domingo, 1 de noviembre de 2015

Yehuda Leib Levin ( Minsk 1845, Kiew 1925)


230

Oh Dios, si es que existes, ¿donde estas?¨
¿Acaso en recato y en tinieblas esta tú poder oculto?
O  ¿Quién es el te ha castigado de ceguera?
¿No ves, no entiendes lo que ocurre aquí abajo?
La tierra esta subvertida, el orbe conculcado,
toda la tierra está repleta de crímenes,
el hombre no es más que un animal rapaz, venenoso,
amigo de los violentos, de los destructores, de los soberbios.
¿Este es el hombre que criaste a imagen y semejanza?
¿Esta es tu disposición?  ¿Esta es tu esencia?
¡¡Imposible ‼   En honor del  nombre con el cual te ilustras
diré que Tu, Dios, no formaste al hombre,
sino, al contrario, el hombre creo a ti,
y a su imagen y semejanza  se ordena tu existencia.

Traducido por J. Millas Villicrosa

tomado del libro Poesía Hebraica Postbiblica  (1953 Barcelona )

miércoles, 7 de octubre de 2015

Silvia Japaze (Tucuman ,1973)




La mañana

es extrañamente larga.

Pueden suceder en ella varios días extenuantes a la vez.

Reviso las noticias sin comentarlas,

flotan los titulares del diario como la nada misma flota

en un mundo que no es más que papel.

Las galletas sobran desde que no estás,

se humedecen

en esa rara manera de envejecer que solo las galletas pueden.

Me miro en el espejo antes de partir

y me pregunto cuál de ambas solas soy yo.


En esta tarde,

la más irreal de todas mis tardes irreales,

tu duda me reconstruye.

En tanto te cuestionas si soy para ti o no lo soy

sentirme me sacude,

decreta que sí soy

me salva de una muerte inminente en el ocaso.


Juan acomoda sus crateus todas las mañanas,

los entreteje en el alambre

(me alarma ver que cada vez son menos los rombos metálicos).

A fuerza de lastimar sus brazos,

Juan anhela ver el frente cubierto de un verde suyo.

Lamentaré, cuando eso suceda

no saber de Juan y sus obstinaciones matutinas;

perderme la síntesis de la torpeza y dulzura en sus dedos,

permanecer en la ventana preguntándome.

Lamentaré, cuando eso suceda

dejar de sentir que siente que lo observo,

dejar de ser una mujer en la ventana.


Recuerdo

el color desnudo

de tu piel arena,

mi sed

en la eterna siesta de tus brazos.

Recuerdo

el susurro del viento

entre los sauces

y la almohada nuestra,

su verde perfume al dormir

y ese buscar

en tus ojos

mi agua fresca.

Recuerdo

cada cosa

que no viví contigo.



Hablo con mi sombra a veces,

cuando más se aleja.

Hablo con las plantas, al regarlas

y al despojarlas del polvo o de sus hojas muertas.

No sé hablarles sin tocarlas o servirlas

ni indagar en mí sin atenderlas.

Hablo con la lluvia

y me sincero.

Tampoco sé fingir cuando hablo con la lluvia,

ni esconderme con la piel mojada.

Conozco mis maneras de no estar

y las invariables maneras de volver.

Los pasillos del silencio que transito

como yendo a casa.

El mínimo estremecimiento

que resiste mi regreso en las cosas.

Del libro " Leve" Huesos de Jibia 2014

domingo, 4 de octubre de 2015

Circe Maia ( Montevideo 1932)



El medio transparente

Lo mejor sería no pensar demasiado
en ellas, las palabras. Ellas vienen
así o de otro modo y no es tan importante.

Vidrios, ventanas son y habría que limpiarlas
con cuidado, por eso. No pintarlas
-¿qué verías detrás?- y no adornarlas.

Por mirar el adorno en la ventana
no miraste hacia afuera.
El más breve vistazo
hubiera sido al menos suficiente
para mirar la luz del otro lado.

Sí, esa luz de afuera
sobre un rostro que pasa.

(Superficies ) 


Voces  en  el  comedor

La puerta quedo abierta
y desde el comedor llegan las voces.

Suben por la escalera
y la casa respira.
Respira la madera de sus pisos
las baldosas, el vidrio de las ventanas.

Y como por descuido se abren otras puertas
como a golpes de viento
y nada impide entonces que se escuchen otras voces
desde los cuartos.

No importa lo que dicen.
Conversan: se oye una,
después se oye otra.
Son voces juveniles,
claras.

Saben
peldaños de madera
y mientras ellas suenan
-mientras suenen-

sigue viva la casa.

(Superficies)

Esta Mujer

A esta mujer la despierta un llanto:
se levanta medio dormida.
Prepara una leche en silencio
cortado por pequeños ruidos de cocina.
Mira como envuelve su tiempo y en él está viva.
y en él está viva.
Sus horas
fuertemente tramadas
están hechas de fibras resistentes
como cosas reales: pan avena,
ropa lavada, lana tejida.
Cada hora germina otras horas y todas son peldaños
que ella sube y resuenan.
Sale y entra y se mueve
y su hacer la ilumina.

( El puente)

Marosa di Giorgio (Salto 1932 , Montevideo 2004)




A veces, en el trecho de huerta ...

A veces, en el trecho de huerta que va desde el hogar a la
 alcoba, se me aparecían los ángeles.
Alguno, quedaba allí de pie, en el aire, como un gallo
blanco -oh, su alarido-, como una llamarada de azucenas
blancas como la nieve o color rosa.
A veces, por los senderos de la huerta, algún ángel me
seguía casi rozándome; su sonrisa y su traje, cotidianos; se
 parecía a algún pariente, a algún vecino (pero, aquel
plumaje gris, siniestro, cayéndole por la espalda hasta los
 suelos...). Otros eran como mariposas negras pintadas a la
 lámpara, a los techos, hasta que un día se daban vuelta y les
 ardía el envés del ala, el pelo, un número increíble.
Otros eran diminutos como moscas y violetas e iban todo el
día de aquí para allá y ésos no nos infundían miedo, hasta
 les dejábamos un vasito de miel en el altar.

