lunes, 24 de noviembre de 2014

José Emilio Pacheco Berny (Ciudad de México, 1939 - 2014 )


Rattus norvegicus


Dichosa con el miedo que provoca, la rata parda de Noruega
(nacida en Tacubaya y plural habitante
de nuestro barrio más bien pobre), en vez de ocultarse
observa con ojillos iracundos las tristes armas
-escobas, palos, cacofónica avena venenosa-
que no podrán con su astucia.
Sentada en su desnuda cola y en la boca del túnel
que perforó para ganar la calle o la casa según convenga,
la rata obesa de exquisita pelambre, la malhechora
que se come el cereal del pobre, la muy canalla
que devora recién nacidos arrojados a los baldíos,
parece interrogarme: “¿Soy peor que tú?”,
con sus bigotes erizados la oronda en tensión suprema.
“También tengo hambre y me gusta aparearme y no
me consultaron antes de hacerme rata y soy más fuerte
(comparativamente) y más lista. ¿Puedes negarlo?
Además las ratas somos mayoría: por cada uno de ustedes
hay cinco de nosotras. En esta tierra
las ratas somos los nativos; ustedes
los indeseables inmigrantes. Tan sólo vean
la pocilga y el campo de torturas que han hecho
de este planeta compartido. El mundo
será algún día de las ratas. Ustedes
robarán en nuestras bodegas,
vivirán perseguidos en las cloacas.”
El gato interrumpió el monólogo silente
y de un salto de tigre cayó sobre la rata y la hizo
un cúmulo de horror y sangre y carne palpitante.


Alta traición

No amo mi patria.
Su fulgor abstracto
es inasible.
Pero (aunque suene mal)
daría la vida
por diez lugares suyos,
cierta gente,
puertos, bosques de pinos,
fortalezas,
una ciudad deshecha,
gris, monstruosa,
varias figuras de su historia,
montañas
-y tres o cuatro ríos.



El reposo del fuego

(Don de Heraclito)

Pero el agua recorre los cristales
musgosarnente :
ignora que se altera,
lejos del sueño, todo lo existente.

Y el reposo del fuego es tomar forma
con su pleno poder de transformarse.
fuego del aire y soledad del fuego.
al incendiar el aire que es de fuego.
Fuego es el mundo que se extingue y prende
para durar (fue siempre) eternamente.

Las cosas hoy dispersas se reúnen
y las que están más próximas se alejan:

Soy y no soy aquel que te ha esperado
en el parque desierto una mañana
junto al río irrepetible en donde entraba
(y no lo hará jamás, nunca dos veces)
la luz de octubre rota en la espesura.


Y fue el olor del mar: una paloma,
como un arco de sal,
ardió en el aire.

No estabas, no estarás
pero el oleaje
de una espuma remota confluía
sobre mis actos y entre mis palabras
(únicas nunca ajenas, nunca mías):
El mar que es agua pura ante los peces
jamás ha de saciar la sed humana.


La diosa blanca

Porque sabe cuánto la quiero y cómo hablo de ella en
su ausencia,
la nieve vino a despedirme.
Pintó de Brueghel los árboles.
Hizo dibujo de Hosukai el campo sombrío.

Imposible dar gusto a todos.
La nieve que para mí es la diosa, la novia,
Astarté, Diana, la eterna muchacha,
para otros es la enemiga, la bruja, la condenable a la hoguera.
Estorba sus labores y sus ganancias.
La odian por verla tanto y haber crecido con ella.
La relacionan con el sudario y la muerte.

A mis ojos en cambio es la joven vida, la Diosa Blanca
que abre los brazos y nos envuelve por un segundo y se marcha.
Le digo adiós, hasta luego, espero volver a verte algún día.
Adiós, espuma del aire, isla que dura un instante.


Gatidad

La gata entra en la sala en donde estamos reunidos.

No es de Angora, no es persa
Ni de ninguna raza prestigiosa.
Más bien exhibe en su gastada pelambre
Toda clase de cruces y bastardías.

Pero tiene conciencia de ser gata.
Por tanto
Pasa revista a los presentes,
Nos echa en cara un juicio desdeñoso
Y se larga.

No con la cola entre las patas: erguida
Como penacho o estandarte de guerra.

