Salmo 68.10
En la mitad del salmo 68.10
justo cuando Dios provee al pobre
me acercó su cajita para depositar donaciones.
Puse un billete de veinte mil
me agradeció con una mueca de sorpresa.
En ese instante pensé en el dinero
como un objeto religioso
y mi correcta decisión de continuar su falsificación.
Cuando alcé la vista para irme
el cordero de Dios que perdona
los pecados del mundo
parecía sonreírme.
El laberinto
Encerrado durante años en el laberinto
agotado, explorando una salida
decidí un día detenerme y dejar de buscar.
En el mismo instante, el concepto de encierro
se esfumó de mi mente.
Ahora, los límites del mundo
son los bordes de esta hoja
que me impiden salir
Los ciegos y los lobos disfrazados de corderos
La asociación de ciegos decidió festejar
su aniversario
la sala de festejos desbordaba de no videntes
el plato principal del banquete fue cordero asado
exquisito menú, sostenían los comensales.
Mi tarea de organizador llegaba a su fin
todo había salido como ellos lo soñaron
guardé las pieles en una bolsa, encendí un cigarrillo
y partí
La casa de empeños
Entré de madrugada a la casa de empeños
el boquete que había abierto desde una pared lateral
me dejó junto a las obras de arte más valiosas
tomé todas las que pude y al pasar alcancé a guardar
diamantes y otras joyas preciosas en mis bolsillos.
Al costado de esta sala estaban las almas empeñadas
la mía seguía colgada en la misma percha de siempre
todas parecidas, sin signos de envejecimiento
El malentendido
Frotó la lámpara de los deseos
y pidió los tres que primero vinieron a su mente
antes de que venciera el tiempo que le otorgaron
el tercer deseo, el de la vida tranquila
debe haber sido el problema
nadie sueña ser el guardián del cementerio
Buda en el infierno
Cuando bajamos con Buda al infierno
dejamos nuestras identificaciones, abonamos
la entrada
descendimos en el ascensor hasta el subsuelo
más profundo
recorrimos todos los pisos tomando nota
de las diferentes formas del sufrimiento humano.
Al volver a la superficie
yo aún seguía horrorizado por lo que había visto
para Buda, el más estremecedor era el piso
de los que no pueden sonreír
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