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jueves, 14 de julio de 2022

Jaime Sabines (1926, Tuxtla Gutiérrez, Mexico 1999, Mexico City )



La luna

La luna se puede tomar a cucharadas

o como una cápsula cada dos horas.

Es buena como hipnótico y sedante

y también alivia

a los que se han intoxicado de filosofía.

Un pedazo de luna en el bolsillo

es mejor amuleto que la pata de conejo:

sirve para encontrar a quien se ama,

para ser rico sin que lo sepa nadie

y para alejar a los médicos y las clínicas.

Se puede dar de postre a los niños

cuando no se han dormido,

y unas gotas de luna en los ojos de los ancianos

ayudan a bien morir.



Pon una hoja tierna de la luna

debajo de tu almohada

y mirarás lo que quieras ver.

Lleva siempre un frasquito del aire de la luna

para cuando te ahogues,

y dale la llave de la luna

a los presos y a los desencantados.

Para los condenados a muerte

y para los condenados a vida

no hay mejor estimulante que la luna

en dosis precisas y controladas.

 


 


viernes, 23 de julio de 2021

Sandro Cohen (1953-2020)

 


Laberinto


El silencio me arropa con su abrazo.

Me acaricia la cara y me da un beso.

Con el silencio escucho a todo el mundo

tan cerca y hasta el fondo, que es la fértil

nada sobre la cual construimos todo.

En el principio el verbo fue el silencio.

Emanó el cosmos de su pecho madre.

Vibraron por encima de sus ondas

los primeros tejidos de la música,

aquella cuyas cuerdas nos sostienen.

Busco, pues, el silencio en todas partes.

En el silencio escucho nuestra música.


del libro Flor de piel


Esto, en esencia, se acabó.

Esto, en esencia, se acabó.

Hace mucho empezó, lo sé,

pero desde hace rato no me siento

inmortal. Y cuando yo ya no esté,

las servilletas seguirán

en su mismo lugar sobre la mesa,

los mismos autos se estacionarán

en los mismos lugares, más o menos,

con los mismos niveles de esa angustia

tan mexicana y entrañable,

pero yo ya no los veré

desde esta mesa verde con mantel,

sentado en esta silla

de plástico innegable

que me permite estar tranquilo,

leyendo las noticias de las cuales

ya no voy a enterarme, a medio metro

de la banqueta donde se pasean

señoras con sus perros y sus hijos,

donde colocan, con cuidado, bolsas

de basura en espera del camión

que ya no tarda con su campanita

insoportable, pero yo

ya no pienso quejarme,

ni me taparé los oídos:

simple y sencillamente, no estaré.

Y es difícil hacerme

a la sólida idea de mi ausencia,

pero es palpable, tan palpable como

los pechos de una joven, o sus labios,

o su manera de pedirme

que le haga caso, ¿pero cómo,

si ya no voy a estar?

Y no he estado desde hace muchos años.

Estas palabras, que se escriben solas,

serán mi testimonio, darán fe

de que por fin lo he comprendido:

solo un poco estaremos en la tierra,

pero es de todos, como he sido todos,

y entre todos escribiremos

las palabras que urgen,

aquellas que se escapan

y que hemos dicho desde siempre.

lunes, 24 de noviembre de 2014

José Emilio Pacheco Berny (Ciudad de México, 1939 - 2014 )


Rattus norvegicus


Dichosa con el miedo que provoca, la rata parda de Noruega
(nacida en Tacubaya y plural habitante
de nuestro barrio más bien pobre), en vez de ocultarse
observa con ojillos iracundos las tristes armas
-escobas, palos, cacofónica avena venenosa-
que no podrán con su astucia.
Sentada en su desnuda cola y en la boca del túnel
que perforó para ganar la calle o la casa según convenga,
la rata obesa de exquisita pelambre, la malhechora
que se come el cereal del pobre, la muy canalla
que devora recién nacidos arrojados a los baldíos,
parece interrogarme: “¿Soy peor que tú?”,
con sus bigotes erizados la oronda en tensión suprema.
“También tengo hambre y me gusta aparearme y no
me consultaron antes de hacerme rata y soy más fuerte
(comparativamente) y más lista. ¿Puedes negarlo?
Además las ratas somos mayoría: por cada uno de ustedes
hay cinco de nosotras. En esta tierra
las ratas somos los nativos; ustedes
los indeseables inmigrantes. Tan sólo vean
la pocilga y el campo de torturas que han hecho
de este planeta compartido. El mundo
será algún día de las ratas. Ustedes
robarán en nuestras bodegas,
vivirán perseguidos en las cloacas.”
El gato interrumpió el monólogo silente
y de un salto de tigre cayó sobre la rata y la hizo
un cúmulo de horror y sangre y carne palpitante.