Altivez, gatidad,
Ni el menor deseo
De congraciarse con nadie.

Duró medio minuto el escrutinio.

Dice la gata a quien entienda su lengua:
Nunca dejes que nadie te desprecie.

Gatidad es parte del libro El silencio de la luna: poemas, 1985-1996



Los elementos de la noche


Bajo el mismo imperio que el verano ha roído
Se deshacen los días.
En el último valle
La destrucción se sacia
En ciudades vencidas que la ceniza afrenta.
La lluvia extingue
El bosque iluminado por el relámpago.
La noche deja su verano.
Las palabras se rompen contra el aire.
Nada se restituye ni devuelve
El verdor a la tierra calcinada.
Ni el agua en su destierro sucederá a la fuente
Ni los huesos del águila volverán por las alas.

De:" Algún tiempo a esta parte."


Miseria de la poesía


Me pregunto qué puedo hacer contigo
Ahora que han pasado tantos años,
Cayeron los imperios,
La creciente arrasó con los jardines,
Se borraron las fotos
Y en los sitios sagrados del amor
Se levantan comercios y oficinas
(con nombres en inglés naturalmente).
Me pregunto qué puedo hacer contigo
Y hago un pseudo poema
Que tú nunca leerás

o si lo lees,
En vez de una punzada de nostalgia,
Provocará tu sonrisita crítica.

de "Considerando en frío, parcialmente."


El silencio


La vida, más feroz que toda muerte.
Jorge Guillén, Clamor



La silenciosa noche. Aquí en el bosque
No se escuchan rumores.
Los gusanos trabajan.
Los pájaros de presa hacen lo suyo.
Pero yo no oigo nada.
Sólo el silencio que da miedo. Tan raro,
Tan escaso se ha vuelto en este mundo
Que ya nadie se acuerda de cómo suena,
Nadie quiere
Estar consigo mismo un instante.
Mañana
Dejaremos la verdadera vida para mañana.
No asco de ser ni pesadumbre de estar vivo:
Extrañeza
De hallarse aquí y ahora en esta hora tan muda.
Silencio en este bosque, en esta casa
A la mitad del bosque.
¿Se habrá acabado el mundo?

De "Geometría del espacio"

La lengua de las cosas


La lengua de las cosas debe ser
el polvo donde se comunican sin
Hablarse.
El polvo o la sombra que proyectan.
Demencia de las cosas cuando su voluntad se rebela
Y se esconden frenéticas o se niegan a funcionar obstinadas.
Únicos medios de rebelión a su alcance,
Únicas formas de decirnos que no somos sus amos,
Aunque tengamos el poder
De destruirlas y olvidarlas.

De " Siglo pasado "


Una defensa del anonimato


(Carta a George B. Moore para negarle una entrevista)

No sé por qué escribimos, querido George,
Y a veces me pregunto por qué más tarde
publicamos lo escrito.
Es decir, lanzamos
una botella al mar que está repleto
de basura y botellas con mensajes.
Nunca sabremos
a quién ni adónde la arrojarán las mareas.
Lo más probable
es que sucumba en la tempestad y el abismo
en la arena del fondo que es la muerte.

Y sin embargo
no es inútil esta mueca de náufrago.
Porque un domingo
me llama usted de Estes Park, Colorado.
Me dice que ha leído lo que está en la botella
(a través de los mares: nuestras dos lenguas)
y quiere hacerme una entrevista.
¿Cómo explicarle que jamás he dado
una entrevista
que mi ambición es ser leído y no "célebre"
que importa el texto y no el autor del texto
que descreo del circo literario?

Luego recibo un telegrama inmenso
(cuánto se habrá gastado usted, querido amigo, al enviarlo).
No puedo contestarle ni dejarlo en silencio.
Y se me ocurren estos versos. No es un poema.
No aspira al privilegio de la poesía (no es voluntaria).
Y voy a usar, como lo hacían los antiguos,
el verso como instrumento de todo aquello
(relato, carta, tratado, drama, historia, manual agrícola)
que hoy decimos en prosa.

