Números y palabras
–Usted aúna en su obra poética dos universos aparentemente
inconciliables: las palabras y los números, la matemática y la poesía. ¿Qué
lazo hay entre estas dos invenciones geniales de la humanidad?
–A diferencia del lenguaje corriente, en la mayoría
de las poesías del mundo, de los relatos, se utiliza mucho los números. La
poesía tradicional francesa se apoya en los números. En cada idioma hay números
que gustan más que otros. A los japoneses, por ejemplo, no les gustan los
números pares. En Francia, por el contrario, hemos tenido una pasión por el 12,
un número desechado en España o en Italia. Hay como una suerte de número amado
en los idiomas. Profesionalmente, mi vida fue la de un matemático, y, como
poeta, muy rápidamente me ocupó la relación entre poesía y número.
–Estamos sitiados por los números, por los códigos.
Los números han entrado a formar parte de los instrumentos cotidianos de
relación con la realidad. ¿Acaso la poesía puede salvarnos de los números?
–Los números son como el mismo idioma, pueden
hacerse cosas buenas y cosas malas. Hay una manera de tratar los números como
cantidad, es decir la acumulación, o, al contrario, se los puede usar para
censar a la gente, un principio muy apreciado por las autoridades pero que no
constituye un uso agradable de los números. Los números se usan también para
los códigos, pero aquí la codificación tiene un destino más bien de protección
del secreto bancario. Sin embargo, en la vida se emplean muchos códigos, y en
la poesía también. Los poetas usan los números de forma mucho más simpática. La
poesía puede emplear los números desde este ángulo, más lúdico, y no del lado
maléfico.
La poesía como memoria del idioma
–En un mundo tan plano, tan brutal, tan escasamente
poético, dominado por la imagen comercial y la función de beneficio, la poesía
aparece como una suerte de arte gratuito, espontáneo, sin especulación.
–Hay una lucha constante entre la tendencia de la
sociedad por olvidar la poesía porque no es comercial, y la poesía misma que
busca medios de existencia donde el aspecto comercial sea secundario. La poesía
tiene una función especial, tanto para quienes la componen como para quienes la
reciben. La poesía ofrece a los individuos lo que es más precioso en su idioma.
Es lo que yo llamo la función memoria del idioma, es decir, la poesía como una
memoria del idioma. La poesía no apunta a contar esto o lo otro, a demostrar
una u otra tesis política, sino que apunta a hacer que el lazo de cada
individuo con su memoria, con su idioma, sea lo más precioso posible. Desde la
infancia misma, a los niños les gusta la poesía porque, a través de ella, los
niños entran en su propio idioma. Mediante la poesía, el idioma les pertenece.
La poesía trata de preservar esa dimensión y de emplear el idioma de una forma
que evite que se vuelva mediocre. Los discursos políticos, comerciales, son
extremadamente mediocres. La poesía conserva esa función de preservación de la
calidad del idioma y de la memoria del lenguaje. Ahora bien, por otra parte, no
estoy seguro de que la poesía esté contenta con ese estatuto de arte
completamente gratuito. Quien habla de un arte que no se inscribe en el mundo
comercial está aceptando que ese arte tiene dificultades para ser visible.
Claro, los poetas no buscan el éxito comercial. Si alguien decide a los 20 o 25
años ser poeta sabe perfectamente que nunca hará fortuna. Pero los progresos de
la técnica torna posibles, mucho más que antes, la difusión de la poesía. Se
pueden realizar pequeñas ediciones y también hacer que los poemas existan en
una pantalla, gracias a Internet. Es muy difícil leer una novela en una
pantalla, pero no la poesía. La existencia visual y oral de la poesía puede
perfectamente servirse de los progresos técnicos. La poesía debe poder existir
tanto en una página como en el oído y en la boca.
–Estamos tan lejos de Dios como de la naturaleza y
del lenguaje. ¿La poesía podría ser un lazo, una resonancia, con esas
entidades?
