sábado, 25 de junio de 2011

Carlos Mastronardi(Gualeguay 1901,Buenos Aires 1976)





La rosa infinita

Había una niñez, unos jinetes y árboles
-también sus cariñosos-,
un portal conocido por sus flores,
algún abrazo aquietado entre perfumes
y la sombra central de la madre.
Las miradas seguían
el tránsito dichoso de la aurora
y el decaimiento de las azucenas.
Quien entraba buscando los cariños de adentro
debía pasar
bajo aquella herradura de la suerte
que a través de los años sostenía
los bienes de la casa.
Recuerdo la escondida frescura del aljibe:
en su hondura temblaban nuestras risas
y un eco más profundo tenían las tormentas.
El zorzal prisionero, en el tiempo agradable,
ensalzaba los montes natales.
Desde nuestras esquinas se contemplaba el campo.
Había claras mañanas, sucesos de esplendor,
atravesadas siempre de carros y silbidos,
y en el umbral alguno se tardaba,
callado frente al pueblo
y admirando a esos hombres que entraban con un canto
en que había una morocha prendada de un paisano.
Esto era en la provincia,
en la infinita rosa donde se holgó la infancia.
El campo se daba a la brisa
y el alba era cantora
en los árboles del fondo de la casa.
Las crecientes, los soles, las incansables aguas
conmovían al viejo vecindario,
y el hombre trabajaba con dulzuras
en aquella quietud de esplendores durables.
(En todo lo que diga estará el cielo,
pues era en la provincia,
las bandadas cruzaban una luz melodiosa
y eran los años vueltos hacia el campo).
En los desnudos brazos que el verano vencía
jugaban los reflejos
y vi pasar la imagen de la siesta.
Las calles empezaban con sol y jovencitas.
Una clara sonrisa
a veces detenía tormentas de jinetes.
Entre buenos recuerdo viene un hombre del monte,
y no quiero olvidar esos rosales
en cuya hondura generosa
nosotros y los pájaros andábamos.
Había una niñez, una fronda y sus amigos,
luces a las personas semejantes,
una boca pensando virtudes y pecados,
y en el invierno, el reino
de los cantos distraídos.
Aquí rememoro un galope
cortando la sensible medianoche
y el viento enloquecido en los parrales.
En el verano, la unidad de la alegría.
También las sucesiones afectuosas
de los brazos ligados,
y las glicinas, en el segundo patio,
junto a la cadena del pozo,
en sus avisos de agua tan sonora.
El cielo en nuestras predilecciones.
Sabíamos algunas palabras
para ayudarlo a Dios.




Petición de penumbra

Disimula tu vida
Epicuro

Quiso el alma escondida alzar murallas
para ser una patria imperceptible;
oculto anduvo entre secretas vallas
el pobre corazón inaccesible.

Con vergüenza de ser uno y distinto,
mis ignorados bienes defendía,
pero en vano he construido un laberinto,
pues vive en todos lo que yo escondía.

Tejí el dédalo absurdo y vano donde
camino con el goce del secreto,
pero un eco lejano me responde.

Ya oculto en el espacio y en memorias
fugaces, como ayer hoy me prometo
sortear espectros, gentes ilusorias.

De Poemas, Buenos Aires, 1966


Triste Soberania



El vivo azar que fluye te condena
y viene tu niñez sobre sus olas.
Mientras el breve tiempo al mismo tiempo inmolas,
la esperanza te oprime y encadena.


Gozas el laberinto que te pierde,
atas a lo imprevisto la hora vana,
y tus años, esclavos del mañana,
anhelan que un abismo los recuerde.


Cuando vuelves la cara verdadera
a la edad que salió de tus empeños,
la esperanza te deja y te libera.


Sólo recuerdo y paz, nada te asombra:
gastaste un hombre para verlo en sueños
y has creado libertad para una sombra.