Para empezar a no responderle diré:
No tengo nada que añadir a lo que está en mis poemas,
no me interesa comentarlos, no me preocupa
(si alguno tengo) mi lugar en "la historia".
Escribo y eso es todo. Escribo: doy la mitad del poema.
Poesía no es signos negros en la página blanca.
Llamo poesía a ese lugar del encuentro
con la experiencia ajena. El lector, la lectora
harán (o no) el poema que tan sólo he esbozado.

No leemos a otros: nos leemos en ellos.
Me parece un milagro
que alguien que desconozco pueda verse en mi espejo.
Si hay un mérito en esto -dijo Pessoa-
corresponde a los versos, no al autor de los versos.
Si de casualidad es un gran poeta
dejará tres o cuatro poemas válidos,
rodeados de fracasos y borradores.
Sus opiniones personales
son de verdad muy poco interesantes.

Extraño mundo el nuestro: cada vez
le interesan más los poetas,
la poesía cada vez menos.
El poeta dejó de ser la voz de su tribu,
aquel que habla para quienes no hablan.
Se ha vuelto nada más que entertainer.
Sus borracheras, sus fornicaciones, su historia clínica,
sus alianzas y pleitos con los demás payasos del circo,
o el trapecista o el domador de elefantes,
tienen asegurado el amplio público
a quien ya no hace falta leer poemas.

Sigo pensando
que es otra cosa la poesía:
una forma de amor que sólo existe en silencio,
en un pacto secreto de dos personas,
de dos desconocidos para siempre.
Acaso leyó usted que Juan Ramón Jiménez
pensó hace medio siglo en editar una revista poética
que iba a llamarse Anonimato.
Anonimato publicaría poemas, no firmas:
estaría hecha de textos y no de autores.
Y yo quisiera como el poeta español
que la poesía fuese anónima ya que es colectiva
(y a eso tienden mis versos y mis versiones).

Posiblemente usted me dará la razón.
Usted que me ha leído y no me conoce.
No nos veremos nunca pero somos amigos.

Si le gustaron mis versos
¿Qué más da que sean míos/de otros/ de nadie?
En realidad los poemas que leyó son de usted:
Usted, su autor, que los inventa al leerlos.

De: "Los trabajos del mar" (1983)

Abdellatif Laabi (Fez,Marruecos, 1942)


Los lobos

Oigo a los lobos
Están muy cómodos al abrigo de sus casas de campo
Miran ávidamente la televisión
Durante horas, cuentan en voz alta los cadáveres
y can¬tan a todos los vientos su reclamo
Veo a los lobos
Comen de a trece la caza del día
eligen a mano alzada el Judas de turno
Durante horas, beben sangre pueblerina
todavía joven, ligeramente afrutada
para derrotar el vestido
la sangre de una tierra donde descansan pilas de huesos
Oigo a los lobos
Apagan la luz a medianoche
y violan legalmente a sus mujeres

Hay un caníbal que me lee

Hay un caníbal que me lee
Es un lector ferozmente inteligente
un lector de ensueño
No deja pasar ninguna palabra
sin calibrar el peso de la sangre
Incluso levanta las comas
para descubrir los cortes más finos
Sabe que la página vibra
con una espléndida respiración
Ah, esa emoción que hace a la presa
atractiva y hasta sumisa
Él espera que el cansancio
descienda por su rostro
como una máscara de sacrificio
Busca el error para indignarse
el adjetivo de más
la repetición que no perdona
Hay un caníbal que me lee
para alimentarse

En dos horas de tren

En dos horas de tren
repaso la película de mi vida
dos minutos por año en promedio
media hora para la infancia
y otra para la prisión
El amor, los libros, la errancia
se reparten el resto,
La mano de mi compañera
se funde poco a poco en la mía
y su cabeza sobre mi hombro
es ligera como una paloma
A nuestra llegada
tendré la cincuentena
y me quedará por vivir
alrededor de una hora.

