Rattus norvegicus
Dichosa con el miedo que provoca, la rata parda de Noruega
(nacida en Tacubaya y plural habitante
de nuestro barrio más bien pobre), en vez de ocultarse
observa con ojillos iracundos las tristes armas
-escobas, palos, cacofónica avena venenosa-
que no podrán con su astucia.
Sentada en su desnuda cola y en la boca del túnel
que perforó para ganar la calle o la casa según convenga,
la rata obesa de exquisita pelambre, la malhechora
que se come el cereal del pobre, la muy canalla
que devora recién nacidos arrojados a los baldíos,
parece interrogarme: “¿Soy peor que tú?”,
con sus bigotes erizados la oronda en tensión suprema.
“También tengo hambre y me gusta aparearme y no
me consultaron antes de hacerme rata y soy más fuerte
(comparativamente) y más lista. ¿Puedes negarlo?
Además las ratas somos mayoría: por cada uno de ustedes
hay cinco de nosotras. En esta tierra
las ratas somos los nativos; ustedes
los indeseables inmigrantes. Tan sólo vean
la pocilga y el campo de torturas que han hecho
de este planeta compartido. El mundo
será algún día de las ratas. Ustedes
robarán en nuestras bodegas,
vivirán perseguidos en las cloacas.”
El gato interrumpió el monólogo silente
y de un salto de tigre cayó sobre la rata y la hizo
un cúmulo de horror y sangre y carne palpitante.
Alta traición
No amo mi patria.
Su fulgor abstracto
es inasible.
Pero (aunque suene mal)
daría la vida
por diez lugares suyos,
cierta gente,
puertos, bosques de pinos,
fortalezas,
una ciudad deshecha,
gris, monstruosa,
varias figuras de su historia,
montañas
-y tres o cuatro ríos.
El reposo del fuego
(Don de Heraclito)
Pero el agua recorre los cristales
musgosarnente :
ignora que se altera,
lejos del sueño, todo lo existente.
Y el reposo del fuego es tomar forma
con su pleno poder de transformarse.
fuego del aire y soledad del fuego.
al incendiar el aire que es de fuego.
Fuego es el mundo que se extingue y prende
para durar (fue siempre) eternamente.
Las cosas hoy dispersas se reúnen
y las que están más próximas se alejan:
Soy y no soy aquel que te ha esperado
en el parque desierto una mañana
junto al río irrepetible en donde entraba
(y no lo hará jamás, nunca dos veces)
la luz de octubre rota en la espesura.
Y fue el olor del mar: una paloma,
como un arco de sal,
ardió en el aire.
No estabas, no estarás
pero el oleaje
de una espuma remota confluía
sobre mis actos y entre mis palabras
(únicas nunca ajenas, nunca mías):
El mar que es agua pura ante los peces
jamás ha de saciar la sed humana.
La diosa blanca
Porque sabe cuánto la quiero y cómo hablo de ella en
su ausencia,
la nieve vino a despedirme.
Pintó de Brueghel los árboles.
Hizo dibujo de Hosukai el campo sombrío.
Imposible dar gusto a todos.
La nieve que para mí es la diosa, la novia,
Astarté, Diana, la eterna muchacha,
para otros es la enemiga, la bruja, la condenable a la hoguera.
Estorba sus labores y sus ganancias.
La odian por verla tanto y haber crecido con ella.
La relacionan con el sudario y la muerte.
A mis ojos en cambio es la joven vida, la Diosa Blanca
que abre los brazos y nos envuelve por un segundo y se marcha.
Le digo adiós, hasta luego, espero volver a verte algún día.
Adiós, espuma del aire, isla que dura un instante.
Gatidad
La gata entra en la sala en donde estamos reunidos.
No es de Angora, no es persa
Ni de ninguna raza prestigiosa.
Más bien exhibe en su gastada pelambre
Toda clase de cruces y bastardías.
Pero tiene conciencia de ser gata.
Por tanto
Pasa revista a los presentes,
Nos echa en cara un juicio desdeñoso
Y se larga.
No con la cola entre las patas: erguida
Como penacho o estandarte de guerra.
Altivez, gatidad,
Ni el menor deseo
De congraciarse con nadie.
Duró medio minuto el escrutinio.
Dice la gata a quien entienda su lengua:
Nunca dejes que nadie te desprecie.
Gatidad es parte del libro El silencio de la luna: poemas, 1985-1996
Los elementos de la noche
Bajo el mismo imperio que el verano ha roído
Se deshacen los días.
En el último valle
La destrucción se sacia
En ciudades vencidas que la ceniza afrenta.
La lluvia extingue
El bosque iluminado por el relámpago.
La noche deja su verano.
Las palabras se rompen contra el aire.
Nada se restituye ni devuelve
El verdor a la tierra calcinada.
Ni el agua en su destierro sucederá a la fuente
Ni los huesos del águila volverán por las alas.
De:" Algún tiempo a esta parte."
Miseria de la poesía
Me pregunto qué puedo hacer contigo
Ahora que han pasado tantos años,
Cayeron los imperios,
La creciente arrasó con los jardines,
Se borraron las fotos
Y en los sitios sagrados del amor
Se levantan comercios y oficinas
(con nombres en inglés naturalmente).
