Vincenzo Cardarelli (Corneto Tarquinia, 1887–Roma, 1959)
de acuerdo a la ley mosaica.
estábamos todos entretenidos . ¿Quién sabe cuánta era nuestra fe?
porque era más barato, y algunos incluso arriesgaron sus almas
por saborear carne de cerdo.
de la casa familiar de mi esposa
y aunque era medianoche ella seguía diciendo
"hagámoslo cariño, hagámoslo querido"
A veces… deseo
poder encontrarme en un duelo
con el hombre que asesinó a mi padre
y arrasó nuestro hogar
expulsándome
hacia un estrecho país.
Si me hubiera matado
hubiera descansado al fin,
y si hubiera estado preparado
¡habría llevado a cabo mi venganza!
Pero cuando apareció mi rival
y supe que tenía madre
que estaría esperándole
o un padre que se pondría
la mano derecha
sobre el pecho, en el lugar del corazón
cada vez que su hijo llegara tarde
aunque fuera un cuarto de hora
de la cita de una reunión
ya no le mataría entonces,
aunque pudiera.
De igual manera…
tampoco le asesinaría
si me enterara enseguida
de que tenía hermano o hermanas
que le amaban y que constantemente
anhelaban verle.
O si tuviera una esposa
para darle la bienvenida
y niños que
no podrían soportar su ausencia
y a quienes sus regalos emocionarían.
O si tuviera
amigos o compañeros
o vecinos conocidos
o aliados en la prisión
o en la habitación de un hospital
o compañeros de colegio…
preguntando por él
y enviándole sus saludos.
Pero si resultara
que es una persona en soledad
desgajada de todo
como la rama de un árbol
sin hermanos ni hermanas
sin esposa ni niños
y sin familiares ni vecinos ni amigos,
ni colegas ni compañeros,
Entonces, ¿para que añadir más dolor
a esa soledad?
Ni el tormento de la muerte
ni la pena del fallecimiento.
No, me limitaría
a ignorarle cuando pasara a su lado
por la calle, como
si estuviera convencido
de que no prestarle atención
era ya en sí un tipo de venganza.
El poeta tiene sus días
contados,
como todos los hombres,
pero que variados se le hacen!
Las horas del día y las cuatro estaciones,
algo menos de sol o mas de viento,
son el ocio y la compañía,
siempre diversa para sus pasiones,
siempre las mismas , y el tiempo que hace,
cuando se levanta, es el gran suceso
del día , su goce apenas se despierta.
Sobre todas las cosas, lo alegran
las cambiantes luces, los bellos días
agitados
como la muchedumbre de una larga historia,
donde azul y tempestad poco duran,
y se alternan mensajeros de infortunio
y de victoria.
Regresa con una noche roja,
y con las nubes cambia de color
su felicidad,
si su corazón no cambia.
El poeta tiene sus días
contados,
como todos los hombres:
¡Pero que felices se le hacen!
Ben David
Siento a veces que mis gestos
la voz, el pensamiento y aún este
cansancio,
son ya los de mi padre.
Que este cuerpo mío no lo perpetúa
sino que lo encarna;
que yo soy el hombre de más de
setenta años
que agobiado y lejos de donde vivo,
avanza al alba, insomne, lento, solo
y jadea su fatiga en un sillón en sombra
bajo el peso del dolor indeclinable,
de culpas que no han envejecido,
mientras siente con alivio que su hijo
en otros sitios, lejos de él,
ha ido más allá de su tormento,
doblegó los demonios,
no lo ha repetido.
de Santiago Kovadloff
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