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domingo, 22 de julio de 2018

Andrea Testarmata ( Bahia Blanca 1982)







Bahía, en llamas.

No solo llegó la primavera
también llegaste vos.

Y callaste un árbol tan viejo
en mi patio
que los pájaros vuelan
desorientados
pidiendo  amparo

pero el presente dijo basta
a todos los momentos.
Un día seremos viejos,
un día no podré dejar de quererte.


del libro " Poemas textuales" de Editorial Huesos de Jibia" (2018)

Imágenes de Leticia Díaz Villalvilla




viernes, 5 de agosto de 2016

Melisa Mauriño (Buenos Aires, 1985)




El día después de los humanos

Hablábamos
pero no por hablar
de la lluvia o el suicidio
sino para hacerlo
un poco menos difícil
estando en el aire
todo eso

mis codos
en el mantel de hule
pintado a la mesa
las tardes de calor,
el redoble metálico de tus dedos
desafinando otra canción pasada
de moda, pegadiza
pegajosa
como la tarde

dijiste que el día
después de los humanos
los leones se echarían al sol
en Central Park,
pensé la libertad
cuesta años
de encierro

dijiste también
que el verde cubriría el cemento
y treparían las hojas
los rascacielos,
pensé en los árboles
que vi talar
porque sus raíces rompen
las veredas y los desvíos
son peligrosos

el día después
de los humanos
el sol inicia su descenso
y las sombras
en el agua se mueven
del color de la sangre y tiemblan
hasta ahogarse
o aprender a nadar

dijiste me gusta
fingir el fin del mundo
para morir un rato
en el cuerpo de otra mujer

pensé el fin del mundo
es todos los días
para el león
que ve caer al sol
en su jaula, para la hoja
que se desprende
del árbol y también
para el amante y lo que arranca
de sus ojos la lluvia
el día después
del amor.



 Partir

                                   A Midori, para su viaje

Anoche agonizabas, yo escribía
tus alas se rompían en su choque
abandonadas al ras del suelo

te escuché

¿cómo decir el ruido de las teclas
las palabras
que se abrían a los golpes
de mis dedos
como el masaje cardíaco
sobre un corazón seco?

te saqué del nido
temblabas
tus espasmos eran gritos
que caían, ya maduros
de las copas de los ceibos

te acaricié, así pequeña
frágil como espuma
pensando por qué
no habías querido partir
para ser libre

y me dolió
tu pata quebrada pegada al cuerpo
el rostro triste de un niño
que lleva un yeso en el que nadie
escribió su nombre

una mujer de ojos negros
ya no estaba
dibujada en tu lomo
te faltaban partes
como a mí
transparente y expuesto pude ver
lo que tenías dentro

te hablé
y en mi arrullo animal
fuiste cediendo, tus alas quietas
te dije "ya está, ya podés irte"
dejaste semillas por toda la casa

te quedaste así
como una efigie dorada
un tótem guerrero
que se rinde al fin
derrumbado por el peso
de la lucha y no supe
si era triunfo
o derrota

encontré esta mañana
tu máscara funeraria
donde yo te había dejado
para que duermas

ahora te escribo y no sé
cómo decir el ruido de mis dedos
que golpean las teclas, de tus alas
que golpean el cielo.





“Ocho años. Cinco niños reunidos alrededor de una gran pecera de cristal. En su interior pequeñas piedras de río. Dos dedos de agua. Excrementos en una esquina. Una rana macho de vientre abultado espera la nada absoluta. Esparce su celo en los confines de un territorio limitado. Nos acompaña una mujer adulta. Ella dice: ¿Quién quiere sentir el abrazo de la rana macho en celo? Los animales se aparean sin palabras. Nos gusta mucho observarlos. Esta rana no tiene compañera, está sola en su acuario.

Uno a uno pasan los niños a experimentar el abrazo masturbatorio de la rana. Es una especie de máquina que reacciona al tacto como se dispara un arma cuando se aprieta el gatillo.

Es mi turno. Sigo las instrucciones al pie de la letra. Estoy nerviosa. Siento temor, respeto por el imponente anfibio y su hambre. La mujer sostiene al macho por su lomo. Este abre las patas a una espera que ignora. Coloco mis dedos índice y medio contra el vientre de la rana. Los deslizo y presiono suavemente sobre su piel rugosa.

El anfibio cierra sus patas en torno a mis dedos. Los sujeta con violencia y sacia su apetito a medias sobre el artilugio humano. Me estrangula. La impresión húmeda permanece en la piel que recuerda. El agua deslizándose sin conciencia entre la barriga y los dedos. Los espasmos inútiles del animal. La dolorosa calentura de la rana macho que no encuentra desagote en una falsa cópula con una niña.