El país se aleja ahora

El país se aleja ahora
con sus gaviotas huérfanas
y su puerta pesada
Hay
a manera de alba
una sombra y su sarcasmo
El hombre sin cabeza
corre por el laberinto
con lo que le sobrevive de corazón
En su mano
sostiene una inútil
llave manchada
por la guerra y sus falsedades
El ojo
exiliado de su luz
se derrama sobre la arena

traducido por Carlos Vicente Castro

LLe pays s’éloigne maintenant

Le pays s’éloigne maintenant
avec ses mouettes orphelines
et sa lourde porte
Il y a
en guise d’aube
une ombre et son sarcasme
L’homme sans tête
court dans le labyrinthe
avec ce qui lui reste de cœur
Dans sa main
il tient l’inutile
une clé souillée
par la guerre et ses mensonges
L’œil
exilé de sa lumière
s’épanche sur le sable*

domingo, 16 de noviembre de 2014

Wislawa Szymborska: Discurso de recepción del Premio Nobel de Literatura, 1996




Se dice que en un discurso lo más difícil es siempre la primera frase... Pues ya la dije... Pero presiento que las que siguen van a ser igualmente difíciles, la tercera, la sexta, la décima, hasta la última, ya que debo hablar sobre poesía. Muy raras veces me he expresado acerca de este tema, casi nunca, y siempre con la convicción de que no lo hago muy bien. Por eso mi discurso no va a ser demasiado largo. Toda imperfección resulta más fácil de aguantar si se sirve en pequeñas dosis.

El poeta contemporáneo es escéptico y desconfía incluso -o más bien principalmente- de sí mismo. Con desgano confiesa públicamente que es poeta -como si se tratara de algo vergonzoso. En estos tiempos bulliciosos es más fácil que admitamos los vicios propios, con tal de causar efectos fuertes; mucho más difícil es reconocer las virtudes, ya que están escondidas más profundamente, y hasta uno mismo no cree tanto en ellas. En las encuestas o en los encuentros con amigos ocasionales, cuando el poeta se ve forzado a definir su profesión, acude al término genérico ``escritor'' o al de alguna otra profesión que adicionalmente ejerza. El empleado público o los eventuales compañeros de viaje reciben con cierta perplejidad e inquietud la noticia de que están tratando con un poeta. Sospecho que los filósofos también producen semejante inquietud. No obstante, ellos se encuentran en mejor situación, ya que generalmente pueden adornar su profesión con algún grado académico. Profesor de Filosofía -ya suena mucho más serio.

No existen profesores de poesía, lo que haría suponer que esta actividad requiere de estudios especializados, exámenes presentados en fechas precisas, disertaciones teóricas rematadas con bibliografía y notas y, finalmente, los diplomas recibidos con solemnidad. Todo esto, a su vez, significaría que para graduarse de poeta no bastarían las hojas de papel, aun cuando estuvieran llenas de excelentes versos, sino que se necesitaría, sobre todo, un papel con sello y firma. Recordemos que justamente ésta fue la razón por la que condenaron al destierro a Josef Brodsky, orgullo de la poesía rusa, quien más tarde fue galardonado con el Premio Nobel. A Brodsky se le clasificó como ``parásito'', por no contar con un certificado oficial que le permitiera ser poeta... Hace un par de años tuve el honor y la alegría de conocerlo en persona. Me di cuenta de que solamente a él, entre todos los poetas que he conocido, le gustaba llamarse a sí mismo ``poeta''; pronunciaba esta palabra sin conflictos internos y hasta con cierta desafiante desenvoltura. Pienso que se debía al recuerdo de las violentas humillaciones que sufrió en su juventud.

En países más dichosos, donde la dignidad humana no es transgredida tan fácilmente, los poetas, obviamente, quieren ser publicados, leídos y entendidos, pero ya no hacen nada o casi nada en su vida cotidiana para destacar entre la gente. Sin embargo, hace poco, en las primeras décadas de nuestro siglo, a los poetas les gustaba escandalizar con su ropa extravagante y con un comportamiento excéntrico. Aquellos no eran más que espectáculos para el público, ya que siempre tenía que llegar el momento en que el poeta cerraba la puerta, se quitaba toda esa parafernalia: capas y oropeles, y se detenía en el silencio, en espera de sí mismo frente a una hoja de papel en blanco, que en el fondo es lo único que importa.

