Bueno,
si de verdad
quieres
una confesión,
Ahí
va:
He
tenido treinta y seis amantes
son
demasiados
Tienes
razón,
contesté,
Hubiese
bastado con treinta y cinco.
Pero,
cariño, el treinta y seis eres tú.
Bienvenido.
Cuando
uno ya no tiene fuerzas para escribir, tiene que recordar.
Cuando
uno ya no tiene fuerzas para fotografiar,
tiene
que ver con los ojos del alma.
Cuando
uno ya no tiene fuerzas para leer,
tiene
que estar lleno de narraciones.
Cuando
uno ya no tiene fuerzas para hablar,
tiene
que resonar.
Cuando
uno ya no tiene fuerzas para andar, tiene que volar.
Y
cuando llegue la hora,
uno
tiene que desprenderse de los recuerdos,
de
los ojos del alma, dejar de soñar,
callarse
y plegar las alas.
Pero
pase lo que pase, sigue la narración, sigue.
¿Te
dejarías follar por quince euros?
me dijo
en
la parada del autobús a las 0.42
rodeados
de calles vacías y congeladas.
Primero
negué con la cabeza, pero luego le dije:
Por
dinero no, pero si pasas la aspiradora y friegas los platos...
Entonces
él, a su vez, se negó
y
se dio la vuelta abatido para seguir su camino.