No lo soporto más. Siento una pena inmensa por ese animal húmedo y desesperado que me abraza sin consuelo. Pido que se detenga. Entonces ella lo suelta. Él me suelta. Siento el alivio de la presión que cesa. Siento la pena del animal que es uno en el mundo; nunca más dos, ni tres, ni cuatro, ni tampoco el futuro de su especie.”

fragmento de una novela aún inédita



















viernes, 26 de febrero de 2016

María Cecilia Micetich (Rosario 1979)







La Falta

Se anhela el silencio
cuando la voz retumba,
un lago de sal se repliega en la noche.
No siempre los setos desean el agua
ni la esperada cadencia sostiene
infinitamente el pasaje.

A veces, en raras ocasiones,
los vestidos desnudan
y la piel nos templa sin más.

Aunque todo parezca pleno
el estallido retumba en el filo del día,
la voracidad en celo entreteje la nada
murmurando una felicidad de otros.

Aquí es un no poder irme
sin poder quedarme.
Todos los días son extrañamente,
infaliblemente, fatales,
inexorables.


de " Una Partitura" de Editorial Huesos de Jibia 2015

domingo, 20 de diciembre de 2015

Hugo Zonáglez (1985 Buenos Aires )





Zombie

Esta mañana
otra vez
hace frío
pero no es el mismo frío
que hay en el ambiente
es otro
como si todo terminara
como si en mi corazón
cayera por un precipicio
esperando que se despierte
una chispa de todo aquello
que alguna vez fui
hoy
estoy muerto
como un zombie
rengueando por las calles
deambulando por un living
acercándome a la estufa
con la esperanza de matar
este frío
que no es el mismo
que hay en el ambiente
es otro frío
me lleva lejos
a lugares que nunca vi
ese tañido incierto
vía sin horizonte
de una mañana de frío
sin fin.

Nudo 

Las noches frías
parecían un nudo
que no sabíamos desatar
el abrigo de los cuerpos
no emanaba el mismo calor
tratábamos de ver
con las manos sobre las caras
si éramos nosotros
dentro de una marea
propia de la mudez
sentíamos que algo se quebraba
pero el nudo seguía creciendo
acomodándose a nuestros cuellos
durante el día
intentábamos distraer el silencio
mirando la tele
escuchando música
hablando del tiempo
seguimos así
hasta el límite
de usarlo como un collar
pero un simple tropezón
de cualquiera de los dos
sería suficiente
 para ponerle fin.

Poemas del libro "Días perfectos" (2015)  de la colección " "La verdad se mueve", coordinada por Griselda García.
publicado por Ediciones del Dock

sábado, 19 de diciembre de 2015

Diego Roel ( Temperley,1980 )








El que Es Sin defecto y Grande, ha tocado justo ahora una pequeña morada para que se vea un milagro y pueda formar letras desconocidas, y pronunciar una lengua ignota y también que pueda tocar por sí misma multiformes y armoniosas melodías.

 Hildegard von Bingen, Carta al Papa Anastasio IV


Vía Lucis 

El que Es Sin defecto y Grande
me habló a mí, que soy pequeña y triste,
para que pueda formar en mi mente letras desconocidas,
para que de mi boca salga un verbo nuevo,
una expresión más leve, una palabra que atraviese
los mares y las islas,
que resuene en los últimos términos de la tierra.

Sí, yo siempre estuve callada y guardé silencio.

Pero ahora Tu Voz en mí se expande y multiplica
como voces de mujer que está de parto,
como voces de mujer que está muriendo.

Ahora Tu Voz en mí se expande.

Cuando pase a través de las aguas del gran Río
no me anegarán sus corrientes.
Cuando salte en medio de las llamas
no me quemaré.

El que Es Sin defecto y Grande
me habló a mí, que soy pequeña y triste.





Svicias 

Yo no soy instruida:
sólo escribo lo que oigo y veo.

Hablo de un camino que se abre en el desierto,
de manantiales de agua en un país extranjero,
de un hombre con ojos de barro.

Hablo de Aquél que extendió los cielos y
fundó la tierra,
del que cumple siempre sus oráculos.

Sólo escribo lo que oigo y veo.


Nacimiento 

Mi alma estaba muerta
y resucitó. Estaba perdida
y fue encontrada.

El calor del Verbo fecundó
la carne estéril de mis padres.




Poemas del libro " Via Lucis" de la Colección "La verdad se mueve"
coordinada por Griselda García.

 Publicado por Ediciones del Dock