Hay algo que resulta muy característico. Continuamente se filman películas biográficas sobre grandes científicos y artistas. La tarea de los directores más ambiciosos es mostrar en forma verosímil el proceso creativo que condujo a importantes descubrimientos científicos o a la creación de grandes obras de arte. Se puede, con aceptables resultados, mostrar el trabajo de algunos científicos: laboratorios, instrumentos diversos y aparatos puestos en marcha logran por unos momentos mantener la atención de los espectadores. Además, resultan muy dramáticas las escenas de suspenso, cuando un experimento repetido miles de veces logró dar finalmente, merced a una mínima modificación, con el resultado tan esperado. Espectaculares pueden ser las películas sobre pintores, ya que es posible reconstruir todas las fases de creación de un cuadro -desde la primera raya hasta la última pincelada. Las películas sobre los compositores se llenan con su música: desde los primeros compases, que el creador escucha en su interior, hasta la obra madura ya terminada y repartida entre varios instrumentos. Todo sigue siendo muy ingenuo y no dice nada sobre el extraño estado de ánimo que se conoce comúnmente como inspiración, pero por lo menos hay algo para ver y oír.

El peor de los casos es el de los poetas. Su trabajo resulta irremediablemente poco fotogénico. Uno permanece sentado a la mesa o acostado en un sofá, con la vista inmóvil, fija en un punto de la pared o en el techo; de vez en cuando escribe siete versos, de los cuales, después que transcurre un cuarto de hora, va a quitar uno y de nuevo pasa una hora en la que no ocurrirá nada_ ¿Qué clase de espectador podría soportar una cosa semejante?

He mencionado la inspiración. A la pregunta de qué cosa es, suponiendo que algo sea, los poetas contemporáneos responden de modo evasivo. Y no porque nunca hayan sentido los beneficios de este impulso interior, más bien se debe a otra causa: no es fácil explicar a los demás algo que ni siquiera se comprende bien.

Yo misma he evadido el asunto cuando me lo han preguntado. Y contesto lo siguiente: la inspiración no es privilegio exclusivo de los poetas ni de los artistas en general. Hay, hubo, habrá siempre un número de personas en quienes de vez en cuando se despierta la inspiración. A este grupo pertenecen los que escogen su trabajo y lo cumplen con amor e imaginación. Hay médicos así, hay maestros, hay también jardineros y centenares de oficios más. Su trabajo puede ser una aventura sin fin, a condición de que sepan encontrar en él nuevos desafíos cada vez. Sin importar los esfuerzos y fracasos, su inquietud no desfallece. De cada problema resuelto surge un enjambre de nuevas preguntas. La inspiración, cualquier cosa que sea, nace de un perpetuo ``no lo sé''.

La gente así es bastante escasa. La mayoría de los habitantes de esta tierra trabaja porque necesita conseguir los medios de subsistencia, trabaja porque no le queda de otra. No fueron ellos quienes por pasión escogieron su trabajo, son las circunstancias de la vida las que escogen por ellos. El trabajo mal querido, el trabajo que aburre, es respetado únicamente porque no resulta accesible para todos, y está situación constituye una de las más penosas desgracias humanas. No se vislumbra que los siglos venideros traigan un cambio feliz al respecto.

Así pues, tengo derecho a decir que aunque le estoy escamoteando a los poetas el monopolio de la inspiración, de cualquier manera los coloco en un grupo reducido de elegidos por la suerte.

En este punto pueden surgir ciertas dudas en los oyentes, si consideran que a los diversos verdugos, dictadores, fanáticos, demagogos que luchan por el poder con ayuda de un par de consignas gritadas en tono muy alto, también les gusta su trabajo y también lo llevan a cabo celosamente. Cierto, pero ellos sí ``saben''. Saben, y lo que saben una sola vez les basta para siempre. Ya no tienen curiosidad por saber más, puesto que podría debilitarse su fuerza de argumentación. De modo que cualquier tipo de saber del que no surgen preguntas muy pronto fenece, pierde la temperatura propicia para la vida. En casos extremos, como es bien conocido en la historia antigua y contemporánea, puede resultar mortalmente amenazador para las sociedades.

