domingo, 20 de abril de 2025

Miniaturas en el sendero poético de Andrés Bohoslavsky

 




Salmo 68.10

En la mitad del salmo 68.10

justo cuando Dios provee al pobre

me acercó su cajita para depositar donaciones.

Puse un billete de veinte mil

me agradeció con una mueca de sorpresa.

En ese instante pensé en el dinero

como un objeto religioso

y mi correcta decisión de continuar su falsificación.

Cuando alcé la vista para irme

el cordero de Dios que perdona

los pecados del mundo

parecía sonreírme.



El laberinto

Encerrado durante años en el laberinto

agotado, explorando una salida

decidí un día detenerme y dejar de buscar.

En el mismo instante, el concepto de encierro

se esfumó de mi mente.

Ahora, los límites del mundo

son los bordes de esta hoja

que me impiden salir


Los ciegos y los lobos disfrazados de corderos

La asociación de ciegos decidió festejar

su aniversario

la sala de festejos desbordaba de no videntes

el plato principal del banquete fue cordero asado

exquisito menú, sostenían los comensales.

Mi tarea de organizador llegaba a su fin

todo había salido como ellos lo soñaron

guardé las pieles en una bolsa, encendí un cigarrillo

y partí


La casa de empeños

Entré de madrugada a la casa de empeños

el boquete que había abierto desde una pared lateral

me dejó junto a las obras de arte más valiosas

tomé todas las que pude y al pasar alcancé a guardar

diamantes y otras joyas preciosas en mis bolsillos.

Al costado de esta sala estaban las almas empeñadas

la mía seguía colgada en la misma percha de siempre

todas parecidas, sin signos de envejecimiento


El malentendido

Frotó la lámpara de los deseos

y pidió los tres que primero vinieron a su mente

antes de que venciera el tiempo que le otorgaron

el tercer deseo, el de la vida tranquila

debe haber sido el problema

nadie sueña ser el guardián del cementerio


Buda en el infierno

Cuando bajamos con Buda al infierno

dejamos nuestras identificaciones, abonamos

la entrada

descendimos en el ascensor hasta el subsuelo

más profundo

recorrimos todos los pisos tomando nota

de las diferentes formas del sufrimiento humano.

Al volver a la superficie

yo aún seguía horrorizado por lo que había visto

para Buda, el más estremecedor era el piso

de los que no pueden sonreír


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