Alta traición

No amo mi patria.
Su fulgor abstracto
es inasible.
Pero (aunque suene mal)
daría la vida
por diez lugares suyos,
cierta gente,
puertos, bosques de pinos,
fortalezas,
una ciudad deshecha,
gris, monstruosa,
varias figuras de su historia,
montañas
-y tres o cuatro ríos.



El reposo del fuego

(Don de Heraclito)

Pero el agua recorre los cristales
musgosarnente :
ignora que se altera,
lejos del sueño, todo lo existente.

Y el reposo del fuego es tomar forma
con su pleno poder de transformarse.
fuego del aire y soledad del fuego.
al incendiar el aire que es de fuego.
Fuego es el mundo que se extingue y prende
para durar (fue siempre) eternamente.

Las cosas hoy dispersas se reúnen
y las que están más próximas se alejan:

Soy y no soy aquel que te ha esperado
en el parque desierto una mañana
junto al río irrepetible en donde entraba
(y no lo hará jamás, nunca dos veces)
la luz de octubre rota en la espesura.


Y fue el olor del mar: una paloma,
como un arco de sal,
ardió en el aire.

No estabas, no estarás
pero el oleaje
de una espuma remota confluía
sobre mis actos y entre mis palabras
(únicas nunca ajenas, nunca mías):
El mar que es agua pura ante los peces
jamás ha de saciar la sed humana.


La diosa blanca

Porque sabe cuánto la quiero y cómo hablo de ella en
su ausencia,
la nieve vino a despedirme.
Pintó de Brueghel los árboles.
Hizo dibujo de Hosukai el campo sombrío.

Imposible dar gusto a todos.
La nieve que para mí es la diosa, la novia,
Astarté, Diana, la eterna muchacha,
para otros es la enemiga, la bruja, la condenable a la hoguera.
Estorba sus labores y sus ganancias.
La odian por verla tanto y haber crecido con ella.
La relacionan con el sudario y la muerte.

A mis ojos en cambio es la joven vida, la Diosa Blanca
que abre los brazos y nos envuelve por un segundo y se marcha.
Le digo adiós, hasta luego, espero volver a verte algún día.
Adiós, espuma del aire, isla que dura un instante.


Gatidad

La gata entra en la sala en donde estamos reunidos.

No es de Angora, no es persa
Ni de ninguna raza prestigiosa.
Más bien exhibe en su gastada pelambre
Toda clase de cruces y bastardías.

Pero tiene conciencia de ser gata.
Por tanto
Pasa revista a los presentes,
Nos echa en cara un juicio desdeñoso
Y se larga.

No con la cola entre las patas: erguida
Como penacho o estandarte de guerra.

Altivez, gatidad,
Ni el menor deseo
De congraciarse con nadie.

Duró medio minuto el escrutinio.

Dice la gata a quien entienda su lengua:
Nunca dejes que nadie te desprecie.

Gatidad es parte del libro El silencio de la luna: poemas, 1985-1996



Los elementos de la noche


Bajo el mismo imperio que el verano ha roído
Se deshacen los días.
En el último valle
La destrucción se sacia
En ciudades vencidas que la ceniza afrenta.
La lluvia extingue
El bosque iluminado por el relámpago.
La noche deja su verano.
Las palabras se rompen contra el aire.
Nada se restituye ni devuelve
El verdor a la tierra calcinada.
Ni el agua en su destierro sucederá a la fuente
Ni los huesos del águila volverán por las alas.

De:" Algún tiempo a esta parte."


Miseria de la poesía


Me pregunto qué puedo hacer contigo
Ahora que han pasado tantos años,
Cayeron los imperios,
La creciente arrasó con los jardines,
Se borraron las fotos
Y en los sitios sagrados del amor
Se levantan comercios y oficinas
(con nombres en inglés naturalmente).
Me pregunto qué puedo hacer contigo
Y hago un pseudo poema
Que tú nunca leerás

o si lo lees,
En vez de una punzada de nostalgia,
Provocará tu sonrisita crítica.

de "Considerando en frío, parcialmente."


El silencio


La vida, más feroz que toda muerte.
Jorge Guillén, Clamor



La silenciosa noche. Aquí en el bosque
No se escuchan rumores.
Los gusanos trabajan.
Los pájaros de presa hacen lo suyo.
Pero yo no oigo nada.
Sólo el silencio que da miedo. Tan raro,
Tan escaso se ha vuelto en este mundo
Que ya nadie se acuerda de cómo suena,
Nadie quiere
Estar consigo mismo un instante.
Mañana
Dejaremos la verdadera vida para mañana.
No asco de ser ni pesadumbre de estar vivo:
Extrañeza
De hallarse aquí y ahora en esta hora tan muda.
Silencio en este bosque, en esta casa
A la mitad del bosque.
¿Se habrá acabado el mundo?

