Marca de agua
Recuerdo un
día: el día en que tuve que partir, al cabo de un mes
de soledad aquí. Acababa de almorzar en una pequeña
trattoria de la parte más remota de las Fondamente Nuove,
pescado asado y media botella de vino. Con ello dentro, me dirigí
al sitio en que me alojaba, para hacerme con mis maletas y coger
un vaporetto. Anduve medio kilómetro a lo largo de las
Fondamente Nuove, un punto en movimiento en aquella
gigantesca acuarela, y giré a la derecha hacia el hospital de
Giovanni e Paolo. El día era cálido, soleado, el cielo azul, todo
maravilloso.Y, dando la espalda a las Fondamente y a San
Michele, sin apartarme del muro del hospital, casi rozándolo con
el hombro izquierdo y entornando los ojos por el sol, sentí de
pronto: soy un gato. Un gato que acaba de comer pescado. De
haberme hablado alguien en aquel momento, hubiese maullado.
Era absoluta, bestialmente feliz. Doce horas más tarde,
por supuesto, tras aterrizar en Nueva York, me metí en el peor lío
posible de toda mi vida -o lo que parecía tal en aquel tiempo-.
Pero el gato seguía en mi interior; de no haber sido
por ese gato,
ahora estaría subiéndome por las paredes de
alguna
clínica costosa.
Marca de agua
Trasatlántico
Los últimos veinte años fueron buenos casi para todos
salvo para los muertos. Aunque quizá también para ellos.
Quizás el mismo Todopoderoso se haya aburguesado un poco
y use tarjeta de crédito. De lo contrario, qué disparate
sería el paso del tiempo. Así, los recuerdos, las remembranzas,
los valores, las deportaciones. Espero no haber agotado por completo
a mi padre, a mi madre o a mis pocos amigos,
dado que ya no frecuentan mis sueños. Al envejecer,
a diferencia de lo que pasa en las ciudades, en mis sueños
cada vez hay menos gente. Por eso, el descanso eterno
cancela el análisis. Los últimos veinte años fueron buenos
casi para todos y se transformaron
en el más allá de los muertos. Podrá cuestionarse su calidad,
pero nunca su duración. A los muertos, supongo, no les importa
dormir a la intemperie ni quedarse mirando
el regreso de grandes submarinos a su redil originario
después de un paseo por el mundo
sin haber erradicado la vida del planeta,
y sin una bandera digna de ser izada.
1992
Transatlantic
The last twenty years were good for practically everybody
save the dead. But maybe for them as well.
Maybe the Almighty Himself has turned a bit bourgeois
and uses a credit card. For otherwise time's passage
makes no sense. Hence memories, recollections,
values, deportment. One hopes one hasn't
spent one's mother or father or both, or a handful of friends entirely
as they cease to hound one's dreams. One's dreams,
unlike the city, become less populous
the older one gets. That's why the eternal rest
cancels analysis. The last twenty years were good
for practically everybody and constituted
the afterlife for the dead. Its quality could be questioned
but not its duration. The dead, one assumes, would not
mind attaining a homeless status, and sleep in archways
or watch pregnant submarines returning
to their native pen after a worldwide journey
without destroying life on earth, without
even a proper flag to hoist.
1992
En una conferencia
Como los errores son inevitables, alguien podría creer
que soy un hombre al frente de esta sala
llena de todos ustedes. Pero en una hora, digamos,
eso se habrá corregido, por mi gracia y por la de ustedes,
y el lugar quedará de nuevo en poder de las partículas elementales,
libres de la rigidez de una forma humana concreta
o de alguna otra clase de concurrencia.
Algunas partículas todavía son libres. No todo es polvo.
Así las cosas, mi falta de predisposición para reconocer
que soy yo quien está ahora aquí frente a ustedes, o exactamente
lo contrario, tiene menos que ver con mi modestia o solipsismo
que con mi respeto por el futuro inmediato de la sala,
por esas partículas que flotan libres como antes dijera,
posándose sobre la superficie lustrosa de mi cerebro.