Publicado en la Antologia de Eudeba en "Poemas ineditos de distintas epocas"


Para sepultar un olvido



Yo y este paso alegre haciendo muerte…
Camino con el tiempo que es mi sombra
superando jornadas y memorias,
oscuro pordiosero de mis horas.

¿Quién era la que ayer entro en mi día?
Pienso que la efusión fue puerto vano.
Solo viajó con mi olvidar postrero;
crece como un afecto el cruel espacio.

Fui anudando minutos a su espíritu,
y enjoyada se fue con mi pasado.
Confesión de pobreza es el recuerdo,
y hiere otra presencia mi costado

Tal vez no soy aquel que contemplaba
el apasionamiento de un ocaso,
mientras el tiempo que madura adioses
nos iba despidiendo, despojando.

La andanza me buscaba como el sueño.
Un haz de anocheceres ciudadanos
traigo de los momentos que vaciara,
y un viento envejecido y desgajado.

Y en este silenciar que con Dios linda,
me desnudo de noches y de días.

De Tierra Amanecida (1926)





Algo que te concierne

De aquella congregación amable
que ocurrió en Basilea o quizás en Bolonia,
una noche generosa
en rostros, en palabras, en señores insignes
que el acaso juntó por un momento,
todo se ha borrado,
como si las vidas y las circunstancias
y esa misma noche que digo,
no fueran otra cosa
que la trama deshecha de un sueño
fraguado por un dios que nos devora
y que en aire y humo se complace en plasmarnos.
Así, de ese encuentro de sombras corteses,
tan incierto que ya no recuerdo su lugar ni su tiempo,
y cuya condición menguante
es la de todo aquello que se funda en las formas,
en los acuerdos exteriores,
y no en la intensidad que nos construye,
nada me queda, nada sobrevive,
excepto tu pensado rostro.

Puesto que de fervor está hecha la sustancia
de cuanto existe, de aquellas vagas horas
en que sin verse se rozaron muchos,
sólo rescato una persona clara,
y así vuelve a ser vívido el momento remoto
que busco y que persigo con palabras:
entre un fulgor de vasos y perdidos
en la sensible música que engendras,
unos mansos fantasmas, acaso sin saberlo,
se estaban despidiendo para siempre.
Bien lo comprendes:  la dispersión propia de un  sueño:
sin embargo, no es todo un callado naufragio
porque la realidad con tu recuerdo empieza.
Se apagaron los hombres y las luces,
pero una luz más firme le dispensa
continuidad al alma retraída
y una fiesta más honda en mí perdura.
Ahora, en la quietud de la alta noche
bebo el café y doy con una página
donde leo que el Amor filosofa,
porque el eros, a diferencia del ignaro,
busca lo que le falta,
sospecha claridades que están lejos
y pide esencialmente la belleza.

Dejo el antiguo texto. Es tarde. Me devuelven al mundo
el poder inmediato de la noche
y el viento que en los árboles insiste.
Ya han de andar las abejas sobre jardines jónicos.
El tiempo se remansa bajo la inmensa lámpara.
Yo escribo que te quiero.

Semejante a una ternura antigua
regresa al habitual carro del alba,
como si fuera el eslabón que salva
la persistencia, el orden de este mundo.
La ciudad duerme bajo la lenta lluvia.
Suena un vago reloj en el piso de arriba.
Vuelvo a mí mismo, a verte.


(De  su último libro: Siete Poemas -1963



miércoles, 18 de mayo de 2011

Giovanni Giudici ((Le Grazie, Liguria, 1924, La Spezia, Liguria, 2011)



Desde el corazón del milagro

Hablo de mí, desde el corazón del milagro
mi culpa social es la de no reír,
no conmoverme en el momento justo.
Y por lo tanto muero, por esperar vivir.

El rencor es de quien no tiene esperanza.
¿es compasión de mi lo que me hace creer
que en otra parte hay vida mas veraz?
Ya resignado, presumo que no creo.

