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miércoles, 19 de febrero de 2020

Baldomero Fernández Moreno ( Buenos Aires, Argentina, 1886 − 1950)


Setenta balcones y ninguna flor

Setenta balcones hay en esta casa,
setenta balcones y ninguna flor.
¿A sus habitantes, Señor, qué les pasa?
¿Odian el perfume, odian el color?

La piedra desnuda de tristeza
¡dan una tristeza los negros balcones!
¿No hay en esta casa una niña novia?
¿No hay algún poeta lleno de ilusiones?

¿Ninguno desea ver tras los cristales
una diminuta copia de jardín?
¿En la piedra blanca trepar los rosales,
en los hierros negros abrirse un jazmín?

Si no aman las plantas no amarán el ave,
no sabrán de música, de rimas, de amor.
Nunca se oirá un beso, jamás se oirá un clave...

¡Setenta balcones y ninguna flor!



miércoles, 29 de enero de 2020

Ricardo Zelarayán ( Parana1922-Buenos Aires 2010)





Tal vez no importe tanto

Tal vez no importe tanto,
tu cara se borra sola.
Hay muchas caras en mi vida
que viven borradas
quién sabe hasta cuándo.
Se han borrado poco a poco,
pero en el momento menos esperado,
y a veces en el menos indicado,
vuelven a aparecer por un brevísimo instante
para sumergirse enseguida
en el “¿Dónde estarás ahora?”
con un intenso sobresalto
de mi parte…
Hay días mucho más chicos que otros.
Y hay días muertos,
descolgados,
inútiles,
días que crecen y mueren sin esperanza.
El rostro borrado aparece de pronto
y es, al mismo tiempo, el mismo
y otro,
siempre dispuesto a borrarse
para aparecer otra vez
pero, ¿cuándo?
La música corre como el agua
pero se borra en el aire.
Es difícil acordarse de invierno
en verano
y del verano en invierno,
evocar una melodía remota
a la deriva en el tiempo pasado.
es difícil salvar del olvido
un rostro, una cara
que se ha borrado
y que aparece
el día y el momento menos pensado.
Si uno pudiera manejar la cosa,
Es decir matar definitivamente ese rostro en la memoria,
o evocarlo a voluntad,
todo sería distinto.
El vientito del despecho
ha lijado los relieves,
los límites de la superficie recortada,
de los diferentes rostros de Ella.
Uno se salva de a ratos
pero en el momento inesperado….
Ella aparece con un rostro olvidado
que enseguida desaparece, etc. etc.
La cara, el recorte amoroso…
mas no el cuerpo
(el cuerpo decapitado
del rostro borrado).
Tal es el trabajo de salvación
por el momento:
evocar a voluntad
o borrar para siempre.
Incluso borrar el recuerdo
de haber borrado un rostro,
o todos los sucesivos rostros de Ella.
Cuando un rostro comienza a borrarse
(y por lo visto estoy diciendo rostro y no cara
porque rostro tiene más relieve que cara)
ojo, me digo, porque si los ojos de Ella se borran
algo comienza a terminarse
o algo, también, comienza a secas.
Es el comienzo de un nuevo rostro
que tal vez se borrará a su turno
y así sucesivamente.
Y lo de los rostros también se extiende a los lugares
que permanecen borrados
para reaparecer un instante de cualquier día,
no elegido,
y todos los días hay instantes que nacen y mueren vacíos.



Cuando llueve



Cuando llueve, ¿quién se moja más? ¿El que corre o el que camina despacio? Adivina adivinador. ¿Nunca se sabrá?
Cuando llueve, el mosquito se moja menos que el elefante, y la mosca menos que el tigre y que las pulgas del tigre. Pero, ¿qué no daría el mosquito por tener la sombra de un elefante y la mosca la sombra de un tigre?

Cuando llueve, nadie quiere mojarse pero todos se mojan, menos los que consiguieron ponerse debajo de algo, techo o paraguas, que son casi todos. Así no vale.
Cuando llueve, el árbol que hace sombra de sol, hace sombra de lluvia
Cuando llueve, no se puede volar o se vuela menos. Y los pájaros buscan un árbol frondoso o un alero, porque nadie les enseñó a cubrirse con las alas.
Cuando llueve, a los mares o a los ríos ni les va ni les viene, porque nunca se mueren de viejos. Las lagunas y los lagos no están tan seguros y, cuando llueve, sonríen encantados.

Cuando llueve, es la fiesta de los sapos. No hay mal que por bien no venga.
Cuando llueve, fracasa la casa que no podemos terminar, como el fuego al aire libre que no podemos encender.
Pero... cuando llueve, las gotas se dan al fin un baño de tierra.
Cuando llueve, tu pelo se moja mucho y tus ojos nada... porque están bajo techo.
Cuando llueve, no hay canto de pájaros.
Cantemos nosotros al ritmo del aguacero.
Cuando llueve, es mejor que sea en verano que en invierno, es cierto.
Pero... nunca se sabrá si se moja más el que corre o el que camina despacio.

