Sin deseos
Le pasa a la mayoría de la gente
en la mitad de sus vidas o incluso antes:
el deseo de aferrarse a algo
antes de que todo se vaya.
Se asoman y aparecen, entonces,
verbos de adquisición, posesivos:
tener una casa, una mujer o un hombre
o aunque sea una patria, un idioma.
Si no hay nada de estas cosas
que al menos haya dinero, reputación, fama,
ropa vistosa, buen ánimo,
fragancias tenues en la axila.
Tras todo esto, demasiado cansancio.
Está bien, aún si lo que queda
son sólo deudas en el banco,
los felices gorjeos de la perra,
un día para el que es grato despertar
o el chorro de semen en la boca.
Arriba va lo que va arriba, siempre.
Abajo, el eterno errante merodea.
Golpeo mi cabeza contra la bóveda celeste
y veo cómo se precipitan las estrellas.
Traducción: Gerardo Lewin
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