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jueves, 20 de junio de 2013

Miyoshi Nagashima ( Kanagawa 1917- 1953) Japon


Mercado de esclavos

¿Quién fue quien me compró, para empezar?
En el mercado de esclavos azotado por el viento del
norte aquel día, yo
con cadenas en pies y cuello
fui comprado solo
y luego llevado al confín de la tierra
donde ni siquiera florecían las dalias negras
comprado por esos hombres
cantores de cristianos himnos
que gobiernan este vasto mundo civilizado.

Soy un esclavo
y los huesos del esclavo vitalicio
tienen que moverse
como pesadas ruedas oxidadas
en esta alba civilización cristiana.
Sea perro o
buey
puede darle alimento para gallinas.
Era, para mí, una larga
larga ruptura con la humanidad.
Acostumbrada a habitar la tierra tenebrosa
mi cabeza
quedó seca como el trigo.
De noche me acosté en el heno
y conté las estrellas del mundo
una por una.
Eran más dulces que las cañas del azúcar
liberadas del dolor, del vocerío y los látigos de cuero.
Contemplé aquellas estrellitas
remotas piedras frías
hasta que se desvanecieron.
Oh, esclavos
para los hombres amarillos, tan diferentes
esta civilización cristiana
es demasiado cruel para nosotros.
Cuando me desperté
de repente un zapato enorme
pisoteó mi cara como si fuera grava.
“Ya está muerto...
Compra otro”.
Oh, amigos, oh cristianos himnos.
Oh, Merry Christmas.
Compra otro esclavo nuevo.


Antología de la poesía contemporánea del Japón (1925-1960)
Traducción de Atsuko Tanabe y Sergio Mondragón
México, UNAM, 2010

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sábado, 30 de julio de 2011

Shinkichi Takahashi (Prefectura de Ehime,Japon 1901-Japon 1987)






Brotaba una flor de abrojo
en el arenal de México.

La flor de abrojo se levantaba en un vaso
en medio del inmenso desierto de la luna.

Florecía el abrojo
encima del cerro escabroso del corazón de una mujer.
El mar, bullicioso, se manchaba con el abrojo.
El tallo del abrojo encerraba al cielo.

El abrojo púrpura
florecía en silencio
al costado de la mujer.
Era el cadáver de un hombre.

Al pie de un cactus con flores amarillas
arrancándose plumas, una paloma se acurrucaba.

Un perro lloraba como tragando el aire radiante.




Palabras

No tomo tus palabras
simplemente como palabras.
Estoy alejado de eso.

Escucho
lo que te hace decirlas—
lo que ellas quieren ser—
escucho.

Poesía zen, Verdehalago/IMC, 1994
traducido por Sachiko Yahashi y Moisés Ladrón de Guevara

El océano



El océano estaba infinitamente profundo.
De pie, al borde del océano miré hacia el fondo.
Peligrosamente cerca de caer pensé en mi futuro.
Imaginé el tiempo como las piernas de un niño
que aún no puede caminar.

No tiene importancia lo que ocurra en ninguna parte,
no hay otra cosa que hacer más que pararme
en este empinado risco,
apretar los dientes y cerrar mis ojos.

El futuro aún no experimentado
es como las lámparas de los pescadores,
parpadeando más allá del horizonte con la oscuridad a su alrededor.

Parece que arrojé mi cuerpo hacia abajo,
dentro de ese océano.


Traducido por Francia Rosa Calzadilla

Akana (pez)

Un pez nadaba.
No era en el océano,
ni en el río,
ni en el agua.

En la piedra
nadaba.

Con la piedra.

Fosilizado,
resistiendo,
sola espina sin carne,
cientos de miles de años
sobre el haz de la piedra,
huellas que habrán
de deshacerse
–aislada cada parte
del fenómeno.

Sólo en nuestra memoria
mueve su aleta el pez.

Está nadando.

Publicado en Revista Nigredo