Mostrando entradas con la etiqueta Poesia Argentina. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Poesia Argentina. Mostrar todas las entradas

viernes, 13 de abril de 2018

Héctor Miguel Ángeli ( 1930, 2018 Buenos Aires)

 

 

 

A un pájaro muy lejano

Pájaro que estás en el cielo
y a las nubes pides gozo,
te llevas la espuma de los días
hasta un mar invisible
Sabes mucho del secreto pasado
y de este presente con poquísimo futuro.
Desde las alturas
me acompañas a bajar.
Oyes la melodía del cansancio.
Debo ya entregarme.
Es la hora en que el mar invisible
golpea la puerta de mi casa.
Pájaro que a las nubes pides gozo,
así como estás, contento de pasear
y así como estoy, excedido de mundo,
Te invito a morir.


Con los pies nos vamos

No quiero que me levanten los pies para morirme.
Que me alcen las manos, eso sí,
hasta la desembocadura de los astros.
Pero no quiero que me levanten los pies para morirme.
Con las manos hacemos la ternura y la nostalgia,
Con los pies nos vamos.
Y cuando me vaya,
quiero ser toda mi despedida.
Porque estoy traspasado de materia,
de materia inflamable y aleatoria
que no me deja en paz, que me persigue
y que no quiero olvidar cuando me vaya.
Las cosas están altas y en la altura se arrastran.
Todas las cosas son, se me parecen:
el sueño intestinal del ave,
la orquídea en el vientre de los muertos.
Debo irme con ellas,
transportadas por esta permanencia.
Tan grande es el dolor de nuestra marcha,
tan grande y tan amigo,
que no quiero que me levanten los pies para morirme.
Quiero ser todo el que fui cuando me vaya.
(De Los techos)


Sentado a la mesa del lobo

Sentado a la mesa del lobo
no hay fruto que me arroje al destierro.
El lobo es un prócer especial.
Cada uno de sus gestos
me abre la puerta del bosque.
Y me daría también la llave
si yo se la pidiese.
No es necesario ser bueno o ser malo
para sentarse a la mesa del lobo.
Sólo se requiere
saludar como todos los días
a nuestros propios asesinos.
Y tal vez algo más:
cavar un pozo en las colinas
para esconder nuestros amores.
Sentado a la mesa del lobo
a veces sueño que he dormido,
pero a veces me consume la dicha
de haber sido una pasión.

miércoles, 29 de noviembre de 2017

Juan Rodolfo Wilcock (1919, Buenos Aires , 1978, Lubriano, Italia )






La flor

Ya majestuosamente la noche se despliega
sobre todas las plantas.
Oh déjame besar tus manos,
tus labios, en la sombra.
Veo una hermosa flor entre los yuyos.



El inminente

Como la lluvia sobre el agua,
el cielo gris, las nubes,
todo desciende y huye.
Entre las olas cruza un ave oscura.
Oh déjame ver en tus ojos
un dibujo con palacios de cristal, con estanques
donde flotan las plantas!
He muerto ya de amor,
no existo, soy el aire,
estoy en torno tuyo.
Oh amante! Un nombre como el viento,
el color de los árboles, una rama
sobre tu frente suspendida; el tiempo,
el tiempo que tú quieras atravesar,
la época de las flores.



Enero

III
La luna desciende de los plátanos inmóviles. Quererte
no es más que un gran silencio en las corrientes
de la noche indecisa.
Si alguien, tal vez, pasara con tu rostro,
si me preguntaran algo con tu voz,
oh indiferente!, todo
caería de pronto en el espacio,
me verían extendido alrededor de los árboles,
encerrando sus troncos como la neblina del crepúsculo,
perdido en el fondo de las barrancas;
alejado
por donde pasa la noche.


IV
De nuevo en mí,
oscureciendo mi vista, levantando nubes
de polvo sobre un río dormido,
el amor,
como una flor cálida que se abre en mi pecho.
De nuevo solo, con una rama en la mano,
y envuelto por los círculos de un viento que se lleva el mundo
arrastrado, deshecho en pedazos grises.

Esperando, midiendo el curso de las estrellas,
cantando como si no tuviera un cuerpo
ni un nombre; desaparecido.




Del libro " Los Hermosos dias"

martes, 12 de septiembre de 2017

Ezequiel Martínez Estrada (San José de la Esquina, Santa Fe, 1895-Bahía Blanca, 1964)





El Perro




Este esclavo es el fiero chacal.
Antes iba en manadas
devorando a recias dentelladas
los rebaños de antílopes con furor infernal.

Ni el tigre, ni el león,
ni el ciego escorpión,
ni las alimañas
que hacían su presa
en la carne de sus mismas entrañas,
fueron tan feroces, tan malas como ésa.

Pero el hombre oblicuo
le inspiro piedad,
y  aplacando el ansia de su diente inicuo
le hizo un pacto de amplia confraternidad.
El simio valía menos que ese lobo
y  su vida estaba llena de zozobras;
vivía de lo mismo que el lobo, del robo,
solo que él vivía robando sus sobras.
El pacto se hizo luego firme alianza,
hasta que más tarde
llenó  el simio el hueco de su alma cobarde
con el hacha , la flecha y la lanza.

 
Cambiaron de tierra;
siendo aun bestias torvas y ferales
hombres y chacales
juntos emprendieron la caza y la guerra;
buscaban las grutas de roca en la sierra
y las victimas en los cañaverales.
El homo dormía:
el chacal velaba
y  al ruido más leve mostraba la encía
la defensa brava.

Pasaron doscientas centurias
de días de alarma y noches de horrores;
los cuatro elementos eran cuatro furias,
cuatro dioses locos y devastadores.

El lobo era franco
y  el hombre era astuto.
Y uno se fue haciendo más noble e hirsuto
y  el otro más malo y mas blanco.



El Gato

Cansado al fin del exterminio
y ansiando el amor y el descanso,
como un juguete vivo y manso
penetraste en nuestro dominio.


Hoy en tu indolencia divina
rumias  doméstico tu asma
como un pompón en que se plasma
la felinidad femenina.



Tesis

Es verdad que esta extraña vida
con su alegría y con su pena
no es más que un granulo de arena
aventada y despavorida.

Pero al fin tiene algún sentido
que  en la tiniebla del loco,
la gracia de ser algo un poco
ya que más pudo no haber sido.

Mira, Psiquis: tu itinerario
no tiene objeto y es profundo,
pues  que mantienes sobre el mundo
las flores de los extraordinario.

Se bella y pasa , al modo griego;
amalo todo, admira todo.
Veras, jugando de ese modo,
cuan agradable es dormir luego.




Job, Dios y Satanás

Entre este mísero judío
triste y ansioso de la muerte
y un Dios feroz que se divierte
en la eternidad y en el hastío,
Satanás, el Angel Sombrío,
se hace divinamente fuerte.





de  "Nefelibal", 1922