Una noche,
volviendo de un concierto, llegaron hasta la puerta de su casa y ella se volvió
hacia él y dijo: «Creo que te gustaría tenerme. También a mí, pero debo decirte
que he sufrido una doble mastectomía». Y cómo él no entendía, aclaró: «He
perdido mis dos pechos».
La radiante
sensación que él había llevado consigo en su estómago y en la cavidad de su
pecho ––como música–– se marchitó de pronto y él se obligó a mirarla mientras
decía «Lo siento. Creo que no podría».
Volvió a su
propia cabaña a través de los pinos, y a la mañana se encontró un pequeño
recipiente azul en el porche. Parecía estar lleno de pétalos de rosa, pero
cuando lo levantó, vio que los pétalos de rosa estaban arriba; el resto del bol
––ella las había barrido, seguramente, de los rincones de su estudio–– estaba
lleno de abejas muertas.
Traducción: Ana María Shua.
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