| Acercándome una vez a la búsqueda de lo eternouna noche en que mi alma era oscura y confusa
 susurré el único rezo que sabía:
 “Oh Dios, ten compasión de mí, arrúllame por favor”.
 Y Dios nos perdona y nos arrullasin embargo un poco desamparado se encoge de hombros
 de tanta misericordia que él ha otorgado
 a la inmensa ingratitud del ser humano.
 Es claro que sus propias criaturas asustan a Dios.Le ponen cualquier nombre que deseen
 Jehová, Buda, Alá.
 Él es solo uno y está muy cansado de ser Dios.
 Si él pudiera hacerse inmaterialo estrecharse hasta el tamaño de un ídolo de bolsillo
 él tranquilamente se arrancaría y se escondería
 en un lugar aislado para no saber de nuestras bocas babeantes.
 Pero esconderse no tiene sentido para élni menos ser sumiso como un esclavo africano.
 Dios siempre necesita creer en Dios
 pero en el mundo no hay dioses para Dios.
 Y cuando descuidemos nuestras propias obligaciones,volviendo otra vez a molestarlo con pequeñitas
 y podridas peticiones ¿a quién entonces él dirigirá su propio rezo:
 “Oh Dios, ten compasión de mí, arrúllame por favor”?
 | 
No hay comentarios:
Publicar un comentario