Edición original: Traveseando, Colección la manzana roja, Editorial Kapelusz, Buenos Aires, 1984.

miércoles, 25 de diciembre de 2019

Alberto Guirri (Buenos Aires, 1919 - 1991)








Epistola a Hieronymus Bosch


Qué bien supiste
cuanto nosotros, hijo de ira,
no comprendimos,
el principio del mal
deformador de nuestra materia,
mal material que examinaste
como quien apila cuerpos
y con frías incisiones
extrae de sus cabezas la locura,
y de sus organismos
la confusión de los tres reinos:
árboles con rostros,
piedras que también son plantas,
metales animados, venenosos,
el insecto cabalgando al pájaro,
el pájaro afilando su cuchillo;
pues de eso hablaste y gritaste
y bajo formas de visión
establecías que juntos propiamente
componemos un solo cuerpo,
privados del gran beneficio,
sustraídos al amor de la semilla
que cayó en el suelo y murió
para no perderse, perdernos.
Mas siempre el hombre,
yo, cualquiera, tú mismo,
el hombre y su desnudez
correteando atontado
por jardines de delicias
y planicies infernales
y detrás y arriba
del carro de heno del mundo
en el que cada cual arrebata lo que puede;
su desnudez, no el sexo,
añorando la totalidad de la desnudez,
la primitiva unidad hermafrodita,
el completo ser adán-eva.

Vagabundo de lo extraño,
mano que aspiró a ser conciencia,
que la oración de tu oficio
haya subido derecha
como un perfume.


viernes, 25 de octubre de 2019

José Emilio Tallarico ( 1950-2019 Buenos Aires )



Espejos

Debería acudir más a los espejos,
confiar más en su capacidad
de exhibir esos espacios fabulosos
donde habitan las emanaciones de la luz
y los pertrechos de la sombra.
Una mueca procaz, un monólogo magro
es cuanto puedo concederles,
ellos replican con el paso
de un hombre desvelado en su noche de libros.
Hay un espejo que enmarqué al amparo
de un bricolage compulsivo, está en el living.
Otro, muy pequeño, lo compré porque tenía
una imagen de Lennon que parecía un holograma.
Casi nunca los toco.
Será que ya nos precisamos menos.
La mano está más cerca del saludo nostálgico
que de procurarles brillo.
También la época hizo lo suyo para crear opacidad
y tal vez sea bueno ahora negociar
un saludable desapego.
Redefinir ecos, formas y hechizos.
No sin culpas, claro.




Del libro  El enroque es conmigo (2016)

domingo, 7 de julio de 2019

Jacobo Regen (Quijano, Salta1935- Salta 2019)





"Serenamente, digo: "Soy un ángel"...

Serenamente, digo: "Soy un ángel".
Y me debes creer.
Ningún platillo de la balanza sube,
o baja,
bajo mi peso.
Incorpóreo,
ligero,
desnudo,
como la luz...
Y sin embargo, toda
mi trayectoria es una sombra,
mi corazón es una sombra,
una moneda oscura,
destruida
por el tiempo, sin tiempo y sin memoria.
  

Proposición

¿Conoces tú mi paradero?
Si sabes algo, dímelo.
Y cuéntame de aquel muchacho candoroso.
Si alguna vez llegas a verlo
no le ocultes que te has casado,
que tienes varios hijos.
Y nunca te enternezcan
su terquedad, sus ruegos.
Adóptalo como criado.
¡Sería tan hermoso para él!
Cuidaría el jardín de tu casa,
lavaría los pañales de tus pequeños,
saludaría humildemente a tu marido.
¡Es tan bueno!
Pero que tu indulgencia
no vaya nunca más allá.

Palabras

Sólo te pido que recuerdes
La luz de aquel amanecer
Que hemos amado tanto.


He derrochado contigo
Tantas palabras que creíste
Ciertas,
Que palpitaban,
Que vivían
Y amé en ti mis palabras.


Cuando dejé de amarlas,
Te perdí.

Umbroso mundo,

 

             Hay jardines que no tienen ya países                        

                       Georges Schehadé

Umbroso mundo,

seguiremos siempre

poblando de fantasmas verdaderos

tus países ausentes.

Así, lejos de todo,

crecerá en el olvido un árbol verde

a cuya sombra vamos a dormirnos

hasta que alguna vez el sueño nos despierte.

 

 

Alianza

Me quedo en cualquier parte

porque no tengo a dónde ir.

Y vuelven mis fantasmas

a inventarme

la luz

entre paredes de agua muerta.

Vuelven

para fundar la última alianza

con el que fui,

con el que nunca ha sido.

Andan ya por mi sangre.

Voy con ellos.

 


lunes, 31 de diciembre de 2018

Juan Jose Saer ( 1937, Serodino 2005, París )





El Graal

El mar destila incertidumbre,
la montaña perplejidad; y el propio
cuerpo no abandona, por nada
del mundo, su secreto. El viaje
se volvió errabundeo, y el aura
solitaria, retirándose,
nos transformó en manada.
En la llanura inmóvil
el cansancio nos visita:
todo esto podía haber sido
de esta manera o de alguna otra,
el tiempo hubiese preferido
correr para adelante o para atrás
y abstenerse de salir, indiferente,
la luna. Nos creeríamos perdidos,
si fuésemos capaces, todavía,
de distinguir un lugar.
La mirada rebota, espesa;
ni reconoce ni interroga.
Astillas turbias flotan
entre la sombra que amenaza.
Confusos, vacilamos:
salimos a buscar no sabemos qué
ya no nos acordamos bien cuándo.

