El jardín de las canciones divinas, Canción XI
No
se puede cubrir el abismo del mar con un puño de polvo.
No se
puede apagar un incendio con una pobre gota.
Y en
una cueva oscura, ¿podrá un águila alzar el vuelo?
¿Podrá
volar de aquí a los celestes reinos?
Y el
espíritu no será saciado por la carne.
El
espíritu es un abismo en nosotros
más
vasto que las aguas y los cielos.
No
podría saciarte ni en una eternidad
aquello que cautiva la visión de tus ojos.
De
aquí surgen el tedio, la interna quebrazón,
de
aquí la languidez y la tristeza.
De
aquí la saciedad que nunca llega. Cada gota
hace
peor el calor.
Al
espíritu –sábelo– no lo sacia la carne.
¡Oh
raza de la carne! ¡Oh raza de razón!
¿Cuánto tiempo tendrás pesado el corazón?
¡Levántale los párpados! Observa el firmamento.
¿Por
qué no tratas de saber a qué se llama Dios?
¿Por
qué no intentas comprender para que puedas verlo?
El
abismo reclama de repente al abismo.
traducido por Aurelio Asiain sobre la versión inglesa de Michael M. Naydan, revisada por Olha Tytarenko
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