De Poemas 1964-1975/1977
7
Una vez más abril
es la gran rueda.
La rama desnuda
más allá de la ventana.
El pobre fuego
encendido
sobre el vacío de alguna página.
Pero por sobre todas las cosas
la soledad de nuestras palabras
tratando de romper la fría
compacta materia.
Los recuerdo que vuelven
a hundirse en nuestras cuevas
después de haber intentando inútilmente
-árbol mutilado cuyo verdor recuerdo-
poblar el constante
desierto de la tarde.
1969
La araña
La veo asomarse en el orificio de un tronco podrido.
¿Cuál es, exactamente, su mundo? No lo sé.
Quizás sea ese tenso cordaje
entre ramas y hojas,
sobre el cual pretende ahora avanzar.
Alrededor nada se mueve.
Pero ella debe haber escuchado un oscuro llamado:
¿Mide realmente
la distancia que la separa del centro?
¿O se siente poderosamente atraída
por ese vacío cargado de peligros?
Como nosotros, a veces, en medio de la oscuridad
y de las palabras,
ella, la araña, emerge de pronto hacia la luz
y se aquieta de golpe
atenta a todas las vibraciones
de la red.
De Insomnio editado en Diario de poesía
Miro las esqueléticas ramas
donde el otoño duerme.
Anochece.
El trabajo nocturno de las formas
comienza.
Dicen que ha pasado el tiempo.
Por la ventana abierta la fresca aprovecha
y me toca.
Siento desconfianza
de esa rara urgencia
que da el frio.
Tarde
Sumergido en el cuerpo
sueño que duermo
hasta que la mañana trae figuras
que rozan lo real.
De Insomnio editado en Diario de poesía
El centro de nuestra vida
El centro de nuestra vida
es lo que importa
el centro
no la periferia abarrotada e estéril.
La periferia de nuestra vida
que no pudimos prever
que hicimos
que se hizo
y que va y viene
con nosotros.
El centro oculto de nuestra vida
es lo que vale.
Sin titulo
Sentado
en un banco de esta plaza
bajo el desamparo de las tipas
leo al viejo Benn.
Dura, puntual, metódica, implacable
dentro de mí
la garra del crepúsculo hace lo suyo.
De Poesía completa
Sin titulo
Había estado
Buscando una casa, un lugar
donde poder vivir,
paredes alquiladas
cualquier cosa.
Al volver
desde el centro de una plaza vacía
alcancé a ver ese frió y lejano sol
que siempre se apaga detrás de las grandes ciudades.
Epoca
Un prolongado ulular me despertó durante la noche.
Tuve una visión fugaz de luces rojas y amarillas, intermitentes.
Con los ojos recién abiertos en la oscuridad
escuché el sonido giratorio por las calles desiertas.
Instintivamente estiré mi mano por entre las varillas
y palpé el cuerpo de mi pequeño hijo:
suave, cálido,
pacificado como un animalito.
Él no sabe nada de estas cosas.
No sabe nada del sueño cortado
en la fría madrugada.
Ni tiene nunca tampoco por qué saber
cómo brotan del sueño estas visiones;
cómo giran, intermitentes, en la memoria,
y flotan con sus ojos de vidrio alrededor del corazón.
Trabajo nocturno
Temprano
esta mañana
encontré en el patio de casa
el cuerpo de una enorme rata
inmóvil.
Moscas de alas tornasoladas
zumbaban alrededor del cadáver
y se apretaban en los orificios de unas heridas
que había sido sin duda mortales.
Con bastante asco
la alcé con la pala y la enterré
en un rincón alejado
del jardín.
Al volverme
desde el matorral de hortensias florecidas
emergió mi gata dócil
desperezándose.
Su brillante pelaje estaba todavía
erizado por la electricidad de la noche.
Me miró
y después comenzó a seguirme
maullando suavemente
pidiéndome –como todas las mañanas–
su tazón de leche fresca
y pura.
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