Traducido por Antonio Aliberti

Dal cuore del miracolo

Parlo di me, dal cuore del miracolo:
la mia colpa sociale è di non ridere,
di non commuovermi al momento giusto.
E intanto muoio, per aspettare a vivere.

Il rancore è di chi non ha speranza:
dunque è pietà di me che mi fa credere
essere altrove una vita piu vera?
Già piegato, presumo di non cedere.


La vita in versi
Arnoldo Mondadori Editore 1965


Plaza Saint-Bon

Vocifera decoro el acreedor, se ensaña
con el insolvente, lo amenaza con cárcel,
hace que se junte la gente del paseo vespertino:
el justo pide justicia al procurador del rey.

Está enfrente solo el chico que tiembla
de miedo y de vergüenza, pero que finge
pertenecer a los otros - no se aprieta
al padre maltratado.

El hijo del deudor - yo
he sido.

Por mi padre rogaba a mi Dios
una plegaria de extraño sentido:
perdona a nos nuestras deudas
como nosotros las perdonamos.


Versión de Jorge Aulicino

Piazza Saint-Bon

Sbràita decoro il creditore, infierisce
sull'insolvente, gli minaccia galera,
fa adunare la gente del passeggio serale:
il giusto chiede giustizia al procuratore del re.

Gli è contro solo il bambino che trema
di paura e vergogna, ma che finge
di appartenere ad altri - non si stringe
al genitore maltrattato.

Il figlio del debitore - io
sono stato.

Per il mio padre pregavo al mio Dio
una preghiera dal senso strano:
rimetti a noi i nostri debiti
come noi li rimettiamo.

viernes, 22 de abril de 2011

Jose Watanabe (Laredo, Perú, 1945-2007)




La piedra alada

El pelícano herido, se alejó del mar
y vino a morir
sobre esta breve piedra del desierto.
Buscó,
durante algunos días, una dignidad
para su postura final:
acabó como el bello movimiento congelado
de una danza.

Su carne todavía agónica
empezó a ser devorada por prolijas alimañas, y sus huesos
blancos y leves
resbalaron y se dispersaron en la arena.
Extrañamente
en el lomo de la piedra persistió una de sus alas,
sus gelatinosos tendones se secaron
y se adhirieron a la piedra
como si fuera un cuerpo.

Durante varios días
el viento marino
batió inútilmente el ala, batió sin entender
que podemos imaginar un ave, la más bella,
pero no hacerla volar


Mi casa

Mi vecino
estira su casa como un tejido que le ajusta.

No debería burlarme,
si yo mismo vivo inmensamente pegado a mi casa, tanto
que a veces las paredes tienen manchas
de mi sangre o mi grasa.

Sí, mi casa es biológica. En el aire
hay un latido suave, un pulso que con los años se ha concertado
con el mío.

Mi casa es membranosa y viva, pero no es asunto
uterino. Estoy hablando del lugar de mi cuerpo
que he construido, como el pájaro aquel
con baba
y donde espacio y función intercambian
carne.
Afuera soy, como todos, del trabajo y la economía, aquí
de mi cuerpo desnudo
y, a veces, de una mujer
que se aviene a ser, como yo, otro órgano dentro de este
pulposo
tercer
piso.

del libro "Cosas del cuerpo"

Responso ante el cadaver de mi madre



A este cadáver le falta alegría.
Qué culpa tan inmensa
cuando a un cadáver le falta alegría.
Uno quiere traerle algo radiante o gustoso (yo recuerdo
su felicidad de anciana comiendo un bife tierno),
pero Dora aún no regresa del mercado.



A este cadáver le falta alegría,
¿alguna alegría aún puede entrar en su alma
que está tendida sobre sus órganos de polvo?

