Contribuciones del autor

Libros y poemas del autor

domingo, 15 de octubre de 2017

Czesław Miłosz ( Šeteniai, Lituania 1911, Cracovia 2004)




Ars poética

Siempre he aspirado a una forma mucho más amplia
Que, libre de las aspiraciones de la poesía y la prosa,
Nos dejase entendernos sin exponer
A lector y autor a sublimes agonías.
En la esencia misma de la poesía hay algo indecente:
Expresamos cosas que ignorábamos tener en nosotros.
De modo que parpadeamos como si hubiera
saltado un tigre
Y estuviese en la luz moviendo la cola.
Por eso dicen justamente que un demonio dicta la poesía,
Aunque es exagerado sostener que se trata de un ángel.
Es arduo adivinar de donde viene el orgullo de los
poetas
Cuando tan a menudo quedan avergonzados
por la revelación de su fragilidad.
.Que persona razonable seria una ciudad de demonios
Que se portan a sus anchas, hablan en muchas lenguas
Y, no satisfechos con robarle sus labios y sus manos,
Trabajan en cambiarle el destino para su convivencia
infernal?
Es cierto que hoy se aprecia mucho lo mórbido;
Por tanto acaso pienses que solo estoy bromeando
O simplemente has encontrado otros medios
De alabar el arte sin ayuda de la ironía.
Hubo un tiempo en que solo los libros sabios eran leídos
Y nos ayudaban a soportar nuestro dolor y sufrimiento.
Esto, después de todo, no es lo mismo
Que hojear cientos de obras recién salidas de clínicas
psiquiátricas.
Y sin embargo es diferente de lo que parece
Y nosotros somos distintos de como nos vemos
en nuestros delirios.

Por tanto las personas preservan su identidad silenciosa
Y ganan el respeto de sus parientes y vecinos.
El propósito de la poesía es recordarnos
Que difícil es seguir siendo una sola persona,
Ya que esta abierta nuestra casa, no tiene llaves
Y huéspedes invisibles entran y salen a su antojo.
De acuerdo, no es poesía lo que ahora digo:
Los poemas deben escribirse rara vez y de mala gana,
Bajo penas intolerables y solo con la esperanza
De que los buenos espíritus, no los malos, nos elijan
como instrumento.


Posible version de Agnieszka Kawecka




Regalo

Qué día tan feliz.
 Se disipó la niebla temprano, yo trabajaba en el jardín.
 Los colibríes se detenían sobre las madreselvas.
 No había nada en la tierra que deseara tener.
 No conocía a nadie que valiera la pena envidiar.
 Olvidé todo el mal acontecido.
 No me avergonzaba pensar que era el que ahora soy.
 En el cuerpo no sentía ningún dolor.
 Al incorporarme, vi el mar azul y unas velas. 


Traducción de Xavier Farré.


Eso

Ojala por fin pudiera decir que está en mi.
Gritar: gente, les mentí
diciendo que eso no estaba en mi,
cuando eso esta ahí siempre, días y noches.
Aunque gracias a eso supe describir sus ciudades inflamables,
sus cortos amores y juegos desmembrándose en humus,
aretes, espejos, el deslizar de un tirante,
escenas de alcoba y de campos de batalla.
Escribir fue para mi estrategia de protección,
de borrar las huellas. Porque a la gente no puede gustarle
aquel que alcanza lo prohibido.
Llamo en mi ayuda a los ríos en los que nade, lagos
con puentecillos entre cedazos, valle
en cuyo eco la canción duplica la luz del anochecer,
y confieso que mis extáticos halagos a la existencia
solo pudieron ser entrenamientos de alto estilo,
Pero abajo estaba eso, que no me atrevo nombrar.
Eso se parece al pensamiento de alguien sin hogar, cuando
atraviesa la ciudad ajena, congelada.
Se asemeja al momento cuando un judío cercado ve aproximarse
los pesados cascos de los gendarmes alemanes.
Eso es cuando el hijo del rey se dirige a la ciudad y ve el mundo
real: pobreza, enfermedad, vejez y muerte.
Eso puede ser comparado con el inmóvil rostro de alguien
que entendió que fue abandonado para siempre.
O con las palabras del medico sobre la sentencia inevitable.
Porque eso significa enfrentar un muro de piedra
y entender que ese muro no cederá ante ninguna de nuestras suplicas.


Versión de Agnieszka Kawecka





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