De "Geometría del espacio"

La lengua de las cosas


La lengua de las cosas debe ser
el polvo donde se comunican sin
Hablarse.
El polvo o la sombra que proyectan.
Demencia de las cosas cuando su voluntad se rebela
Y se esconden frenéticas o se niegan a funcionar obstinadas.
Únicos medios de rebelión a su alcance,
Únicas formas de decirnos que no somos sus amos,
Aunque tengamos el poder
De destruirlas y olvidarlas.

De " Siglo pasado "


Una defensa del anonimato


(Carta a George B. Moore para negarle una entrevista)

No sé por qué escribimos, querido George,
Y a veces me pregunto por qué más tarde
publicamos lo escrito.
Es decir, lanzamos
una botella al mar que está repleto
de basura y botellas con mensajes.
Nunca sabremos
a quién ni adónde la arrojarán las mareas.
Lo más probable
es que sucumba en la tempestad y el abismo
en la arena del fondo que es la muerte.

Y sin embargo
no es inútil esta mueca de náufrago.
Porque un domingo
me llama usted de Estes Park, Colorado.
Me dice que ha leído lo que está en la botella
(a través de los mares: nuestras dos lenguas)
y quiere hacerme una entrevista.
¿Cómo explicarle que jamás he dado
una entrevista
que mi ambición es ser leído y no "célebre"
que importa el texto y no el autor del texto
que descreo del circo literario?

Luego recibo un telegrama inmenso
(cuánto se habrá gastado usted, querido amigo, al enviarlo).
No puedo contestarle ni dejarlo en silencio.
Y se me ocurren estos versos. No es un poema.
No aspira al privilegio de la poesía (no es voluntaria).
Y voy a usar, como lo hacían los antiguos,
el verso como instrumento de todo aquello
(relato, carta, tratado, drama, historia, manual agrícola)
que hoy decimos en prosa.

Para empezar a no responderle diré:
No tengo nada que añadir a lo que está en mis poemas,
no me interesa comentarlos, no me preocupa
(si alguno tengo) mi lugar en "la historia".
Escribo y eso es todo. Escribo: doy la mitad del poema.
Poesía no es signos negros en la página blanca.
Llamo poesía a ese lugar del encuentro
con la experiencia ajena. El lector, la lectora
harán (o no) el poema que tan sólo he esbozado.

No leemos a otros: nos leemos en ellos.
Me parece un milagro
que alguien que desconozco pueda verse en mi espejo.
Si hay un mérito en esto -dijo Pessoa-
corresponde a los versos, no al autor de los versos.
Si de casualidad es un gran poeta
dejará tres o cuatro poemas válidos,
rodeados de fracasos y borradores.
Sus opiniones personales
son de verdad muy poco interesantes.

Extraño mundo el nuestro: cada vez
le interesan más los poetas,
la poesía cada vez menos.
El poeta dejó de ser la voz de su tribu,
aquel que habla para quienes no hablan.
Se ha vuelto nada más que entertainer.
Sus borracheras, sus fornicaciones, su historia clínica,
sus alianzas y pleitos con los demás payasos del circo,
o el trapecista o el domador de elefantes,
tienen asegurado el amplio público
a quien ya no hace falta leer poemas.

Sigo pensando
que es otra cosa la poesía:
una forma de amor que sólo existe en silencio,
en un pacto secreto de dos personas,
de dos desconocidos para siempre.
Acaso leyó usted que Juan Ramón Jiménez
pensó hace medio siglo en editar una revista poética
que iba a llamarse Anonimato.
Anonimato publicaría poemas, no firmas:
estaría hecha de textos y no de autores.
Y yo quisiera como el poeta español
que la poesía fuese anónima ya que es colectiva
(y a eso tienden mis versos y mis versiones).

Posiblemente usted me dará la razón.
Usted que me ha leído y no me conoce.
No nos veremos nunca pero somos amigos.

Si le gustaron mis versos
¿Qué más da que sean míos/de otros/ de nadie?
En realidad los poemas que leyó son de usted:
Usted, su autor, que los inventa al leerlos.

De: "Los trabajos del mar" (1983)

domingo, 20 de octubre de 2013

Ulalume González de León (Montevideo ,1932 ; Querétaro, 2009)


Las manos de la caricia

Las manos de la caricia
por un lado acarician un cuerpo
por el otro la despedida.

Esculpen
recuerdos y una goma
de borrar recuerdos.

Se escriben cartas
de amor , con formas niñas
de la despedida: algún
ligero hasta mañana
algún hasta luego minúsculo.

Se tocan y tiemblan
de deseo, de amor, de pena.

Son manos que no
entienden:
solo viven.

No tienen pasado.
No tienen futuro.