Qué inútiles somos
ante un cadáver que se va tan desolado.
Ya no podemos enmendar nada. ¿Alguien guarda todavía
esas diminutas manzanas de pobre
que ella confitaba y en sus manos obsequiosas
parecían venidas de un árbol espléndido?


Ya se está yendo con su anillo de viuda.
Ya se está yendo, y no le prometas nada:
le provocarás una frase sarcástica
y lapidaria que, como siempre, te dejará hecho un idiota.

Ya se está yendo com su costumbre de ir bailando
por el camino
para mecer al hijo que llevaba a la espalda.

Once hijos, Señora Coneja, y ninguno sabe qué diablos hacer
para que su cadáver tenga alegria.

De Banderas detras de la niebla (2006)


El anónimo

Desde la cornisa de la montaña
dejo caer suavemente una piedra hacia el precipicio,
una acción ociosa
de cualquiera que se detiene a descansar en este lugar.
Mientras la piedra cae libre y limpia en el aire
siento confusamente que la piedra no cae
sino que baja convocada por la tierra, llamada
por un poder invisible e inevitable.

Mi boca quiere nombrar ese poder, hace aspavientos, balbucea
y no pronuncia nada.
La revelación, el principio,
fue como un pez huidizo que afloró y volvió a sus abismos
y todavía es innombrable.

Yo me contento con haberlo entrevisto.
No tuve el lenguaje y esa falta no me desconsuela.
Algún día otro hombre, subido en esta montaña
o en otra,
dirá más, y con precisión.
Ese hombre, sin saberlo, estará cumpliendo conmigo.


La jovencita


El algarrobo se inclina como una nube verde
sobre la única bodega del pueblo.
Detrás del mostrador humilde
una grácil jovencita lleva nuestra mirada
a un tiempo sin malicia.

Tiene el cabello recortado
como un muchachito travieso. El próximo año
tendrá la cabellera larga. El cuerpo
sobrecoge de tan puntual y prolijo: cumplirá
con el crecimiento de cada uno de sus cabellos
y hará sonar una música
menos inocente.

Mientras tanto, ella guarda sus negros mechones
en un frasco de vidrio
junto a los caramelos y gomas de menta.
Eso es siniestro, pequeña.
Tú, tan vivaz, hija
del solcito que venimos a buscar,
no deberías guardar nada muerto. No es justo
para los que ahora te miramos
como agüita de yerba para el desasosiego.

Restaurant Vegetariano


A los vegetales se entra
con hambre de animal longevo y apacible, y lentamente
se acaba
la lechuga.

A la carne se va distinto, se ingresa a ella
con ansia orgánica, casi disputándola
como si fuera carne
del día de la resurrección, y se acaba
el bife.

Recuerdas:
para que tú vivieras
tu familia depredaba la tierra para ti,
pollos patos reses cuyes cabritos carne
para convalecer y durar.

El alimento en la boca te relaciona
con el mundo. Hay días de felino
y días de paquidermo. Hoy sean bienvenidas
las benéficas ensaladas, la suave soya y las frutas
aunque tarde:
ya cincuenta años que comes carne
y estás eructando miedo.

Pero hay días que no tienes carnes ni vegetales
sino arena en la lengua. Te explicas: tal vez has comido
una sequedad inicial, insidiosa, de pecho, y nunca
se acaba, el desierto
nunca se acaba.

del libro "Cosas del cuerpo"


Orgasmo

¿Me dejará la muerte
gritar
como ahora?

jueves, 21 de abril de 2011

Piotr Jerzy Domansky ( Polonia,1949)



Aquí



Aquí cada árbol
es un fuerte lacerante

aquí cada viento
tiene baleado el cráneo

aquí cada pájaro
está vestido con la piel de la cebra

aquí cada piedra
está numerada

aquí cada camino
está adoquinado de sangre

aquí cada palabra
comienza a oler a cuerpo chamuscado

aquí
desde cada
ventana
se ven
90 mil
asesinados

estoy
en Stutthof

en la plaza cercana
mi padre se aprestaba
para la revisión

cuando caía la helada
la revisión duraba del crepúsculo al alba
mi padre estaba desnudo
en posición de firme
mojado por el "cappo" furioso
bajo la helada el agua se congelaba rápidamente
- los cuerpos humanos escarchados
despertaban la carcajada de
alemanes

en qué pensaba mi padre
cuando vio los rostros festiculantes/SS
seguramente pensó
qué se debe hacer
para que no quede tan sólo
el recuerdo del fascismo.

