Extractos de las cartas dirigidas a Franz Xaver Kappus
"Muy
distinguido señor:
Hace
sólo pocos días que me alcanzó su carta, por cuya grande y afectuosa confianza
quiero darle las gracias. Sabré apenas hacer algo más. No puedo entrar en
minuciosas consideraciones sobre la índole de sus versos, porque me es del todo
ajena cualquier intención de crítica. Y es que, para tomar contacto con una
obra de arte, nada, en efecto, resulta menos acertado que el lenguaje crítico,
en el cual todo se reduce siempre a unos equívocos más o menos felices.
Las
cosas no son todas tan comprensibles ni tan fáciles de expresar como
generalmente se nos quisiera hacer creer. La mayor parte de los acontecimientos
son inexpresables; suceden dentro de un recinto que nunca holló palabra alguna.
Y más inexpresables que cualquier otra cosa son las obras de arte: seres llenos
de misterio, cuya vida, junto a la nuestra que pasa y muere, perdura."
"Usted pregunta si sus versos son buenos. Me lo
pregunta a mí, como antes lo preguntó a otras personas. Envía sus versos a las
revistas literarias, los compara con otros versos, y siente inquietud cuando
ciertas redacciones rechazan sus ensayos poéticos. Pues bien -ya que me permite
darle consejo- he de rogarle que renuncie a todo eso. Está usted mirando hacia
fuera, y precisamente esto es lo que ahora no debería hacer. Nadie le puede
aconsejar ni ayudar. Nadie... No hay más que un solo remedio: adéntrese en sí
mismo. Escudriñe hasta descubrir el móvil que le impele a escribir. Averigüe si
ese móvil extiende sus raíces en lo más hondo de su alma. Y, procediendo a su
propia confesión, inquiera y reconozca si tendría que morirse en cuanto ya no
le fuere permitido escribir. Ante todo, esto: pregúntese en la hora más callada
de su noche: "¿Debo yo escribir?" Vaya cavando y ahondando, en busca
de una respuesta profunda. Y si es afirmativa, si usted puede ir al encuentro
de tan seria pregunta con un "Si debo" firme y sencillo, entonces,
conforme a esta necesidad, erija el edificio de su vida. Que hasta en su hora
de menor interés y de menor importancia, debe llegar a ser signo y testimonio
de ese apremiante impulso. Acérquese a la naturaleza e intente decir, cual si
fuese el primer hombre, lo que ve y siente y ama y pierde. No escriba versos de
amor. Rehuya, al principio, formas y temas demasiado corrientes: son los más
difíciles. Pues se necesita una fuerza muy grande y muy madura para poder dar
de sí algo propio ahí donde existe ya multitud de buenos y, en parte, brillantes
legados. Por esto, líbrese de los motivos de índole general. Recurra a los que
cada día le ofrece su propia vida. Describa sus tristezas y sus anhelos, sus
pensamientos fugaces y su fe en algo bello; y dígalo todo con íntima, callada y
humilde sinceridad. Valiéndose, para expresarse, de las cosas que lo rodean. De
las imágenes que pueblan sus sueños. Y de todo cuanto vive en el recuerdo.
Si su diario vivir le parece pobre, no lo culpe a él.
Acúsese a sí mismo de no ser bastante poeta para lograr descubrir y atraerse
sus riquezas. Pues, para un espíritu creador, no hay pobreza. Ni hay tampoco
lugar alguno que le parezca pobre o le sea indiferente. Y aun cuando usted se
hallara en una cárcel, cuyas paredes no dejasen trascender hasta sus sentidos ninguno
de los ruidos del mundo, ¿no le quedaría todavía su infancia, esa riqueza
preciosa y regia, ese camarín que guarda los tesoros del recuerdo? Vuelva su
atención hacia ella. Intente hacer resurgir las inmersas sensaciones de ese
vasto pasado. Así verá cómo su personalidad se afirma, cómo se ensancha su
soledad convirtiéndose en penumbrosa morada, mientras discurre muy lejos el
estrépito de los demás. Y si de este volverse hacia dentro, si de este
sumergirse en su propio mundo, brotan luego unos versos, entonces ya no se le
ocurrirá preguntar a nadie si son buenos. Tampoco procurará que las revistas se
interesen por sus trabajos. Pues verá en ellos su más preciada y natural
riqueza: trozo y voz de su propia vida."