–La poesía debe ser la resistencia del idioma ante
su corrupción, ante su descrédito, su mal uso, ante la tendencia a usar un
idioma para cosas feas, malas. Haciendo que el idioma sirva para lo bello, lo
precioso, la poesía mantiene la existencia del idioma. Salvo en un caso, la
poesía no interviene en la sociedad. Si estamos en una situación en la cual la
gente no puede hablar porque existe una prohibición dictatorial o política, en
ese caso la posibilidad de hablar pasa por la poesía. Pero en los países donde
uno puede expresarse, donde no hay dictadura, la resistencia de la poesía se
expresa por su actitud a no rebajar el idioma. El pasado y el presente de la vida
surgen en la poesía. Todo lo que hemos atesorado en la memoria empapa la
poesía. Los poetas tienen un papel importante para desempeñar en relación con
el idioma en el que viven. ¡El idioma es un instrumento muy importante!: a
través de él se transmite el pensamiento, la esperanza en el porvenir. La
poesía es uno de los caminos para salvarnos. Y digo UNO y no EL camino. Hay
otros. Cuando el idioma se acuerda de su pasado mediante la poesía se adelanta
a lo que será. Muchas evoluciones del idioma fueron previstas por los poetas.
–Ahora bien, esa pureza del idioma que persiste
gracias a la poesía, ¿acaso no desautoriza su traducción?
–Existe una tesis sobre la naturaleza de la poesía
que dice: “un poema debe ser considerado definido por el conjunto de sus traducciones”.
Cada lectura que hacemos de un poema es una traducción. Traducimos el poema que
está en nuestro idioma hacia la forma en que comprendemos el idioma y los
sentidos de las palabras. En realidad, hay una simpatía general entre los
idiomas. Los oponemos mucho pero es un error. Y esa simpatía general va a
transitar de poesía en poesía. Es entonces esencial que las grandes poesías se
traduzcan a otros idiomas.
Las propiedades poéticas de los números
–¿Y los números?
–Si no se la utiliza con fines puramente
pragmáticos, la matemática también puede servir para esto. Hay investigaciones
puras sobre la belleza de los números que restauran la integridad y la pureza
de los números. La belleza de las palabras se plasma en sus asociaciones. Las
palabras serán tanto más bellas cuanto que las asociaciones y construcciones en
las cuales las introducimos sean acertadas. Y es precisamente allí donde
intervienen los números. Esto no es nuevo, muchas tradiciones poéticas han
basado la poesía en los números. En mi caso, mi fuente han sido los trovadores.
Los trovadores concibieron la poesía a través de los números. Para ellos, no
todos los números son iguales porque existen familias de números que son más
bellas que otras. Y de esas familias bellas, los trovadores definían formas
poéticas. También son los últimos que plasmaron la unión del texto y la música.
–Resulta extraño concebir la existencia de esos dos
mundos: la extrema racionalidad de la matemática combinada con la dimensión
imaginaria de las palabras y la poesía.
–La imaginación matemática, en particular la
imaginación que se sustenta en los números, no se asemeja a la racionalidad
ordinaria. Los números tienen propiedades asombrosas. Uno de los grandes
matemáticos del siglo XX, Ramanujan, decía: “Cada número tiene que ser nuestro
amigo personal, pero entre éstos hay números que son mejores amigos que otros”.
Se cuenta que, en su lecho de muerte, Ramanujan recibió la visita de un
matemático amigo suyo, Hardy. Hardy le dijo: “Vine a verte en taxi pero el
número del taxi no era interesante”. Ramanujan le dijo: “Amigo, es el número
más pequeño que puede escribirse de dos formas como la suma de dos cubos”.