Me pregunto qué puedo hacer contigo
Y hago un pseudo poema
Que tú nunca leerás
―
o si lo lees,
En vez de una punzada de nostalgia,
Provocará tu sonrisita crítica.
de "Considerando en frío, parcialmente."
El silencio
La vida, más feroz que toda muerte.
Jorge Guillén, Clamor
La silenciosa noche. Aquí en el bosque
No se escuchan rumores.
Los gusanos trabajan.
Los pájaros de presa hacen lo suyo.
Pero yo no oigo nada.
Sólo el silencio que da miedo. Tan raro,
Tan escaso se ha vuelto en este mundo
Que ya nadie se acuerda de cómo suena,
Nadie quiere
Estar consigo mismo un instante.
Mañana
Dejaremos la verdadera vida para mañana.
No asco de ser ni pesadumbre de estar vivo:
Extrañeza
De hallarse aquí y ahora en esta hora tan muda.
Silencio en este bosque, en esta casa
A la mitad del bosque.
¿Se habrá acabado el mundo?
De "Geometría del espacio"
La lengua de las cosas
La lengua de las cosas debe ser
el polvo donde se comunican sin
Hablarse.
El polvo o la sombra que proyectan.
Demencia de las cosas cuando su voluntad se rebela
Y se esconden frenéticas o se niegan a funcionar obstinadas.
Únicos medios de rebelión a su alcance,
Únicas formas de decirnos que no somos sus amos,
Aunque tengamos el poder
De destruirlas y olvidarlas.
De " Siglo pasado "
Una defensa del anonimato
(Carta a George B. Moore para negarle una entrevista)
No sé por qué escribimos, querido George,
Y a veces me pregunto por qué más tarde
publicamos lo escrito.
Es decir, lanzamos
una botella al mar que está repleto
de basura y botellas con mensajes.
Nunca sabremos
a quién ni adónde la arrojarán las mareas.
Lo más probable
es que sucumba en la tempestad y el abismo
en la arena del fondo que es la muerte.
Y sin embargo
no es inútil esta mueca de náufrago.
Porque un domingo
me llama usted de Estes Park, Colorado.
Me dice que ha leído lo que está en la botella
(a través de los mares: nuestras dos lenguas)
y quiere hacerme una entrevista.
¿Cómo explicarle que jamás he dado
una entrevista
que mi ambición es ser leído y no "célebre"
que importa el texto y no el autor del texto
que descreo del circo literario?
Luego recibo un telegrama inmenso
(cuánto se habrá gastado usted, querido amigo, al enviarlo).
No puedo contestarle ni dejarlo en silencio.
Y se me ocurren estos versos. No es un poema.
No aspira al privilegio de la poesía (no es voluntaria).
Y voy a usar, como lo hacían los antiguos,
el verso como instrumento de todo aquello
(relato, carta, tratado, drama, historia, manual agrícola)
que hoy decimos en prosa.
Para empezar a no responderle diré:
No tengo nada que añadir a lo que está en mis poemas,
no me interesa comentarlos, no me preocupa
(si alguno tengo) mi lugar en "la historia".
Escribo y eso es todo. Escribo: doy la mitad del poema.
Poesía no es signos negros en la página blanca.
Llamo poesía a ese lugar del encuentro
con la experiencia ajena. El lector, la lectora
harán (o no) el poema que tan sólo he esbozado.
No leemos a otros: nos leemos en ellos.
Me parece un milagro
que alguien que desconozco pueda verse en mi espejo.
Si hay un mérito en esto -dijo Pessoa-
corresponde a los versos, no al autor de los versos.
Si de casualidad es un gran poeta
dejará tres o cuatro poemas válidos,
rodeados de fracasos y borradores.
Sus opiniones personales
son de verdad muy poco interesantes.
Extraño mundo el nuestro: cada vez
le interesan más los poetas,
la poesía cada vez menos.
El poeta dejó de ser la voz de su tribu,
aquel que habla para quienes no hablan.
Se ha vuelto nada más que entertainer.
Sus borracheras, sus fornicaciones, su historia clínica,
sus alianzas y pleitos con los demás payasos del circo,
o el trapecista o el domador de elefantes,
tienen asegurado el amplio público
a quien ya no hace falta leer poemas.
Sigo pensando
que es otra cosa la poesía:
una forma de amor que sólo existe en silencio,
en un pacto secreto de dos personas,
de dos desconocidos para siempre.
Acaso leyó usted que Juan Ramón Jiménez
pensó hace medio siglo en editar una revista poética
que iba a llamarse Anonimato.
Anonimato publicaría poemas, no firmas:
estaría hecha de textos y no de autores.
Y yo quisiera como el poeta español
que la poesía fuese anónima ya que es colectiva
(y a eso tienden mis versos y mis versiones).
Posiblemente usted me dará la razón.
Usted que me ha leído y no me conoce.
No nos veremos nunca pero somos amigos.
Si le gustaron mis versos
¿Qué más da que sean míos/de otros/ de nadie?
En realidad los poemas que leyó son de usted:
Usted, su autor, que los inventa al leerlos.
De: "Los trabajos del mar" (1983)