Para cantar

La tarde está limpia como una hoja vacía.
A veces, como una mano que escribe, la borronea el viento.
La carcome, como a una esperanza que se enfría
por ráfagas de remordimiento.
Tarde carcomida de octubre, desaforada luz del día.
No tengo paz y estoy contento.


domingo, 16 de septiembre de 2018

Ricardo Molinari ( Buenos Aires 1898 , 1996 )




Cuando me hablan de ti, es como si me perfumaran la cara...

Cuando me hablan de ti, es como si me perfumaran la cara
con una hoja de mirto. Ya estoy tan seguro de que te quiero,
que a veces quito
mis ojos de la luz para que atraviesen la noche por el cielo.
el cielo.

Los jardines saben el nombre de tu río
y el de los antílopes que lo cruzan jugando entre el agua;
ninguno habrá que no lo haya sentido
fluir, humedeciéndome la boca,
en la mañana, o al caer la tarde,
sobre el aliento perezoso
de las flores.



Helada en su corona de deseo

Helada en su corona de deseo
quién la verá, perfume de otro día,
ramo de aire perdido, todavía.
Espacio, luz de amor, lengua de aseo.
Terrible, incomparable, alta la veo
quebrar la espuma insomne -alma mía-,
en su sabor hallando la alegría,
el sonido, su flor; la voz de Orfeo.
Dura en su nieve, en su adiós de la tierra,
qué ámbito iluminado o noche ciega
la espera. Dónde irá el viento, su día.
Qué mar, qué luna; qué espejo la cierra
desdichado. ¡Qué río alto la riega
sin amargura y bebe su agonía!

Una rosa para Stefan George 

Il va parmi ses fleurs; et les souffles de lair

Hölderlin
(Similis factus sum pellicano solitudinis)

No es la paciencia de la sangre la que llega a morir, ni el sueño ni el mármol de Delfos, sino el polvo que se calienta entre las uñas. Qué importa morir, que se borren las paredes como un río seco; que no quede una flor en la calle con su borde de luto en la frente, ni el viento sobre las piedras podridas.
Qué haces allí, tronchado sin humedad, con tu dicha sin aliento, con tu muerte tendida a los pies. Con tu espuma llena de ceniza. Desdeñoso.
Ya vendrán los hombres con el ruido, con los gestos; pero el odio seguirá intacto.
Todos te habrán estrechado la mano alguna vez, y tú habrás bebido la cicuta en la soledad, como un vaso de leche.
Adiós, país de nieve, de ventisca agria, sin gentes que digan mal de ti. Eterno. Desnudo. La sangre metida en su canal de hielo -fuego sin aire- Jordán perdido. Si el tiempo tuviera sentido como el Sol y la Luna presos; si fuera útil vivir, si fuera necesario, qué hermoso espanto: tengo la voluntad avergonzada.
Yo soy menos feliz que tú. Me quedo combatiendo sin honor, con un haz de ramas en las manos. Duerme. Dormir para siempre es bueno, junto al mar; los ríos secos debajo de la tierra con su rosa de sangre muerta.
Duerme, lujo triste, en tu desierto solo.
¡Esta palabra inútil!


domingo, 1 de julio de 2018

Antonio Porchia ( Calabria, 1885 - Vicente López, 1968)




Antes de recorrer mi camino, yo era mi camino.

Se vive con la esperanza de llegar a ser un recuerdo.

 El dolor no nos sigue: camina adelante.

Tu crees que me matas. Yo creo que te suicidas.

Te ayudaré a venir si vienes y a no venir si no vienes.

 A veces creo que no existe todo lo que veo. Porque todo lo que veo es todo lo que vi. Y todo lo que vi no existe.

 El mal de no creer es creer un poco.

 Dios mío, casi no he creído nunca en ti, pero siempre te he amado.

 Quien hace un paraíso de su pan, de su hambre hace un infierno.

 Los sí y los no son eternidades que duran momentos.

 Comencé mi comedia siendo yo su único actor y la termino siendo yo su único espectador.
 Las cadenas que más nos encadenan son las cadenas que hemos roto.

 El hombre lo juzga todo desde el minuto presente, sin comprender que sólo juzga un minuto: el minuto presente. 

 El niño muestra su juguete, el hombre lo esconde.  Donde hay una pequeña lámpara encendida, no enciendo la mía. 

 Si tú tampoco estás conforme de ti, yo estoy conforme de ti. 

 He sido para mí, discípulo y maestro. Y he sido un buen discípulo, pero un mal maestro. 

 Casi todo lo que el hombre necesita lo necesita para no necesitarlo. 

 Comprendo que la mentira es engaño y la verdad no. Pero a mí me han engañado las dos.