Mostrando entradas con la etiqueta Poesia Argentina Joven. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Poesia Argentina Joven. Mostrar todas las entradas

miércoles, 7 de octubre de 2015

Silvia Japaze (Tucuman ,1973)




La mañana

es extrañamente larga.

Pueden suceder en ella varios días extenuantes a la vez.

Reviso las noticias sin comentarlas,

flotan los titulares del diario como la nada misma flota

en un mundo que no es más que papel.

Las galletas sobran desde que no estás,

se humedecen

en esa rara manera de envejecer que solo las galletas pueden.

Me miro en el espejo antes de partir

y me pregunto cuál de ambas solas soy yo.


En esta tarde,

la más irreal de todas mis tardes irreales,

tu duda me reconstruye.

En tanto te cuestionas si soy para ti o no lo soy

sentirme me sacude,

decreta que sí soy

me salva de una muerte inminente en el ocaso.


Juan acomoda sus crateus todas las mañanas,

los entreteje en el alambre

(me alarma ver que cada vez son menos los rombos metálicos).

A fuerza de lastimar sus brazos,

Juan anhela ver el frente cubierto de un verde suyo.

Lamentaré, cuando eso suceda

no saber de Juan y sus obstinaciones matutinas;

perderme la síntesis de la torpeza y dulzura en sus dedos,

permanecer en la ventana preguntándome.

Lamentaré, cuando eso suceda

dejar de sentir que siente que lo observo,

dejar de ser una mujer en la ventana.


Recuerdo

el color desnudo

de tu piel arena,

mi sed

en la eterna siesta de tus brazos.

Recuerdo

el susurro del viento

entre los sauces

y la almohada nuestra,

su verde perfume al dormir

y ese buscar

en tus ojos

mi agua fresca.

Recuerdo

cada cosa

que no viví contigo.



Hablo con mi sombra a veces,

cuando más se aleja.

Hablo con las plantas, al regarlas

y al despojarlas del polvo o de sus hojas muertas.

No sé hablarles sin tocarlas o servirlas

ni indagar en mí sin atenderlas.

Hablo con la lluvia

y me sincero.

Tampoco sé fingir cuando hablo con la lluvia,

ni esconderme con la piel mojada.

Conozco mis maneras de no estar

y las invariables maneras de volver.

Los pasillos del silencio que transito

como yendo a casa.

El mínimo estremecimiento

que resiste mi regreso en las cosas.

Del libro " Leve" Huesos de Jibia 2014

domingo, 31 de mayo de 2015

Sonia Scarabelli (Rosario, Santa Fe, Argentina, 1968)



El arte de silbar

Silbo y al rato un eco se desprende,
y como si llegara alto, va y se queda
flotando en el aire.
Silbar no es de mujeres pero él
nos enseñaba a todos por igual,
mis hermanos y yo: silbar, nadar, pescar.
Después crecimos y recuerdo haber sentido
la soledad de ser una mujer
como quien marcha hacia el exilio,
sobre todo del padre,
que en el sueño de anoche
se apareció  de pronto en una ruta solitaria.
Diferente y el mismo como siempre,
a la luz de los faros de un coche, dice:
hija, de la vida no se huye. 

Del libro El arte de silbar de la editorial Bajo la luna (2014)

domingo, 19 de abril de 2015

María Milagros King


Justiniano

Otra vez me quedo
con la luz sobre mi escritorio
y de madrugada.
Esta vez llueve fuerte, pienso,
y el viento sobre la calle Yatay
me hace temblar un poco
si salgo a este balcón mojado.
Y no sé si la batalla es adentro o afuera.
O da lo mismo.
Ahora volver a los libros y todos estos
papeles, papeles.
A estudiar el arte en épocas de Justiniano.
Y no sé si la batalla es adentro o afuera,
Da lo mismo. Digo, dije.
El tenía que reconstruir un Imperio caído.
No tenía menos problemas que yo.
Pero tengo que ordenar estos papeles o dejar de pensar.
Debe de haber algo importante y me quedo mirando
aquella foto del mosaico que se llama ”Invierno”.
Como sea, batallas, digo, dije.
Pero otra vez los ojos de Justiniano desde el mosaico.
Si vuelven a mirarme esos ojos
voy a abrir la puerta del balcón,
Voy a dejar que el viento entre desde la calle Yatay.
Voy a hacer volar todos los papeles, todos los papeles.
Iré a dormir un poco, creo.
Mañana es martes y los martes suelo reconstruir Imperios
e ir al supermercado.

sábado, 7 de septiembre de 2013

Gabriel Gómez Saavedra (Concepción ,Tucumán) , 1980)




Abrí en el jardín el pozo para mi perro sacrificado. También tuve que echar en él al ciruelo estéril que sólo hacía sombra en los amaneceres. Mamá no quiso mirar.
“Los solos siempre quedamos inmóviles en el borde”, pensé cursi, mientras decidía si incluía o no en el pozo a los muertos agudos que profanan a mi abuela cuando sueña.