Traducido por Guillermo Landa

domingo, 3 de abril de 2011

Vasko Popa (Vrsac, 1922-Belgrado, 1991)



Las manos encendidas

Se hunden dos manos encendidas
En el altamar del cielo

No se aferran a la estrella
Que a su alrededor vuela
Parpadea y se santigua

Hablan de algo con los dedos
Quién podrá descifrar
El lenguaje de los dedos en llamas

Cierran sus palmas solemnemente
En forma de caballete

¿Hablarán de la vieja casa
Que abandonaron incendiada
O acaso de la nueva
Que piensan construir?

Lejos de nosotros (fragmentos)

21

Tus manos llamean
En la hoguera de mi cara

Tus manos me abren el día
Tus manos florecen
En el lejano desierto en mi interior
En el que nadie ha entrado

Tus manos sueñan en las mías
El sueño de todas las manos consteladas del mundo


Traducidos por Dubrabvka Suznjevic


La casa en mitad del camino (1956)

1

Nuestra casa está en mitad del camino
Que une el primer sol con el último

Nuestra negra suerte de doradas manos
Fue nuestro único arquitecto

Imaginó parece un puente celestial
Una balanza de sol quizás
Y resultó una casa

2

Desde entonces surgen espectros en el camino
Y seres peligrosos y altisonantes
Y comerciantes de sol

Desaparecen las casas hermosas
En la lucha entre cielo y tierra
En el rechinar de la oscuridad
En el grito de socorro de la luz
En el pataleo de los cascos sobre el techo



3
Cada tanto el cielo se separa de la tierra
La casa aparece de nuevo en mitad del camino
Aparece hermosa

Sí como un puente celestial
Como una balanza de sol

4

El camino sigue ocupado en sus cosas
Une el primer sol con el último

Sólo los vientos
Que sirven en torno a la casa
Dispersan el hedor de los cuernos ardidos


Del libro Sal lobuna. 1975

domingo, 27 de febrero de 2011

Ruben Dario ( Metapa 1867 , León, Nicaragua 1916 )



Lo fatal

A René Pérez

Dichoso el árbol que es apenas sensitivo,
y más la piedra dura, porque esa ya no siente,
pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo,
ni mayor pesadumbre que la vida consciente.

Ser, y no saber nada, y ser sin rumbo cierto,
y el temor de haber sido y un futuro terror...
Y el espanto seguro de estar mañana muerto,
y sufrir por la vida y por la sombra y por

lo que no conocemos y apenas sospechamos,
y la carne que tienta con sus frescos racimos,
y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos,
!y no saber adónde vamos,
ni de dónde venimos...!

domingo, 20 de febrero de 2011

Manuel Bandeira (Recife1886, Rio de Janeiro1968)



El bicho

Ayer vi un bicho
en el basurero del patio
buscando comida entre los deshechos.

Cuando encontraba algo,
no examinaba ni olía:
tragaba con voracidad.

El bicho no era un perro,
no era un gato,
no era un ratón.

El bicho, Dios mío, era un hombre.

Traducido por Juan Manuel Inchauspe

O Bicho

Vi ontem um bicho
Na imundície do pátio
Catando comida entre os detritos.

Quando achava alguma coisa,
Não examinava nem cheirava:
Engolia com voracidade.

O bicho não era um cão,
Não era um gato,
Não era um rato.

O bicho, meu Deus, era um homem.