Una triste verdad
Como era tanta el hambre que sentimos,
sin saber ya qué hacer ni él ni yo,
resolvimos comprarnos una torta.
Fue más que suficiente para dos.
Despacio la comimos, poco a poco,
y no dejamos ni un solo bocado.
Era la mejor torta, nos dijimos,
que en nuestra vida hubiéramos probado.
Muchos años pasaron desde entonces,
ricos y viejos somos hoy en día,
pero ni uniendo nuestras dos fortunas
comprar aquella torta se podría.
traducción de Eleonora González Capria