***

Les conté que, de niño, vi comenzar a la lluvia.
Mientras narraba sobre las primeras gotas en los pastos y en la arena con el cielo aún abierto, se impregnaron de horror; tapándose bocas y oídos, y agarrándose el peso de las cabezas con sus manos verdosas.
Dijeron que mentía, que “la lluvia no empezaba”, que “estuvo siempre”. Y me sentenciaron al exilio en una remota aridez, donde no hay otra cosa para hacer más que llevar la cuenta de cada grieta que abre el sol sobre la tierra.

***

El temblor de un gorrión salta sin esfuerzo de un lado a otro de la reja.
Hay palomas alimentándose del contenedor de la unidad penitenciaria.

Hoy, el aire pasó para lastimar el muro.


a los y las poetas de las unidades nº 1, 2, 3, 4 y 5

***

La luz y su ausencia se reparten la escena casi igualitariamente. Vertical, la doble armonía ha trepado al fotografiado. Si prestan atención, verán que bajo sus ojos desgrana el sudor de los ángeles que lograron atravesar lo imperceptible de los días.
El fotografiado es mi abuelo, a quien los domingos le acercamos velas al cementerio para que nos alumbre los huesos.


Del libro " Siesta " de la editorial  Ultimo Reino




El lector


Lo alzó entre las manos
para cubrirlo
del morboso jugueteo del perro.
Pensó:
“otro gorrión interrumpido
contra la mampara de la galería,
otra ausencia minoritaria
para esta especie abultada
y sin lustre”.
(Arriba una avioneta
repetía
la publicidad de un circo)
Al mirar
por el agüita asesinada
que se paraba
en el ojo del caído
repentinamente sintió
cómo se nublaban y perdían
todas las palabras de su lenguaje.
Metido entero
en aquel analfabetismo,
como dentro de un viento
sin fricciones,
abrió brevemente su torso
con el mejor de sus cuchillos
e insertó allí
el peso despojado
del cuerpo del pájaro.
28
A partir de aquel hecho
cada vez que lo rapta el impulso
de leer un poema,
arrima el libro al pecho
y, como dichoso entenado
de un cielo prestado,
deja que el gorrión
ladre.


Taxistas


Agria la cabeza
puesta a los hombros que no pulsan,
pinchan
asociados a las estrellas
que son sólo pobre hielo de la noche,
aun
cuando ésta despance
subtropical la clorofila.
Es la rodante ajenidad…
De a ratos
salen y rescatan las falanges
de circulares durezas,
por si el automatismo sorprende
hundido en falsa vainilla
y rojo interrumpido rojo
atemporal.
Bocinas engordan los ácidos del ojo
pero engañado tienen ya el espinazo
para dormirse en lo breve
con gatos que descalzan cacerías
hacia el exilio de la radio.
Cuando a la esquina cabalguen fajas de sol:
pan sanguchero,
mortadela, queso y diario...
la orfandad será un mudo estandarte
en las hojas desangradas de coca
y en los puchos del turno cerrado.

Mano


Y sí,
podría no estar
y sin embargo
hace su aporte cortando
el tacaño airecito de la siesta.
Uno la mira y se dice:
“no sirve ni para dar
la más elemental de las señas,
ni para ahuyentarse los mosquitos”.
Es mano mendiga.
De su estirpe es propio
sostener un hoyo
como musgo empollado.

El que está detrás de la mano
ciertamente
no está.
No sabe
que podría ser
una estatua trepada
por las bocinas que se reproducen
en el celo de la calle 9 de Julio
o la improlija caligrafía
trazada
en el fresco cemento
de la vereda.
No sabe que no está
pero no le importa.
Sabe muy bien
que ha fusilado
el límite geopolítico de los días
y que,
si nos atreviésemos a tropezar con sus ojos,
los andamios
sobre los que andamos
se partirían en toda su fragilidad.
Y ya no habría noche
en la que podamos dormir solos
y a oscuras.
Por eso
aunque no esté,
aunque nunca estuvo,
saca la mano
y pide.