En ellas
arde el ahora. Arde
su fiesta y deja
una pequeña mancha, efímera,
en las pupilas del tiempo.

domingo, 25 de noviembre de 2012

Fabio Morabito ( Alejandria , Egipto, 1955)


Mudanza


A fuerza de mudarme
he aprendido a no pegar
los muebles a los muros,
a no clavar muy hondo,
a atornillar sólo lo justo.
He aprendido a respetar las huellas
de los viejos inquilinos:
un clavo, una moldura,
una pequeña ménsula,
que dejo en su lugar
aunque me estorben.
Algunas manchas las heredo
sin limpiarlas,
entro en la nueva casa
tratando de entender,
es más,
viendo por dónde habré de irme.
Dejo que la mudanza
se disuelva como una fiebre,
como una costra que se cae,
no quiero hacer ruido.
Porque los viejos inquilinos
nunca mueren.
Cuando nos vamos,
cuando dejamos otra vez
los muros como los tuvimos,
siempre queda algún clavo de ellos
en un rincón
o un estropicio
que no supimos resolver.

de "Un náufrago jamás se seca" , Gog y Magog, Buenos Aires, 2011




Dime tú si no es cierto...


A Ethel

Dime tú si no es cierto
que el techo de esta casa
es todo de verdad,

que es la verdad más plena
de todo lo construido,
el muro en más reposo,

la redención de tantos
errores y desvíos,
la mano que disculpa,

el anhelado fin
de las hostilidades,
la prueba que buscábamos
desde el primer ladrillo.

De "De lunes todo el año" 1992

Los amantes

Los amantes se acercan,
escuchan. Adelgazan
su piel hasta la asfixia

y adelgazan sus besos.
Por sus voces delgadas
sólo oyen silencio.

Los amantes se besan,
se acarician, el mar
apenas los contiene,

y su pasión es breve:
aleteo de un ave
en la espalda del agua.

Los amantes recuerdan
las heridas, las guardan
como un secreto bien.

Nunca cambian palabras.
Pero cambian heridas.
Son su secreta piel.

Cerca de dos amantes
se detiene un segundo
la sangre en la avenida;

son dos ciervos que saltan
en medio de nosotros
que somos las estatuas.

Los amantes se muerden,
se pisan, sólo temen
la muerte, trepan muros

de olvido y nunca vuelven
atrás, lujosos como
escarabajos verdes.

Los amantes no cuentan
los días, no enumeran
los muertos, ni siquiera

los mares. Su materia
está hecha sin tiempo,
su sed nunca se alivia.

Los amantes se mueren
un día. Bajo tierra
van, mudos y con miedo,

y la tierra adelgaza
su piel hasta la asfixia
y adelgaza sus huesos.

De "Lotes baldíos" 1985

Si te revuelca la ola...

A Sandra Suter
que se quedó nadando

Si te revuelca la ola
procura que sea joven,
esbelta, ardiente,

te dejará molido el cuerpo
y el corazón más grande;

cuídate de las olas
retóricas y vejas,
de las olas con prisa,

y la peor de todas,
de la ola asesina,

la ola que regresa.

De "Lotes baldíos" 1985

domingo, 26 de junio de 2011

Rosario Castellanos (Ciudad de México 1925 , Tel Aviv 1974)




Agonía fuera del muro

Miro las herramientas,
El mundo que los hombres hacen, donde se afanan,
Sudan, paren , cohabitan.

El cuerpo de los hombres prensado por los días,
Su noche de ronquido y de zarpazo
Y las encrucijadas en que se reconocen.

Hay ceguera y el hambre los alumbra
Y la necesidad, más dura que metales.

Sin orgullo (¿qué es el orgullo? ¿Una vértebra
Que todavía la especie no produce?)
Los hombres roban, mienten,
Como animal de presa olfatean, devoran
Y disputan a otro la carroña.

Y cuando bailan, cuando se deslizan
O cuando burlan una ley o cuando
Se envilecen, sonríen,
Entornan levemente los párpados, contemplan
El vacío que se abre en sus entrañas
Y se entregan a un éxtasis vegetal, inhumano.

Yo soy de alguna orilla, de otra parte,
Soy de los que no saben ni arrebatar ni dar,
Gente a quien compartir es imposible.

No te acerques a mi, hombre que haces el mundo,
Déjame, no es preciso que me mates.
Yo soy de los que mueren solos, de los que mueren
De algo peor que vergüenza.
Yo muero de mirarte y no entender.


El excluido

A menudo, si un hombre recibe bien de otro
se le despierta un ímpetu homicida
- rostro secreto de la gratitud -
y el insulto que calla lo envenena.

El favor lo ha marcado
y no cabe en el mundo en que es ley de las cosas
la lucha, el exterminio.

A menudo... A menudo...