Existen así estas maravillas de relación entre los números. Desde luego, cuando
hablo de números, los más prestigiosos son los números enteros. Hay muchas
maneras de pasar de la palabra a los números. Hay por ejemplo una manera de
situar la letra de las palabras y su correspondencia en el abecedario con los
números. Cada letra quedará sí asociada a un número. También es posible
descomponer la palabra en sílabas y asociarle una familia de números. Podemos
realizar un retrato de la palabra con números. Como hay muchos caminos para ir
de las palabras a los números, el trabajo de la poesía consiste en abrir esos
caminos.
–Hay algo paradójico en ese postulado. Si leemos
poesía en una pantalla, en realidad, detrás de la imagen que vemos hay números.
La producción de la imagen es numérica.
–Así es. La poesía viene a colonizar esa sopa de
números. Pero esos números están arreglados por razones puramente técnicas.
Pero cuando la poesía se apodera de la configuración de los números lo que hace
es dotarlos de un rostro. El ascenso de la matemática no es más que la
emergencia del sector de la matemática más utilizable, comercial, y no es la
mejor. Es necesaria, desde luego. Pero ese segmento de la matemática no tiene
que llevarse la exclusividad. Hay sectores de la matemática que son tan
difíciles de imponer como la poesía. En particular, el campo de las propiedades
de los números. Aquí estamos ante corrientes más profundas y más finas. Este
sector está fuera de los números cuantitativos. ¡Los números cualitativos
poseen propiedades inverosímiles! No confundo las dos cosas: la poesía es la
poesía y la matemática la matemática. Ambas conservan su dimensión libre. Hay,
con todo, un sector de la matemática que conserva su libertad, que no puede ser
reducido a la utilización comercial.
Los números también hacen llorar
–Intuyo un límite en la función del número que usted
propone: la poesía alivia el alma. Si estamos solos o tristes, una poesía puede
reconciliarnos, los números no.
–A uno de mis amigos con el que trabajé mucho sobre
la matemática le preguntaron por qué hacia estudios matemáticos basados en
números extraídos de poemas que producían un gran efecto emocional. El
respondió: “Quiero comprender por qué los números hacen llorar”. Lo mismo que
en la poesía y la música, muchos de esos efectos de la emoción también pasan a
través de los números. Por eso mi amigo se pregunta “por qué los números hacen
llorar”. Desde luego, nadie ve a los números de esa manera, pero si los miramos
de una manera profunda vamos a encontrar esas emociones. Podríamos hablar de un
esqueleto de números vestido con palabras.
–¿Por qué la gente no reconoce la poesía que existe
en la racionalidad extrema?
–Porque la gente sólo se relaciona con un tipo de
racionalidad, la racionalidad económica, que está exenta de dimensión poética.
La poesía está construida también de forma muy racional. Como decían los
trovadores, es un trabajo de herrero, se trabaja con las manos, que manipulan
las palabras. En apariencia, y sólo en apariencia, las palabras tienen más
sentidos, más propiedades que los números. Es falso. Todo depende del conjunto
de propiedades que hemos extraído de un número. Muy a menudo sólo conocemos de
un número sus propiedades muy pobres, pero, sin embargo, ese mismo número tiene
otras propiedades, una familia inmensa, con un montón de primos que
desconocemos. Los números son más ricos de lo que creemos. Yo escribo
caminando, en mi cabeza. Camino, me acuerdo de cosas, observo, percibo,
compongo. En esa caminata también interviene una suerte de batería de cocina de
números, que siempre tengo en reserva. La matemática entra así en la poesía. En
esa batería de números que tengo en la cabeza voy a poner las palabras con las
que construyo el poema. El ritmo de la marcha influye en las sílabas y los
versos. Ahora, con los años, mis caminatas son más cortas y lentas. Mis poemas
son también más breves.
–¿Cuál es su número preferido?
–No tengo un número preferido sino una familia de
números. Es la familia compuesta por los llamados números de Raymond Queneau:
están el seis, nueve, el 11, el 14, el 23. Trabajo mucho con esos números
porque son mi gran familia.
Tomado de https://www.pagina12.com.ar/diario/especiales/18-158493-2010-12-11.html