Últimas
sesiones de Tony Soprano
Mira: estoy envejeciendo
y aún no logro descubrir
si todo esto es mío
o acaso el verdadero dueño
huyó y se vio obligado
a dejar a alguien a cargo.
y aún no logro descubrir
si todo esto es mío
o acaso el verdadero dueño
huyó y se vio obligado
a dejar a alguien a cargo.
Hemos hablado del amor
y de aquellos a quienes,
pacientemente, estrangulé.
y de aquellos a quienes,
pacientemente, estrangulé.
¿No ha de cesar jamás mi ira?
Hay en la mirada del que muere
una pregunta que me resisto a formular
Hay en la mirada del que muere
una pregunta que me resisto a formular
y que yo mismo inquiero:
¿por qué ya no me amas?
¿podremos invertir todo el dinero
en recobrar la añorada intimidad?
¿me temes? ¿me respetas?
¿por qué ya no me amas?
¿podremos invertir todo el dinero
en recobrar la añorada intimidad?
¿me temes? ¿me respetas?
Los antiguos sabían las
respuestas
y entretanto sólo queda reír,
beber, fumar, el tacto de la seda,
el licor nauseabundo y narcótico del sexo.
La familia.
y entretanto sólo queda reír,
beber, fumar, el tacto de la seda,
el licor nauseabundo y narcótico del sexo.
La familia.
No sé qué más decir.
Quizás convenga retomar la
charla
en un punto futuro,
cuando el saciado cuerpo calle,
cuando cante el alma
desde las profundidades del cemento.
en un punto futuro,
cuando el saciado cuerpo calle,
cuando cante el alma
desde las profundidades del cemento.
Intuyo transcurrido el
tiempo.
Tanta confianza, tanta lealtad
y el aire irrespirable de este Cadillac.
Tanta confianza, tanta lealtad
y el aire irrespirable de este Cadillac.
—Salgamos. Demos un paseo—
dice una voz que sale,
definitivamente,
de mí.
dice una voz que sale,
definitivamente,
de mí.
Sagesse
La
impaciencia te delata y define.
Reloj,
agenda y almanaque.
Los
años pasan
y
la sabiduría no aparece.
Mira
tu rostro en el espejo y dime
si
has comprendido algo
de
todo cuanto ocupó tu mente
horas
y días, la complicada danza del amor,
las
palabras que arrojas a este verso
en
el momento en el que crees entender.
¿Qué
haces? Poco más que escribir
títulos
en una página.
El
momento en el que crees
decir
la verdad, te golpeas
contra
el humo
y
sueñas dolores inhallables.
Pasa
una nube y hay en ella mil gotas,
una
lluvia en la que aspiras reencarnar,
pasar
por sobre ríos y montañas,
quedarte
dormido en las alturas
—alma
que vaga por lejanos países
sin
más paisaje que esta música
en
la que nada es cierto. Allí donde eras niño
y
hubo grillos, la caricia del sol
y
el discurrir leve de la arena,
los
pasos del presente hieren
y
las razones de la tierra
se
clavan en tus plantas
y
lo peor es
que
estás obligado a sonreír
porque
la alternativa fuera
saltar
al mar de lo inexistente
y
qué podrías decir en ese caso.
Porque
has perdido el don
y
te disfrazas,
buscas
que nadie se dé cuenta,
mueves
los brazos,
finges
vuelos,
gritas
y
en el final presumes
que
debes agregar unas palabras.
Guerra
Ven, acércate
mientras hacia tí avanzo.
Matémonos,
Démonos mutua
muerte,
en un todo de acuerdo,
en nada concordando
sino en
asesinarnos.
Estás de más en
este mundo
así como yo sobro.
Y nada justifica mi
existencia
pues todo contribuye a que te mueras.
Hemos hablado ya
más de la cuenta.
Era todo mentira cuanto dije
y cuanto me
juraste, falso.
Nunca habrá paz entre nosotros,
yo te aniquilaré
hasta acabar con tu
recuerdo.
Tú me destruirás
y sólo seré una lejana niebla.
Ven, cualquier
método es bueno.
Alcemos torres de
palabras,
altas almenas desde donde arrojarnos
vientos de odio,
flechas envenenadas.
Enviarás contra mí
a tus ángeles ardiendo,
a los jinetes
ebrios de tu gloria.
Lanzaré contra tí multitud de poetas,
un ejército de sacerdotes.
Busquemos los
hermosos rostros
de los jóvenes puros
y hagamos que se
degüellen
los unos a los otros.
Batallemos sin fin,
sin esperanza.
Hagamos de la
tierra un único,
un infinito cementerio permanente.
(de Amores Muertos,
2003, El Jabalí)
Diálogo informal en el andén con mi
amiga, la bella suicida
Mira, querida amiga, – dije –
ya ves que la locomotora avanza.
Enfrentas decisiones cruciales e
inmediatas
y no hemos podido hablar aún
del dolor ni del sentido de la
vida.
Es verdad – replicó
mientras un aire rubio la
obligaba a guiñar –
pero, ¿cómo fue que llegamos
aquí?
¿es cierto que este tren nos
llevaría
a antípodas ciudades, ignorantes
de la moderna tristeza que
adoptamos,
donde es posible contraer sacras
nupcias con árboles
y envejecer petrificados
hasta que las pupilas se nos
llenen de astillas?
No creo ya que todo eso exista
sino como un ejemplo otro
de la desilusión del yo,
de la disolución del yo,
de la desolación del yo,
– suspiré –
¿Por qué no vamos a bailar,
a comer algo, a tomar un café?
Nada me queda claro de lo dicho.
Todo se me ha borrado
como una certidumbre despeñada.
¿Es que hubo alguna vez amor
entre nosotros
– dijo –
o éramos personajes
de una aplaudida telenovela
vespertina,
en la que yo vestía un trajecito
gris
y caía la lluvia?
El suelo tiembla – comprobé
turbado –
Mira: la muerte ya está sobre
nosotros.
¿Qué palabras debo decirte ahora
en esta nueva noche que se
cierne?
Sólo di: ¡resucita!
Tránsito II
Reptan los autos
bajo la luz tajante.
Zully viene hacia mí.
Tacho y reescribo
una palabra: naufragio.
Náufrago soy
en el mar
de estos últimos minutos.
He estado martillando en el
silencio.
¿No te has perdido, amor,
en las esquinas de perversa
magia,
en futuros que ansiamos olvidar?
Todo se me resbala y cae,
aliento de otros días derramado
como es, ahora, la taza del café.
¿Vienes ya?
Me aferro al recuerdo de tu voz
al borde de un abismo pequeño,
casi sin importancia:
“No te olvides de llamarme”
o “Vida, qué quisieras cenar”.
Último invierno en Polonia
Eran seis o siete cadáveres balanceándose,
colgando silenciosos de un largo travesaño.
En la foto los mece un viento helado.
Al pie, en yidish, una leyenda que olvidé
y que ahora traduzco:
Estos son los nombres
de los muertos sin patria,
de los muertos sin rostro,
de los muertos sin madre,
de los muertos que no fueron sumados
a la cuenta final
en el último invierno de Polonia.
Poema inedito
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