para no morir
se va uno
para no ver
que la mirada que ama
se ha cerrado
para no volverse a abrir jamás
se va uno
para que nunca más
le digan a uno “adiós”
se va uno
con su amor a cuestas
para un lugar imaginario
donde el pájaro sin alas
es útil a pesar
de la privación de cielo
se va uno
a conciencia de que todo
lo ha imaginado
todo menos
la intimidad de la luz
se va uno
con la certeza
de que nunca
podrá tocar lo intocable
de que nunca verá lo invisible
(perseguido como ha estado
por fragores tan apremiantes
y tan menos sutiles)
se va uno reciamente
con su agradecimiento cercado
por una fila de piedras pequeñas
alrededor de la lengua
se va uno
sin preguntas
sin movimientos bruscos
como un mar pacífico
se va uno
silencioso
como quien cumple un deber
como quien olvida
se va uno
dominando
el tiempo del llanto
el tiempo que siempre
es el mismo
se va uno
como quien dice “se acabó”
como quien no estuvo
se va uno
y deja en el dejar
lo que fue uno
lo que aún es uno:
una corta exhalación
de la brisa una brisa
que se mueve para no morir
Publicado en El amor de los enfermos (Compendio de Ca(z)a, Páramo solo y Las regiones del frío) México: Mantis/UANL, 2018.
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