De "Historial de las violetas" 1965



Bajó una mariposa a un lugar oscuro...

Bajó una mariposa a un lugar oscuro; al parecer, de
hermosos colores; no se distinguía bien. La niña más chica
creyó que era una muñeca rarísima y la pidió; los otros
niños dijeron: -Bajo las alas hay un hombre.
Yo dije: -Sí, su cuerpo parece un hombrecito.
Pero, ellos aclararon que era un hombre de tamaño natural.
Me arrodillé y vi. Era verdad lo que decían los niños. ¿Cómo
cabía un hombre de tamaño normal bajo las alitas?
Llamamos a un vecino. Trajo una pinza. Sacó las alas. Y un
hombre alto se irguió y se marchó.
Y esto que parece casi increíble, luego fue pintado
prodigiosamente en una caja.

De "La liebre de marzo", 1981

Anoche, volvió, otra vez...

Anoche, volvió, otra vez, La Sombra; aunque ya habían
pasado  cien años, bien la reconocimos. Pasó el jardín de
violetas, el dormitorio, la cocina; rodeó las dulceras, los
 platos blancos como huesos, las dulceras con olor a rosa.
Torno al dormitorio, interrumpió el amor, los abrazos; los
 que estaban despiertos, quedaron con los ojos fijos; los que  
soñaban, igual la vieron. El espejo donde se miró o no se
 miró, cayó trizado. Parecía que quería matar a alguno. Pero,
salió al jardín. Giraba, cavaba, en el mismo sitio, como si
debajo estuviese enterrado un muerto. La pobre vaca, que
 pastaba cerca de la violetas, se enloqueció, gemía como una
mujer o como un lobo. Pero, La Sombra se fue volando, se
fue hacia el sur. Volverá dentro de un siglo.

De "Los papeles salvajes" 1971

  

lunes, 17 de agosto de 2015

Juan Jacobo Bajarlia (Buenos Aires 1914 , 2005)


El déspota

Variante para W. H. Auden


Era el señor de la vida y la muerte
Le bastara mirar para alimentar el terror.
Cuando sonreía y abría la boca derribaba una muralla.
Un día golpearon a su puerta:
alguien sonreía y abría la boca dibujando una mueca.
Una muralla lo devoró entre sus escombros.



sábado, 18 de julio de 2015

Vicente Huidobro (Santiago 1893- Cartagena 1948)




Ella

Ella daba dos pasos hacia delante
Daba dos pasos hacia atrás
El primer paso decía buenos días señor
El segundo paso decía buenos días señora
Y los otros decían cómo está la familia
Hoy es un día hermoso como una paloma en el cielo

Ella llevaba una camisa ardiente
Ella tenía ojos de adormecedora de mares
Ella había escondido un sueño en un armario oscuro
Ella había encontrado un muerto en medio de su cabeza

Cuando ella llegaba dejaba una parte más hermosa muy lejos
Cuando ella se iba algo se formaba en el horizonte para esperarla

Sus miradas estaban heridas y sangraban sobre la colina
Tenía los senos abiertos y cantaba las tinieblas de su edad
Era hermosa como un cielo bajo una paloma

Tenía una boca de acero
Y una bandera mortal dibujada entre los labios
Reía como el mar que siente carbones en su vientre
Como el mar cuando la luna se mira ahogarse
Como el mar que ha mordido todas las playas
El mar que desborda y cae en el vacío en los tiempos de abundancia
Cuando las estrellas arrullan sobre nuestras cabezas
Antes que el viento norte abra sus ojos
Era hermosa en sus horizontes de huesos
Con su camisa ardiente y sus miradas de árbol fatigado
Como el cielo a caballo sobre las palomas



 

Arte Poética



Que el verso sea como una llave
que abra mil puertas.
Una hoja cae; algo pasa volando;
cuanto miren los ojos creado sea,
y el alma del oyente quede temblando.

Inventa mundos nuevos y cuida tu palabra;
el adjetivo, cuando no da vida, mata.

Estamos en el ciclo de los nervios.
El músculo cuelga,
como recuerdo, en los museos;
mas no por eso tenemos menos fuerza:
el vigor verdadero
reside en la cabeza.

Por qué cantáis la rosa, ¡oh poetas!
hacedla florecer en el poema.

Sólo para nosotros
viven todas las cosas bajo el sol.

El poeta es un pequeño Dios.



Del poemario " El espejo del agua" Buenos Aires 1916

miércoles, 15 de julio de 2015

Dolores Etchecopar ( Buenos Aires 1956 )



10


antes de morir
mi hermano mayor descorrió
el telón de su ojo de fotógrafo
me pidió que no me moviera
que mirara fijo
con la flor detenida de su vida en mi mano


29

Tengo miedo
te abrazo con estas palabras
que salen de sus guaridas
como animales
de una rara tristeza

de El Comienzo hilos editora 2010


No sé las palabras
Yo no sé decir las palabras
No sé decir el mar la olla el sueño
No sé la palabra narcótica
que los días iguales susurran
No sé las palabras que hablan solas y de prisa
No sé decir la luna
ni su rodilla lastimada sobre el cerro
No sé decir hoy es un día
una calle
un gemido
una época remota del deseo
En este lugar oscuro y sin noticias
llevo mi piedra de lágrimas
unas palabras que nada dicen
y muy lentamente