
Porque los bárbaros llegarán hoy.
¿Por qué los senadores no legislan?
¿Qué nuevas leyes van a dictar?
Cuando los bárbaros lleguen
harán sus propias leyes.
¿Por qué se levantó tan temprano el emperador?
¿Por qué está sentado en la puerta mayor de la
ciudad,
en su alto trono, suntuoso y coronado?

Porque los bárbaros llegarán hoy,
y el emperador espera recibir a su jefe.
Ha preparado un pergamino
donde le confiere títulos y honores.
¿Por qué nuestros cónsules y pretores
lucen hoy sus rojas y rebordadas togas,
sus brazaletes de amatista,
y anillos con relucientes esmeraldas?
¿Por qué empuñan bastones riquísimos,
con oro y plata cincelados?
Porque los bárbaros llegarán hoy,
y esas cosas deslumbran a los bárbaros.
¿Por qué no acuden hoy los oradores como siempre
a decir sus discursos?
Porque los bárbaros llegarán hoy,
y les aburre la elocuencia y la palabrería.
¿Por qué la repentina inquietud y confusión?
(Los rostros se han vuelto graves)
¿Por qué tan rápido los ciudadanos
vacían las plazas y las calles,
y regresan a sus casas pensativos?
Porque cayó la noche y los bárbaros no
llegaron
y gente que viene de la frontera
asegura que ya no existen los bárbaros.
Y ahora,
¿qué sucederá sin los bárbaros?
Estos hombres al menos ofrecían una solución.

A. 1911
Traduccion Cayetano Cantu



Voces

Voces ideales y amadas
de quienes murieron o de quienes hemos
perdidos ya como si estuvieran muertos.

A veces en sueños nos hablan;
a veces en pensamientos los oye el cerebro.

Y el eco de sus voces nos devuelve un momento
ecos de la primera poesía de nuestra vida:
como de noche una música, lejana, que se apaga.

De Kavafis ,una biografia critica de Robert Liddel , traducido por Carles Miralles