"
.... algo acerca de la ironía. No se deje dominar por ella, y menos que en cualquier otra ocasión, en los momentos de esterilidad. En los que sean fecundos, procure aprovecharla como un medio más para comprender la vida. Empleada con pureza, también la ironía es pura, y no hay por qué avergonzarse de ella. Pero si usted siente que le es ya demasiado familiar y teme su creciente intimidad, vuélvase entonces hacia grandes y serios asuntos, ante los cuales ella quedará siempre pequeña y desamparada. Busque la profundidad de las cosas: hasta allí nunca logra descender la ironía... Y cuando la haya llevado así al borde de lo sublime, averigüe al mismo tiempo si ese modo de entender la vida brota de una necesidad propia y esencial. Pues entonces, bajo el influjo de las cosas serias, acabará por desprenderse de usted -si es algo meramente accidental-; o bien -si es que realmente le pertenece como algo innato- cobrará fuerza, y se convertirá en un instrumento serio para incluirse entre los medios con que usted habrá de plasmar su arte."
"Las
obras de arte viven en medio de una soledad infinita, y a nada son menos
accesibles como a la crítica. Sólo el amor alcanza a comprenderlas y hacerlas
suyas: sólo él puede ser justo para con ellas. Dese siempre la razón a sí mismo
y a su propio sentir, frente a todas esas discusiones, glosas o introducciones.
Si luego resulta que no está en lo cierto, ya se encargará el natural
desarrollo de su vida interna de llevarle paulatinamente y con el tiempo hacia
otros criterios. Deje que sus juicios tengan quedamente y sin estorbo alguno su
propio desenvolvimiento. Como todo progreso, éste ha de surgir desde dentro,
desde lo más profundo, sin ser apremiado ni acelerado por nada. Todo está en
llevar algo dentro hasta su conclusión, y luego darlo a luz; dejar que cualquier
impresión, cualquier sentimiento en germen, madure por entero en sí mismo, en
la oscuridad, en lo indecible, inconsciente e inaccesible al propio
entendimiento: hasta quedar perfectamente acabado, esperando con paciencia y
profunda humildad la hora del alumbramiento, en que nazca una nueva claridad.
Este y no otro es el vivir del artista: lo mismo en el entender que en el
crear.
Ahí
no cabe medir por el tiempo. Un año no tiene valor y diez años nada son. Ser
artista es: no calcular, no contar, sino madurar como el árbol que no apremia
su savia, mas permanece tranquilo y confiado bajo las tormentas de la
primavera, sin temor a que tras ella tal vez nunca pueda llegar otro verano. A
pesar de todo, el verano llega. Pero sólo para quienes sepan tener paciencia, y
vivir con ánimo tan tranquilo, sereno, anchuroso, como si ante ellos se
extendiera la eternidad. Esto lo aprendo yo cada día. Lo aprendo entre
sufrimientos, a los que, por ello, quedo agradecido."
"
Lo ha caracterizado usted muy bien con las palabras
"vivir y crear como en celo". Así es: el vivir las cosas como las
vive el artista se halla tan increíblemente cerca del mundo sexual, del
sufrimiento y del goce que éste entraña, que ambos fenómenos no son, bien
mirados, sino distintas formas de un mismo anhelo, de una misma bienandanza. Y
si en lugar de celo se pudiera decir "sexo", en el sentido elevado,
amplio y puro de este concepto, libre y por encima de todas las sospechas con
que haya podido enturbiarlo algún error o prejuicio dogmático"