Por lo anterior, estimo altamente estas dos pequeñas palabras: ``no sé''. Pequeñas, pero dotadas de alas para el vuelo. Nos agrandan la vida hasta una dimensión que no cabe en nosotros mismos y hasta el tamaño en el que está suspendida nuestra Tierra diminuta. Si Isaac Newton no se hubiera dicho ``no sé'', las manzanas en su jardín podrían seguir cayendo como granizo, y él, en el mejor de los casos, solamente se inclinaría para recogerlas y comérselas. Si mi compatriota María Sklodowska-Curie no se hubiera dicho ``no sé'', probablemente se habría quedado como maestra de química en un colegio para señoritas de buena familia y en este trabajo, por otra parte muy decente, se le hubiera ido la vida. Pero siguió repitiéndose ``no sé'' y justo estas palabras la trajeron dos veces a Estocolmo, donde se otorgan los premios Nobel a personas de espíritu inquieto y en búsqueda constante.

También el poeta, si es un verdadero poeta, tiene que repetirse perpetuamente ``no sé''. Con cada verso intenta responder, pero en el momento en que pone el punto final, le asaltan las dudas y empieza a advertir que su respuesta es temporal y en ningún caso satisfactoria. Entonces prueba otra vez y otra vez, para que a las sucesivas muestras de su insatisfacción consigo mismo los historiadores de la literatura las sujeten con un clip enorme para denominarlas ``La Obra''.

A veces fantaseo con situaciones inverosímiles. Me imagino, por ejemplo, en mi osadía, que tengo la oportunidad platicar con Eclesiastés, autor de un lamento estremecedor sobre la vanidad de todas las empresas humanas. Me habría inclinado muy hondamente ante él, ya que es -por lo menos para mí- uno de los poetas más importantes. Pero luego lo habría cogido de la mano: ``Nada hay nuevo bajo el sol'', has escrito, Eclesiastés. Sin embargo, Tú mismo has nacido nuevo bajo el sol. Y el poema que has creado también es nuevo bajo el sol, ya que antes de Ti nadie lo había escrito. Y nuevos bajo el sol son tus lectores, puesto que los que vivieron antes que Tú no te podían leer. Y el ciprés, en cuya sombra te sentaste, no crece aquí desde el principio del mundo. Le dio origen otro ciprés, semejante al tuyo, pero no en todo igual. Y además te quisiera preguntar, Eclesiastés, ¿qué desearías escribir, ahora, de nuevo bajo el sol? ¿Algo con qué completar tus ideas, o tal vez tienes la tentación de negar algunas de ellas? En tu poema anterior concebiste también la alegría, y ¿qué hay del hecho de que resulte ser tan pasajera? ¿Tal vez sobre ella va a tratar tu nuevo poema bajo el sol? ¿Tienes ya algunos apuntes o primeros esbozos? Pues no dirás ``ya he escrito todo, no tengo nada que añadir''. Esto no lo puede decir ningún poeta, y mucho menos uno tan grande como Tú.

El mundo, a pesar de cualquier cosa que podamos pensar sobre él, espantados por su inmensidad y nuestra impotencia ante él, amargados por su indiferencia frente a los sufrimientos particulares de la gente, de los animales y tal vez de las plantas -ya que ¿de dónde proviene la certeza de que las plantas están libres de sufrimientos?-; a pesar de cualquier cosa que pensemos sobre sus espacios atravesados por la radiación de las estrellas, alrededor de las cuales se empieza a descubrir algunos planetas -¿ya muertos?, ¿todavía muertos?, no se sabe-; a pesar de cualquier cosa que pensáramos sobre este teatro inmenso, para el cual tenemos un billete de entrada pero su vigencia es ridículamente corta, limitada por dos fechas decisivas; a pesar de no sé qué cosa más que pudiéramos pensar sobre este mundo: es asombroso.

Pero en la expresión ``asombroso'' se esconde una trampa lógica. Nos causa asombro lo que sobresale de la norma conocida y comúnmente aceptada, de una obviedad a la cual estamos acostumbrados. Pues bien, un mundo así, obvio, no existe. Nuestro asombro es autónomo y no procede de ninguna comparación de ningún tipo.

De acuerdo, en el habla cotidiana, la cual no recapacita sobre cada palabra, usamos expresiones como ``la vida común'', ``los acontecimientos comunes''... Sin embargo, en la lengua de la poesía, donde se pesa cada palabra, ya nada es común. Ninguna piedra y ninguna nube sobre esa piedra. Ningún día y ninguna noche que le suceda. Y sobre todo, ninguna existencia particular en este mundo.

