Capítulo XV de “En la piscina”
Coincidimos de vez en cuando,
como una o dos veces al mes. Y no sé por qué siempre compartimos la misma
calle. Yo nado muy lento y ella a espalda. Yo tengo un albornoz rojo frambuesa
y ella uno verde manzana. Sin hablar nos entendemos para ir cada uno por la
parte derecha de la calle y no estorbarnos. Sin embargo, esta mañana, imagino
que accidentalmente, al cruzarnos, nos hemos tocado con la punta de los dedos
en dos ocasiones. Ella pareció terminar sus ejercicios y se ha salido. Yo he
terminado mi sexto largo y la he seguido hasta las duchas comunales. Se ha
sorprendido al verme en la puerta, parado, mirándola.
–Asqueroso –me ha dicho al
pasar a mi lado cuando se marchaba.
No sé qué me ha dolido más,
si la palabra en sí, el lugar, la forma… o el hecho de que quien la pronunciara
fuera mi mujer.
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