Mi primer ratón
Es el primer ratón.
Se instala en mi
biblioteca.
Masca mis libros.
No lo escucho.
Pero a la mañana
deja sus señas.
Pequeñas mierditas
como si fueran
perlas.
Pasan los días.
Lo busco.
Es astuto.
No lo encuentro.
Se ha refugiado
detrás de la cocina.
Al encargado del
edificio le digo:
¿puede ayudarme?
Hay un ratón.
Se come mis libros.
Pasamos toda
una mañana
en la cocina.
El encargado
llena de papeles
el horno.
El humo nos ahoga.
Pero el ratón resiste.
Luego desarmamos
la cocina.
Cuando el encargado
desmonta la tapa,
el ratón sale.
Corre desesperado
por toda la cocina.
Es un ovillo gris
grandote. Veo en
sus movimientos,
desesperación.
Se refugia detrás
de la heladera.
Lo acorralamos.
Vuelve a la cocina.
Lo acorralamos.
Vuelve detrás de
la heladera.
Cuando intenta
huir de nuevo
el palo de la escoba
le da en la cabeza.
Ya está dice
el encargado.
Yace en el piso
con su boca llena
de sangre.
Es una rata inmunda,
me dice el encargado.
Pone su cuerpo
sobre el periódico
y se lo lleva.
En la madrugada,
concluyo la novela "Maus".
Es un cómic novelado.
Todos tienen la
expresión del ratón
que murió en mi
cocina.
Son ratones que van
y vienen en un campo
de concentración.
El país está lleno
de gatos.
Cierro el libro
y pienso.
Liquidé a alguien
que se comía
mi biblioteca.
Era un parásito.
Llevaba gérmenes.
En la noche
detrás de mi ventana,
los diversos
letreros luminosos
de bebidas, autos,
ropa interior, viajes,
clubes exclusivos,
resaltan ciertas palabras.
Son palabras diáfanas,
claras, precisas,
sólo que en mi
mente,
muchas están
contaminadas,
por cruces svásticas.
El aire de la mañana
vuelve limpio.
Borro los hedores.
Normalizo mi casa.
Junto a la bolsa
de basura,
el cuerpo del ratón
yace en el periódico.
Un titular lo envuelve:
"Congreso de la lengua.
Se abordó la pureza
del idioma".
Del libro " Mi primer ratón " editado por " La carta de Oliver"
Se instala en mi
biblioteca.
Masca mis libros.
No lo escucho.
Pero a la mañana
deja sus señas.
Pequeñas mierditas
como si fueran
perlas.
Pasan los días.
Lo busco.
Es astuto.
No lo encuentro.
Se ha refugiado
detrás de la cocina.
Al encargado del
edificio le digo:
¿puede ayudarme?
Hay un ratón.
Se come mis libros.
Pasamos toda
una mañana
en la cocina.
El encargado
llena de papeles
el horno.
El humo nos ahoga.
Pero el ratón resiste.
Luego desarmamos
la cocina.
Cuando el encargado
desmonta la tapa,
el ratón sale.
Corre desesperado
por toda la cocina.
Es un ovillo gris
grandote. Veo en
sus movimientos,
desesperación.
Se refugia detrás
de la heladera.
Lo acorralamos.
Vuelve a la cocina.
Lo acorralamos.
Vuelve detrás de
la heladera.
Cuando intenta
huir de nuevo
el palo de la escoba
le da en la cabeza.
Ya está dice
el encargado.
Yace en el piso
con su boca llena
de sangre.
Es una rata inmunda,
me dice el encargado.
Pone su cuerpo
sobre el periódico
y se lo lleva.
En la madrugada,
concluyo la novela "Maus".
Es un cómic novelado.
Todos tienen la
expresión del ratón
que murió en mi
cocina.
Son ratones que van
y vienen en un campo
de concentración.
El país está lleno
de gatos.
Cierro el libro
y pienso.
Liquidé a alguien
que se comía
mi biblioteca.
Era un parásito.
Llevaba gérmenes.
En la noche
detrás de mi ventana,
los diversos
letreros luminosos
de bebidas, autos,
ropa interior, viajes,
clubes exclusivos,
resaltan ciertas palabras.
Son palabras diáfanas,
claras, precisas,
sólo que en mi
mente,
muchas están
contaminadas,
por cruces svásticas.
El aire de la mañana
vuelve limpio.
Borro los hedores.
Normalizo mi casa.
Junto a la bolsa
de basura,
el cuerpo del ratón
yace en el periódico.
Un titular lo envuelve:
"Congreso de la lengua.
Se abordó la pureza
del idioma".
Del libro " Mi primer ratón " editado por " La carta de Oliver"
1982
Era como la Italia
de posguerra .El país
agonizaba. Solo faltaban
las ruinas humeantes.
Pero las ruinas estaban.
Mi padre se moría. El
cáncer hacia su trabajo.
Se lo estaba llevando
con la rapidez de una
ráfaga de viento.
Pero en aquella destrucción
asomaba la poesía. Los
amigos poetas que ya
no están o se alejaron,
lidiaban con las revistas
de poesía. Había que
extraer flores del derrumbe.
La agonía de mi padre,
las palmeras frente a
su cuarto, los rostros
de la muchedumbre,
No eran una lapida
sobre mi cabeza. Había
que vivir. La escritura
no se suicida.
Ahora con la distancia
de los años, con la mirada
de tanta gente que se
toma lo grave como
un vaso de agua,
añoro la intensidad,
el trabajo por un
nuevo escenario.
Hoy,
da gracia y da pena
los seminarios donde
se suceden los poetas,
para discutir por el
tamaño de su ombligo.
Una guerra no te
deja pensar en eso.
Tenés tu escritura
que no alumbra más
que un fosforo.
Luego salís a la calle
y quien te atiende
en el bar , es un lobo.
De: "En el anochecer la tevé",
Ediciones La Carta de Oliver