Todo indica que los poetas tendrán siempre mucho trabajo.


© The Nobel Foundation
Traducción: Krystyna Libura y Arturo Viveros

Szymborska: Cómo escribir (y cómo no escribir) poesía



A lo largo de los años, Wislawa Szymborska ha contestado cartas de lectores que le piden consejo para escribir poesía. En la página de Poetry Foundation se pescan algunos fragmentos traducidos por Clare Cavanagh. Aquí traduzco algunas de sus sugerencias:

1.¿Qué tal si le cortamos las alas y escribimos a pie?

2. Necesitas otra pluma. La que tienes comete muchos errores. Debe ser extranjera.

3. Tratas el verso libre como si permitiera cualquier cosa. Pero la poesía (independientemente de lo que digamos) es, fue y será un juego. Y como cualquier niño sabe, todos los juegos tienen reglas. ¿Por qué se les olvida a los adultos?

4.El miedo de hablar con sencillez, los esfuerzos constantes de metaforizarlo todo, la necesidad de probar que eres un poeta en cada línea: esas son las ansiedades que atormentan al aspirante a escritor. Pero son curables, si se detectan a tiempo.


5. Los poemas que has enviado sugieren que no has logrado percibir una diferencia fundamental entre la poesia y la prosa. Por ejemplo, el poema titualdo "Aquí", es meramente una descripción en prosa de un cuarto y sus muebles. En prosa una descripción así sirve a una función específica: presenta el escenario de la acción que viene. En un momento la puerta se abrirá, alguien entrará y algo pasará. En la poesía la descipción misma debe 'suceder'. Todo se vuelve significativo, la elección de las imágenes, su disposición, la forma que toma en las palabras. La descripción de un cuarto ordinario debe aparecer ante tus ojos como el descubrimiento de ese cuarto y la emoción contenida en esa desripción debe ser compartida por los lectores. De otra manera, la prosa se queda prosa, aunque te esfuerces en cortar las oraciones en columnas de verso. Y lo que es peor, nada pasa.

miércoles, 12 de noviembre de 2014

Hermann Hesse (Calw, Imperio alemán, 1877 – Montagnola, Suiza, 1962)







Peldaños



Cual toda flor languidece y toda juventud
envejece, todo peldaño de la vida
florece, como también el saber, la virtud
a su tiempo florecen, y no son eternos.
A cada clamor vivo el alma prevenida
ha de estar para el adiós y el nuevo comienzo,
para entregarse a nuevos vínculos alternos
con valentía, y sin una actitud triste.
Y en cada inicio habita un sortilegio intenso
que nos ampara y que a vivir nos asiste.

Atravesemos alegres cada situación,
sin jamás nunca a una sola patria apegarnos;
el espíritu del mundo no desea atarnos:
peldaño a peldaño quiere ver nuestra expansión.
Apenas en un ámbito hacemos anclaje
el aletargamiento nos acecha con prisa.
Sólo quien esté listo a la partida y el viaje
podrá sustraerse al hábito que paraliza.

Y quizás nos envíe a un nuevo espacio lejano
incluso ante la muerte nuestra hora terminal.
El llamado de la vida no tendrá final…
¡Arriba, corazón! ¡Hay que seguir, estás sano!


 Traduccion de Marcelo G. Burello

Stufen


Wie jede Blüte welkt und jede Jugend
Dem Alter weicht, blüht jede Lebensstufe,
Blüht jede Weisheit auch und jede Tugend
Zu ihrer Zeit und darf nicht ewig dauern.
Es muß das Herz bei jedem Lebensrufe
Bereit zum Abschied sein und Neubeginne,
Um sich in Tapferkeit und ohne Trauern
In andre, neue Bindungen zu geben.
Und jedem Anfang wohnt ein Zauber inne,
Der uns beschützt und der uns hilft, zu leben.

Wir sollen heiter Raum um Raum durchschreiten,
An keinem wie an einer Heimat hängen,
Der Weltgeist will nicht fesseln uns und engen,
Er will uns Stuf' um Stufe heben, weiten.
Kaum sind wir heimisch einem Lebenskreise
Und traulich eingewohnt, so droht Erschlaffen,
Nur wer bereit zu Aufbruch ist und Reise,
Mag lähmender Gewöhnung sich entraffen.

