Dialogo en la obra Traficantes de latex ( Sojarei gumi )
Bella Baralo , la farmaceutica :
"No va a tener un
rostro del que pueda despedirse, ni nadie que llore por usted o que lo lleve a
la tumba. ¡Ay, Samuel, Samuel! Si su
alma llega al paraíso - y no puedo imaginarla en otro lugar - le pido por favor
que rece por mí frente a Dios, que le hable bien de mí, porque cuánto nos queda
ya por vivir, cincuenta, sesenta años, dígale que no viví una vida demasiado
feliz, pídale que me dé la porción de felicidad que me corresponde, que no
espere hasta el último momento, y le pido que me cuide desde arriba, Samuel,
que observe bien todos mis pasos y si ve que estoy por caerme en un pozo
avíseme y cuénteles a ellos, a los ángeles, cuénteles qué mujer soy, que no soy
para nada terrible, una mujer que le vendía remedios a la gente y que ofreció
mucho amor, qué culpa tengo si nadie lo quiso y que me traigan algo, los
ángeles, si es que andan por acá, no me opondría a ningún milagro pero tampoco
me molesta recibir algo por la vía natural y le pido también que se ponga en
contacto con mis difuntos padres, cuénteles todo, digales que no se queden
quietos, que se muevan, que hagan algo, todos ustedes, hagan algo, Washington
36 departamento 8, hagan algo por mí, algo, algo..."
Samuel Esperol :
"Cae la noche
sobre el cementerio. Mi primera noche. Ya se fueron todas las viudas, los
enterradores, los sacerdotes. Los pájaros duermen. Silencio. Quietud. Acá
estamos, filas y filas, acostados, como niños en una guardería, una camita
junto a la otra, susurrando en la oscuridad cuando todas las luces se apagaron.
Qué anda pasando allá afuera, preguntan los veteranos, ¿a cuánto está el dólar?
Les cuento a cuánto está el dólar. Y qué tal es la vida en el más allá,
pregunto. No existe, dicen riendo con la boca llena de tierra. No existe la
vida en el más allá. ¿Y los frutos del árbol, y las verdes praderas y el
leviatán? ¿Y los banquetes, los coros de querubines? Nada, se ríen los
veteranos con la boca llena de tierra. No hay banquetes ni querubines. ¿Y la
resurrección de los muertos? pregunto ¿ya hay alguna fecha? No hay fecha, se ríen
los veteranos con la boca llena de tierra. Son todos rumores, hay que sentarse
y esperar, sencillamente esperar. ¡Ay, amigos muertos, no me vengan con eso
ahora! Les grito, recuerdan cuando muchas veces soñábamos que moríamos y de
repente, justo a último momento, nos despertábamos bañados en sudor, cada uno
en su cama, y comprobábamos que era sólo un sueño. Esta vez, esta vez también
nos despertaremos, muchachos, aunque sea un sueño muy muy largo y seco y
tenemos mucha, mucha sed, nos deshacemos de tanta sed. Ay, amigos muertos, les
grito, no me vengan ahora con esas cosas, acá está Samuel que llega con una
valija llena de forros a la tumba. Si vamos a soñar un largo sueño, que sea un
sueño erótico. Muchachos, en Texas están enterradas chicas junto a sus
mansiones sus maizales y sus piscinas. Enterradas en ataúdes de plata, esto es
Texas, muchachos, y hay que ver los culos que plantan en la tierra. ¿Ustedes
ven lo que yo veo? ¿Qué ves? preguntan los veteranos; acá está oscuro. Más allá
de la oscuridad, les digo, ¿ven? Texas. En la mitad de Texas. Un cementerio de
lujo, amplio, lleno de árboles, flores, magníficas lápidas de mármol, ¡qué digo
lápidas, panteones! Y justo bajo la lápida más hermosa, la más imponente, bajo
la tierra -¡y qué buena tierra! - yace en su ataúd de oro una chica llamada
Bárbara. En vida era una gran deportista, encantadora, qué hermoso culo,
grande, redondo, se extiende ante uno como un cielo y ahora está ahí, bajo
tierra, recostada y esperándonos."