domingo, 8 de noviembre de 2020

Gustavo García Saraví(La Plata 1920 ; Buenos Aires 1994 )

 




Van Gogh

 

Aunque estoy a menudo en la miseria...

                                            Van Gogh

 

Tal como corresponde a su locura,

trabaja y piensa. Piensa en algo grave,

sin duda, terrorífico: en un ave

que se engulle pintores, o en la impura

 

elementalidad de la pintura,

de una silla de paja, un blanco, un suave

autorretrato, un amarillo (sabe

Dios con cuál de ellos hizo su impostura

 

de limoneros, sol, ducados de oro,

insólitos maizales, un tesoro

enterrado en la luz, un cruel taladro

 

de bondad). Traza trazos, llora. Dice

incongruencias congruentes. Se desdice.

Impreca, sufre. Nunca vendió un cuadro.

 

 

Con alguna frecuencia

 

Con alguna frecuencia me encamino

hacia mi corazón e intento darme

caza o, al menos, verme, confirmarme,

sentir que soy mi propio peregrino.

 

A veces doy conmigo, un desatino

absoluto, un bastón, un conformarme

sólo con adjetivos, un llorarme

con excesiva lástima, un camino

 

en caracol, desierto, inconducente.

Otras veces, no encuentro la manera

de encontrarme, mirarme, de repente,

 

en lo que creo ser, una persona

común, puro no ser, linfa, madera,

cal, duda, enfermedad que se amontona.

 

 

Las putas

 

Como algas lentísimas y fieles,

como ríos de pan, como pedazos

de golondrinas, suben por los brazos

de la melancolía y los paneles,

 

trepan por el murmullo con sus mieles

feroces y sus pálidos ocasos,

con sus temblores y los cielo-rasos

de la cursilería y los hoteles,

 

ascienden por los besos, se abandonan

a las monedas del amor, perdonan

nuestra insaciable sed, nuestras impuras

 

maneras de quererlas, oh! lejanas

y próximas, oh! dulces hermosuras,

oh! silenciosas, húmedas campanas.

 


Fuente: Obras completas, Gustavo García Saraví (Edición de Sara M. Parkinson de Saz), Empeño 14, Madrid, 1981.

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