Es wird vielleicht auch noch die Todesstunde
Uns neuen Räumen jung entgegen senden,
Des Lebens Ruf an uns wird niemals enden...
Wohlan denn, Herz, nimm Abschied und gesunde!




 Dolor


Dolor: un amo que nos encoge,
un fuego que nos arde con pobreza,
que de la propia vida nos aleja,
con cuya flama el encierro se impone.

Sabiduría y amor se reducen…
Esperanza y consuelo se aligeran…
 El dolor nos ama con furia ciega:
 nos derretimos y el Ser nos subsume.

Se retuerce el yo, forma terrena,
 y opone resistencia entre las llamas.
 Luego se hunde en el polvo, sin palabras,
 y al amo, finalmente, se entrega.

Traduccion de Marcelo G. Burello


Schmerz

Schmerz ist ein Meister, der uns klein macht,
Ein Feuer, das uns ärmer brennt,
Das uns vom eigenen Leben trennt,
Das uns umlodert und allein macht.

Weisheit und Liebe werden klein,
Trost wird und Hoffnung dünn und flüchtig;
Schmerz liebt uns wild und eifersüchtig,
Wir schmelzen hin und werden Sein.

Es krümmt die irdne Form, das Ich,
Und weht und sträubt sich in den Flammen.
Dann sinkt sie still in Staub zusammen
Und überläßt dem Meister sich.



Camino Hacia Adentro

Quien encontró el camino hacia adentro,
quien en el hundirse ardiente en uno mismo
el núcleo presintió de la sabiduría,
ése elegirá con su sentido a Dios y al mundo
como su imagen y su alegoría:
cada obra y cada pensamiento
diálogo serán con el alma que le es propia
que a Dios y al mundo en sí contiene.

Weg nach Innen

Wer den Weg nach innen fand,
Wer in glühndem Sichversenken
Je der Weisheit Kern geahnt,
Daß sein Sinn sich Gott und Welt
Nur als Bild und Gleichnis wähle:
Ihm wird jedes Tun und Denken
Zwiegespräch mit seiner eignen Seele,
Welche Welt und Gott enthält.



Hoja marchitada


Cada flor tiende a ser fruto,
cada mañana tiende a convertirse en noche,
nada hay eterno en esta tierra,
excepto el cambio o la huida.

También el verano más hermoso quiere
sentir alguna vez el otoño y lo marchito.
Mantente, hoja, quieta y con paciencia,
si intenta el rapto alguna vez el viento.

Juega tu juego sin nunca defenderte,
deja que tranquilamente ocurra,
y por el viento que te arranca
déjate soplar hasta tu casa.


 Welkes Blatt


jede Blüte will zur Frucht, 
Jeder Morgen Abend werden, 
Ewiges ist nicht auf Erden 
Als der Wandel, als die Flucht. 

Auch der schönste Sommer will 
Einmal Herbst und Welke spüren. 
Halte, Blatt, geduldig still, 
Wenn der Wind dich will entführen. 

Spiel dein Spiel und wehr dich nicht, 
Laß es still geschehen. 
Laß vom Winde, der dich bricht, 
Dich nach Hause wehen.


Crujido de una rama quebrada

Rama en astillas quebrada,
colgando año tras año,
seca cruje su canción al viento,sin hojas, sin corteza,
raída, amarillenta, para una larga vida,
para una larga muerte fatigada.
Duro suena y tenaz su canto,
suena obstinado, suena secretamente amedrentado
todavía un verano, todavía un invierno más.

Knarren eines geknickten Astes

Splittrig geknickter Ast,
Hangend schon Jahr um Jahr,
Trocken knarrt er im Wind sein Lied,
Ohne Laub, ohne Rinde,
Kahl, fahl, zu langen Lebens,
Zu langen Sterbens müd.
Hart klingt und zäh sein Gesang,
Klingt trotzig, klingt heimlich bang,
Noch einen Sommer,
Noch einen Winter lang.




traducion de Rodolfo E. Modern

de Antologia Poetica de Herman Hesse Editorial Fausto 1974