Inaccesibles al trapo húmedo y ansioso por limpiarlas.
Lo más interesante del vacío
es que se encuentra precedido por lo lleno.
Los primeros que así lo entendieron fueron, creo,
los dioses griegos, cuyo fuerte era justamente su ausencia.
Piensen, entonces, que ensayamos para un bis eterno
y que mi actuación se ofrece, claro está, pour la gallerie.
Todos nuestros actos muestran vanidad. Pero estoy apurado.
Una vez conocido el futuro, es posible adelantarlo.
Así lo hacen las esculturas y los muebles de mi casa.
El anonimato no es una virtud sino una necesidad
que se reconoce sobre todo cuando cae la noche.
Si bien es cierto que, desde el punto de vista numérico,
es más fácil no ser yo que no ser ustedes. Como le confesó
el cisne al lago: no me gusto. Bienvenidos a mi reflejo.
1994
At a lecture
Since mistakes are inevitable, I can easily be taken
for a man standing before you in this room filled
with yourselves. Yet in about an hour
this will be corrected, at your and at my expense,
and the place will be reclaimed by elemental particles
free from the rigidity of a particular human shape
or type of assembly. Some particles are still free. It's not all dust.
So my unwillingness to admit it's I
facing you now, or the other way around,
has less to do with my modesty or solipsism
than with my respect for the premises' instant future,
for those afore-mentioned free-floating particles
settling upon the shining surface
of my brain. Inaccessible to a wet cloth eager to wipe them off.
The most interesting thing about emptiness
is that it is preceded by fullness.
The first to understand this were, I believe, the Greek
gods, whose forte indeed was absence.
Regard, then, yourselves as rehearsing perhaps for the divine encore,
with me playing obviously to the gallery.
We all act out of vanity. But I am in a hurry.
Once you know the future, you can make it come
earlier. The way it's done by statues or by one's furniture.
Self-effacement is not a virtue
but a necessity, recognized most often
toward evening. Though numerically it is easier
not to be me than not to be you. As the swan confessed
to the lake: I don't like myself. But you are welcome to my reflection.
1994
En el basurero de la ciudad de Nantucket
a Stephen White
Lo perecedero se consume en lo perecedero, a plena luz
de un día que, a su vez, agoniza en un noviembre casi terminal:
removiendo la basura, las gaviotas intentan superar
en número a la nieve, o al menos demorarla un poco.
El bárbaro alfabeto primordial, saqueando con ferocidad,
por todas partes, la barrera de oxígeno, es un prefacio
a la anarquía de los desperdicios:
en el principio, fue el graznido.
En sus tartamudas doblevés se puede leer
no tanto el hambre sino las garras de la lujuria,
en forma de afiladas comas que señalan lo imperecedero,
o quizás el vuelo de la página arrancada de un grueso volumen,
mientras un anemómetro rabioso hace girar sus tazas
estúpidamente, como en una desquiciada ceremonia de té,
y el Atlántico soporta con pena, en su atlético oleaje,
los pronósticos de oscuridad.
At the City Dump in Nantucket
To Stephen White
The perishable devours the perishable in broad daylight,
moribund in its turn in late November:
the seagulls, trashing the dump, are trying to outnumber
the snow, or have it least delayed.
The reckless primordial alphabet, savaging every which
way the oxygen wall, constitutes a preface
to the anarchy of the refuse:
in the beginning there was a screech.
In their stammering Ws one reads not hunger but
the prurience of comma-sharp talons toward
what outlasts them, or else a torn-out
page’s flight from the volume's fat,
while some mad anemometer giddily spins its cup
like a haywire tea ceremony, and the Atlantic
is breasting grimly with its athletic
swells the darkening overcast.
Poemas traducidos por Daniela Camozzi y Walter Cassara,
"Cancion de cuna y otros poemas"de editorial Huesos de Jibia, Buenos Aires, 2009