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domingo, 8 de noviembre de 2020

José Asunción Silva Gómez (Bogotá 1865 -1896)

 






Midnight dreams

 

Anoche, estando solo y ya medio dormido,
mis sueños de otras épocas se me han aparecido.

Los sueños de esperanzas, de glorias, de alegrías
y de felicidades que nunca han sido mías,

se fueron acercando en lentas procesiones
y de la alcoba oscura poblaron los rincones.

Hubo un silencio grave en todo el aposento
y en el reloj la péndola detúvose al momento.

La fragancia indecisa de un olor olvidado,
llegó como un fantasma y me habló del pasado.

Vi caras que la tumba desde hace tiempo esconde,
y oí voces oídas ya no recuerdo dónde.

…………………………………..

¡Los sueños se acercaron y me vieron dormido,
se fueron alejando, sin hacerme ruido

y sin pisar los hilos sedosos de la alfombra,
se fueron deshaciéndose y hundiéndose en la sombra!

viernes, 29 de diciembre de 2017

José Luis Díaz-Granados (Santa Marta, Colombia ,1946)





Fiesta invisible

Hoy he vuelto a ver a mi padre
treinta años después de haberlo acompañado
a la estación del silencio.
Y me he encontrado con un hombre muy joven,
concentrado sobre sus papeles,
inclinado sobre sus palabras,
fumando silencioso, impecable, sereno.
He vuelto a verlo.
Su presencia me ha visitado
durante algunos breves y largos minutos,
y han resurgido canciones e imágenes.
Le he hablado de mis hijos,
de mi nieto reciente.
Y me ha mostrado gestos y signos de regocijo
y de radiante ternura.
Hemos vuelto a recordar sus predicciones políticas
sobre América, y, como siempre, ha acertado.
Ha bebido sólo la mitad de la copa
y con nostálgico ademán se ha marchado de nuevo.
De pronto, viendo con estupor
cómo se escapaba de mi vista su fantasma,
me he encontrado a mí mismo
sediento de aire, oloroso a otro tiempo,
regocijado y a punto de llorar
en el momento en que mi niñez dejaba de existir nuevamente,
y me he mirado en el espejo
de ese rostro que mi inquietud habita
y he vuelto a ver el rostro de mi padre,
amoroso e inocente,
como si en la estación del silencio,
esta noche, y sólo por esta noche,
estuvieran de fiesta.

domingo, 2 de abril de 2017

William Ospina (Padua, Tolima, 1954)



 Franz Kafka

 Padre, le digo, dame tres granos de cebada para despertar al

durmiente.
Pero mi padre no responde:
es un enorme jinete de bronce, alto sobre colinas y sinagogas.
Madre, le digo, aparta tanta niebla,
muéstrame un rostro dulce, del que broten palabras ingenuas.
Pero ella se ha perdido por los callejones de piedra
y sólo encuentro en el espejo sus ojos inmensos.
Abuelo, digo entonces, ya no luches más con el ángel,
ven a contarme historias junto al fuego, mientras se hiela el Elba.
Pero el viejo me mira con ojos ausentes, y comprendo
que no es éste mi abuelo sino un viejo gitano que quiere venderme
un recuerdo.
Hermana, bella hermana, le digo,
toma mi mano que está oscuro en esta casa inmensa.
Pero a mi lado pasa una condesa polaca monumental y arrogante
y se escucha un violín, y se cierra una puerta.
Hermano, digo, qué bello cabalgas sobre el potro de madera y
de laca,
¿hacia dónde nos llevan estas tardes inciertas?
Pero él es sólo una imagen, una gris fotografía en mis manos,
y a lo lejos, atroces, los cañones resuenan.
Goethe, le digo, cántame una canción romana,
haz que yo sienta en mi corazón esta antigua tristeza.
Pero la tumba calla y sobre ella vuelan grises palomas
y no puedo abrir este libro porque sus páginas son de ceniza.
Milena, digo luego, tal vez tú puedas finalmente salvarme,
dime que soy de carne y de sangre, que esto que me atenaza es un deseo
Pero ella se afantasma entre miles de seres escuálidos
y apenas si percibo dos llamas que se apagan muy lejos.

¿Entonces es delirio todo esto? ¿A quién puedo llamar que me
salve?
Su reino es de este mundo. Todos están aceptados y absueltos.
Son demasiado humanos, son demasiado justos,
y yo no logro hablarles con mi estruendo de élitros.
y no aprendí a cruzar las puertas,
y no sé defenderme.

Si ves dos grises ojos de gato en la gótica noche de Praga
comprenderás que temo morir si me duermo.
Si oyes una canción en la gótica noche de Praga
comprenderás que intento saber dónde me encuentro.
Si oyes un corazón en la gótica noche de Praga
comprenderás quién sostiene todo este sueño.

domingo, 5 de abril de 2015

John Jairo Junieles Acosta ( Sincé ,Colombia, 1970.)