Suicida


¿Por qué viene la baguala
y aquí se pone a doler?
Manuel J. Castilla-Rolando Valladares, “Canción de las cantinas”



No pensaba ya
en los templos desviscerados por las mayúsculas
con que los hombres mensuraban su nombre
y lo alejaban.
Ahora sólo quedaba espacio
para extender la mirada hacia el follaje
de los árboles de Plaza Alberdi.
Esbozaba el aire de volcar
todos los cielos ausentes para el porvenir
en el concentrado infinito
de una flor de tarco,
cuando vio pasar
a un apocado niño cargando,
en el mohoso intervalo tambaleante de las costillas,
una transparente incomodidad que se confundía
y que él reconoció
como a uno de sus cadáveres;
anoche también
había divisado otro,
pero como un ahogado
en la pulpa fatigada de los ojos del caballo
que tiraba el carro de un cartonero.
Aquello lo vistió de la angustia:
un regusto a barro de ceniza
sólo equiparable a aquel
donde se extravió, irrecuperable
y de bruces,
cuando escuchó por primera vez Canción de las cantinas
(interrogatorio
puesto al lomo irresuelto de una noche;
expiando laberintos de la osteoporosis del vino).

Entonces, Dios comprendió sus ganas
de elegir un banco,
acurrucarse, inabarcable y fetal,
y abrirse el cuello para que la muerte le entre y se abisme
a falta de madre
que lo arrulle.

De "Escorial" Editorial Huesos de Jibia 2013

sábado, 24 de agosto de 2013

Griselda Garcia ( Buenos Aires, 1979)



Liturgia

En los momentos más altos
desde puntos lejanos
los veo acercarse
vienen a mí con ofrendas.

Doy mi cuerpo y comen
doy mi sangre y beben.

Vivo en ello
como la madre en los hijos
que un día le darán la espalda.

Casta de cuervos
que hubiera preferido
no engendrar.

domingo, 18 de agosto de 2013

Lorena Curruhinca (1981, Viedma, Provincia de Río Negro, Argentina)


Hay quienes comparan nadar
con un regreso a la panza de la madre:
revivir estar en líquido amniótico.

El saco amniótico es un recinto reducido
(se estira, estira la piel todo lo que se pueda)
que amortigua y el feto puede saltar ahí, moverse:
estar protegido de posibles golpes exteriores.

El río es un lugar inmenso, no hay paredes ni barandas
donde sostenerse.

La relación entre mamá y yo no está en el agua:
nunca nadé soñando estar dentro de ella.
Doy brazadas sin ninguna pretensión embrionaria:
hago inmersiones sin buscar ningún sentido a nuestro vínculo
salgo a respirar como todo mamífero que sueña con ser pez
pero sabe que en el aire está su vida.

Mi mamá me enseñó a crecer
sin tener que dejarme el traje de buceo puesto.



De: "Una chica de río", Colectivo Semilla, 2012

Javier Foguet(Tucuman, 1977)


Al oído

Hay, sobre lo real, una costra
que las palabras no logran
disolver.
Ahora lo sé. No hubiera podido
decirlo antes.
Pero las palabras
no deben endurecerse
o fingir una luz
más líquida que la miel
que siempre ha dado cuerpo
a tu voz.
Las palabras toman su cuerpo
de tu cuerpo:
coraje, mi amor,
toma el cuerpo de tus ojos.
Es la ley de la poesía
que quiebra toda ley de lenguaje.


a María Josefina Sánchez

sábado, 27 de julio de 2013

Marina Serrano ( 1973 Quequén, Provincia de Buenos Aires)



Sálvate a ti mismo y baja de la cruz.

EVANGELIO DE MARCOS



MOVIDOS por ese tremendo tirón en el pecho
ponen fin los hombres a todas sus historias.
Y Dios los hace agusanar en la tierra
para que aprendan
a no escuchar consejos, ni siquiera de su boca,
para que aprendan
a tomar la decisión
de pudrirse, o rearmar el presente,
o morir,
pero nunca abandonarse a la salvación.

.........................................

La leche que acaba de salir de esa arteria
tiene una significación precisa.

EVANGELIO ARMENIO DE LA INFANCIA


¿CÓMO puede ser
carne que late y cabe en las manos, hijo mío?
No me refugio en el desierto
porque no soy creyente
y no lo seré
sino hasta los días cercanos a mi muerte.
No me refugio en el desierto
ni espero ángeles,
asumo la vida, los errores
de hombres que intercambian hijos
entre barrotes de cunas frías
alineando sus cuerpos hepáticos mientras inscriben
el nombre del hijo.
A esta criatura olivácea, escuálida,
deberé alimentar hasta que muera
ella o yo.
¿Quién concibe a los hombres
si no existe Dios?


Del libro "La unica cosa necesaria"