Hubo una vez una persona que
terminó con las guerras para siempre, al asesinar a 42 Papás Noel.
Todo empezó unos diez días antes
de Navidad, cuando un Papá Noel del Ejército de Salvación fue asesinado en un
barrio.
Un diario de la mañana traía la
noticia, pero al día siguiente otros cinco Papás Noel fueron asesinados y el
hecho apareció en la primera plana de todos los diarios del país.
Cuatro de ellos fueron asesinados
mientras recolectaban fondos para el Ejército de Salvación, y el quinto fue
apuñalado en la sección Juguetería de Gimbel’s.
¡La gente se sintió ultrajada!
¡Cómo se indignaron! Pensaban qué monstruo, qué engendro debía ser ese tipo,
quiero decir, arruinarles la Navidad a los chicos asesinando a Papá Noel.
No se preocupaban por las vidas
verdaderas de los hombres asesinados, tan sólo era el efecto que causaría a los
chicos lo que molestaba a todos.
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De manera que al día siguiente la
ciudad estaba llena de policía metropolitana y estadual, agentes del FBI y
hasta algunos funcionarios de Inteligencia de la Marina, agentes del Tesoro y
funcionarios del Departamento de Justicia, todos los cuales encontraron
pretextos para intervenir en el caso: y otros diez Papás Noel fueron muertos y
no se atrapó al esquivo asesino.
Así que aquella noche todos los
Papás Noel que estaban trabajando convocaron a una reunión secreta para decidir
qué hacer.
Se daban cuenta de sus
responsabilidades para con los chicos pero, por el otro lado, les parecía una
especie de locura salir a la calle y ser atacados por este maníaco.
De modo que un hombre, que era
valiente y no tenía a nadie que dependiera de él, se ofreció para salir al otro
día, disfrazado y con una fuerte guardia armada.
Pero le cortaron la garganta en
su cama, aquella noche.
Así que al otro día no había
Papás Noel en la ciudad.
Y la gente estaba algo así como
irritable y nerviosa, y los chicos lloraban, y no parecía Navidad sin los Papás
Noel.
Pero al día siguiente, una
volátil mujercita de Hollywood, una actriz que buscaba publicidad, salió
vestida de Mamá Noel.
Y la gente y sus chicos se
agolparon en torno de ella, ya que era lo más aproximado a Papá Noel que andaba
por la calle, y consiguió un montón de publicidad, y no la mataron.
De modo que al día siguiente
varias otras mujeres prominentes salieron todas vestidas de Mamá Noel, con el
pelo empolvado de blanco y polleras coloradas y almohadones en sus vientres y
sombreros de Papá Noel, y tampoco a ellas las mataron.
Decidieron que a lo mejor el
maníaco había dejado de actuar, así que mandaron a la calle a un Papá Noel como
globo de ensayo, pero una hora después su cuerpo era conducido en una
ambulancia al Bellevue Hospital, con tres balas alojadas en él.
Así que la Navidad de ese año
transcurrió con Mamás Noel.
Y el año siguiente empezó a
ocurrir otra vez lo mismo, de modo que de inmediato mandaron a las mujeres otra
vez a la calle.
Al año siguiente pasó la misma
cosa; y el siguiente, y el siguiente; y año tras año, este paciente y esquivo
maníaco mataba a cualquier varón vestido de Papá Noel, hasta que finalmente en
los diarios, en la publicidad y en las mentes humanas, Papá Noel retrocedió
hacia el fondo y Mamá Noel se convirtió en la figura principal.
Quiero decir que Papá Noel
todavía estaba allí. Hacía los juguetes en el Polo Norte y se ocupaba de los
elfos, pero era Mamá Noel la que viajaba en el trineo tirado por los renos y se
deslizaba por la chimenea y repartía los regalos y encabezaba el desfile de
Navidad cada año.
Y lo divertido era que a las
mujeres parecía gustarles realmente ser Mamá Noel. Nadie tuvo que pagarles y se
convirtió en una moda tal que las calles, en época de Navidad, estaban colmadas
de Mamás Noel. Y a medida que el tiempo pasó, ellas empezaron a hacer pequeñas
alteraciones en el traje tradicional, cambiando primero el matiz de rojo, y
experimentando después con colores completamente distintos, hasta que al fin
cada traje fue único y fantástico, hermosamente coloreado, bellísimo.
Se convirtió en un verdadero
honor el encabezar el desfile de Navidad.
¡Y a los chicos les encantó!
¡La Navidad nunca había sido así
antes, con todas estas Mamás Noel y toda la excitación!
Pero estos chicos, esta nueva
generación de chicos que creció creyendo en Mamá Noel, eran algo así como
distintos.
Porque, fíjense, para los chicos
muy pequeños Papá Noel es un dios.
Y para la época en que dejan de
creer en Papá Noel, empiezan a ir a la Escuela Dominical y aprenden acerca de
un nuevo Dios. Y este nuevo Dios no les hace regalos. Es un poco rudo.
Pero toda la vida anhelan a su
antiguo dios de la infancia, a su dios Papá Noel.
Observen sus oraciones, lo que
dicen: dame lo que deseo. Pero esta nueva generación de chicos que crecieron
creyendo en Mamá Noel parecía tener una actitud distinta hacia las mujeres.
Empezaron a elegir mujeres para
el Congreso y eligieron a una mujer presidente y mujeres alcaldes, hasta que
muy pronto el país entero estuvo gobernado por mujeres.
A ellas les preocupaba sobre todo
cosas como la comida, y hubo mucha discusión en el Congreso acerca de varios
regímenes, y bien pronto hasta los más pobres tuvieron mucho que comer; y
estaban interesadas en las casas, y pronto ya no hubo escasez de viviendas.
Pero había una cosa que no
apoyarían.
No pensaban hacerlo.
Quiero decir, ¿qué posible razón
política haría que estas mujeres mandaran a sus hombres a ser matados? ¡Era
ridículo!
De modo que con su poder político
y su poder financiero y el prestigio de los Estados Unidos, obligaron y
animaron a otros países a permitir que mandaran las mujeres.
Así la guerra terminó para
siempre.
Los hombres siguieron haciendo lo
que siempre habían hecho. Trabajaban en fábricas, y estudiaban matemática
superior, y apostaban a caballos, y repartían el hielo, y discutían de
filosofía.
Pero estas discusiones sobre
filosofía no ocasionaban que la gente se muriera de hambre y se matara entre
sí.
Y muy pronto, en todo el mundo,
nadie estaba hambriento, todos tenían lindas casas, ya no había guerra, la
gente empezó a ser feliz.
Saben, cuando uno se detiene a
pensar en ello, había ocurrido una revolución mundial.
Y 42 Papás Noel no es mucha gente
muerta para una revolución mundial.
Pero el asesino o, en realidad,
el santo a quien la humanidad tanto le debía, el que planeó y ejecutó esta
revolución casi incruenta, nunca fue atrapado y crucificado.
Siguió viviendo.
No, nadie descubrió nunca la
identidad de este santo: es decir ah–, salvo yo.
Yo sé quién es el santo.
Oh, no tengo ninguna prueba, pero
es precisamente por eso que estoy tan seguro de que lo sé.
Porque hay una sola persona capaz
de esto, hay una sola persona con el genio, la osadía, la imaginación, el
valor, el amor a la gente, la avidez por la sangre y la paciencia requeridos
para llevar a cabo ésta, la mayor de todas las acciones.
Esa persona es mi hermanita.
Cuento traducido por
Ernesto Show