Una vieja historia

En otro lugar me esperan.
Paul Celan


Esta es una vieja historia.
Mi primer hermano no llegó a nacer
y fue enterrado en el patio,
que es hoy un lugar sagrado.
Luego nací yo.
Mis padres me llamaron como a él,
condenado a saber que cada gesto
y acto mío es inferior a él,
quien hubiera sido capaz de volar,
mientras yo ocupo el espacio suyo,
el aire de sus palabras,
todo eso que me queda grande.

Ya no hay ruidos en el patio,
las gallinas son frutos extraños
en las ramas.
La tarde abre sus venas en el horizonte,
y me trae cosas de otro tiempo.
Cuántas lunas para llegar a mí,
si cuando miro atrás creo que
no son mías las huellas que he dejado.
Hay alguien morándome, yo sé,
somos dos sombras bajo una estrella
que no es la suya.

En el diario del superticioso

No dejo las tijeras abiertas sobre la cama.
Procuro no sentarme de espalda a los espejos.
Las malas noticias me hacen tocar la madera.
Siempre hay hojas de trébol bajo mi almohada.
En luna llena echo semillas de mostaza en mis zapatos,
mientras rezo la oración que abre los caminos.
Me levanto de una mesa si son trece los comensales.
No me acerco a las aves heridas.
Nunca pongo mi maletín en el suelo.
El gato amarillo que se metió en la casa
es una señal de buena suerte
(debe salir por un lugar distinto de donde entró,
de lo contrario la suerte se devuelve)
Cuando tengo miedo cierro los ojos,
cruzo los dedos, cuento hasta cien:
no me gusta pensar en lo que viene después de eso.



Lo que nadie sabe

Mi madre aseguraba que una taza de ruibarbo podía curarlo todo,
hasta los males del amor.

Mi padre pensaba que un poco de dinero era mejor que el ruibarbo y el amor
(además, podía comprar mucho más que eso).

Cuando yo tenía fiebre o estaba triste, ella me daba ruibarbo.
Mi padre me dejaba algunas monedas.

Cuando ella murió él se metió en su cuarto, apagó la luz y sentí que lloraba bajito.
Jamás lo había visto hacer esas cosas y el aire empezó a faltarme.
Toqué la puerta y cuando me abrió dejé en su mano una moneda.


Temeré por mí al final de estas líneas


Sé que está solo,
no como el primer hombre,
sino como el último.

Sabe que cada noche será peor y
ya que no hay nada por hacer.

Sabe que las noches son más largas para él
que para cualquier otro hombre,
que no hay nada que pueda cambiar ese destino,
y ya no tendría el coraje.

Sabe que no hay hadas madrinas de este lado
del sol, que no hay frutas gratuitas,
que los mamíferos no se aman para siempre.

Donde quiera que se encuentre habrá una
parte suya que nunca estará con él.
Tal vez sus ojos llevan estrellas de otros cielos,
sus zapatos, polvo de otros caminos.

Sé que en su pecho se mueve con lástima
una cosa dura, y que cuando pienso en él,
como ahora frente al espejo,
está más solo todavía.

jueves, 4 de agosto de 2011

Raul Gomez Jattin (Cartagena de Indias, 1945, Bogota1997)



De lo que soy

En este cuerpo
en el cual la vida ya anochece
vivo yo
Vientre blando y cabeza calva
Pocos dientes
Y yo adentro
como un condenado
Estoy adentro y estoy enamorado
y estoy viejo
Descifro mi dolor con la poesía
y el resultado es especialmente doloroso
voces que anuncian: ahí vienen tus angustias
voces quebradas: pasaron ya tus días

La poesía es la única compañera
acostúmbrate a sus cuchillos
que es la única



Me defiendo


Antes de devorarle su entraña pensativa
Antes de ofenderlo de gesto y palabra
Antes de derribarlo
Valorad al loco
Su indiscutible propensión a la poesía
Su árbol que le crece por la boca
con raíces enredadas en el cielo

Él nos representa ante el mundo
con su sensibilidad dolorosa como un parto


Gracias señor


Gracias señor
por hacerme débil
loco
infantil
Gracias por estas cárceles
que me liberan
Por el dolor que conmigo empezó
y no cesa
Gracias por toda mi fragilidad tan flexible
Como tu arco
Señor Amor


Siento escalofríos de ti



Siento escalofríos de ti
hermana muerte
de verme en esta sala
mirando un cuadro de David
y súbitamente entrar en la vejez
sin ningún diente
y todas las arrugas
y los vientos negros
esparciendo mis cabellos
Yo te conozco hermana
se que eres una nube
de ojos yertos
que busca otra de luz
hasta convertirse en una
Te conozco y sin embargo
encontrarte en la sala del David
frente a frente
fue un gran susto
hermana mía