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sábado, 14 de enero de 2023

Mariana Finochietto (General Belgrano, provincia de Buenos Aires, 1971)

 



Algunos hombres

llevan

tan honda en los huesos la tristeza

que no se sabe

si alguna vez

les ha correspondido la felicidad

o están hechos

para la pena.

Conocí

a un hombre que llevaba

entre las manos

aguas tristes.

Ríos mansos

caían de sus dedos,

inundaban

la tierra.

Sobre el agua

su paso

se extendía

como el de un pequeño rey

de una patria salvaje

que ha perdido

su reino

para siempre.




 

Observo


mi cuerpo,


la sombra de mi cuerpo extendida en la tierra,


esa porción de mundo


que no es mía y me apropio


tapando el sol.

 


Mi oscuridad es otra;


lo que espera en la calma del viento,


inasible


como el polvo suspendido en el aire.

 


Lo que hace hermosa la carne,


me digo,


es la fragilidad.


Mi cuerpo,


que aún huele a fruto devorado en la tarde,


aprende a ser leve y fugaz.

 

 

domingo, 31 de octubre de 2021

Santiago Kovadloff ( (Buenos Aires, 1942)




Ben David

Siento a veces que mis gestos

la voz, el pensamiento y aun este cansancio,

son ya los de mi padre.

Que este cuerpo mío no lo perpetúa

sino que lo encarna;

que yo soy el hombre de más de

setenta años

que agobiado y lejos de donde vivo,

avanza al alba, insomne, lento, solo

y jadea su fatiga en un sillón en sombra

bajo el peso del dolor indeclinable,

de culpas que no han envejecido,

mientras siente con alivio que su hijo

en otros sitios, lejos de él,

ha ido más allá de su tormento,

doblegó los demonios,

no lo ha repetido.

de Santiago Kovadloff

viernes, 2 de abril de 2021

Eugenio Mandrini (1936 , Buenos Aires )





Teoría del aullido


La luna se ha hecho la difunta para los hombres, pero está
viva y radiante para los perros. Desde su alzada distancia
los conmueve, los hechiza, les promete que en cada uno de
sus cráteres, escarbando apenas, una yacimiento de huesos
tibios y robustos los aguarda. El día que la invadan, es
decir, que sea poseída por los perros, estos ya no serán
más los mejores amigos del hombre. Defenderán el paraíso
alcanzado contra toda intrusión terrestre, formando huestes
de jaurías, veloces y libres como el polvo en el viento e
invencibles como este. Perderán el don humano, indecoroso
y servil de la melancolía, y no habrá perdón, sino condena
para los reminiscentes que persistan en aullar a una luz
en la noche. Y en especial recordarán las pedradas en la
pelambre, los terrores de la escarcha en los baldíos, el
estruendo del mar en las playas desoladas, el amor medroso
que idearon a cambio de un hueso sin alma roído bajo las
mesas sobre las cuales el festín humeante no tenía término;
recordarán el instinto castrado, los puntapiés, los gritos,
la cadena. Y después de recordarlo todo, se reunirán, porque
los perros -como los dioses imaginados- no olvidan la
desdicha; a ciertas horas irreprimibles de cada día, se
reunirán, apretujados como en una conjura, e irán descargando
la lluvia de sus orines dorados sobre la tierra, que desde
entonces tendrá para ellos la apariencia de un árbol. Por
eso la luna se ha hecho la difunta para los hombres, y se
deja aullar por los perros, mientras fríamente los espera.

del libro "Conejos en la nieve"



Ese pájaro

Mi amigo y yo, que algo sabemos de bosques y distancias, nunca nos ponemos de acuerdo sobre ese pájaro. Ese, ese mismo que ahora salta de la rama de un árbol y en vez de volar permanece inmóvil en el aire, como si fuera la escultura de un pájaro, que es. Él, mi amigo, dice que ese pájaro es un artista, y que solo los pájaros artistas se posan en el aire. Yo no. Yo le digo que es un simulador, y que cualquiera, aun los cuervos que solo saben ver la carroña, se darán cuenta que ese pájaro no está parado en el aire, sino sobre el hombro de un fantasma.

Pero nunca nos ponemos de acuerdo. Así es que después de una breve discusión, mi amigo se va volando hacia el norte, y yo volando hacia el sur.

 

 

Libertad

Escribimos sobre ella
Para no ser demolidos por el día (monótono
elefante)
ni por la noche (jauría en la memoria).
Para que en esta ciudad tan fría
Su nombre abrigue más que una barricada
de lana.
Para que los amantes incendiarios no cesen
de brillar como meteoros cuando se apaga
la noche.
Para que la oscuridad no presida
la mesa, el sueño, lo imposible, el mundo.
Escribimos sobre ella, en fin,
Para no volvernos radiactivos.
Otros poetas, que la ignoran, son felices
o triunfan.

 

Los misterios de la poesía

 

El poeta Ezra Kiesinsky, famoso por sus visiones que la realidad prontamente imitaba, hacía meses que no escribía una sola línea, ni una palabra o sílaba o letra. Se estaba allí, de pie frente a la ventana que daba al patio de su vieja casa, esperando una sorpresa: la caída de algún fragmento de otra dimensión, de una hoja de otoño vestida de escarcha, o de una gota del sudor del sol, en fin, algo, alguna de esas súbitas apariciones que, como solía sucederle, le abrieran la puerta de entrada al tembladeral del poema. Entonces vio al elefante, que lo miraba desde el patio. Era de un color gris violáceo y tan enorme su edificio de carne que pareció cubrir de sombra la ventana y aun la casa entera. Debía pesar, se dijo, más de tres toneladas.

Antes de que la sobrenatural imagen desapareciera tan súbitamente como había llegado, el poeta Ezra Kiesinsky se sentó, puso una hoja bajo su mano y, sin agitar la respiración, escribió un admirable poema sobre una insignificante hormiga.

 

lunes, 15 de febrero de 2021

Rodolfo Alonso ( Buenos Aires 1934-2021)









El músico en la maquina

Yo compartía un país delicado y terrible; amaba

todo candor, toda barbarie.

Las tormentas abrían las puertas de mi casa.

Viajero: la piedra en que tropiezas también es

el mundo.


Vidalero

Hombre que cantas pendiente de una caja, empinado en

tu vino, desnudo de tu voz, harto de tu miseria sin saberlo: el silencio no te

apisonará.

El Silencio sólo muele silencios.

 

sábado, 13 de febrero de 2021

Rubén Pagliero (Ramona 1957)

 




sus manos en el aire

en una el peine en la otra la tijera

van y vienen

entretejiendo pelos

enhebrando el etéreo tejido

las voces de las mujeres

se entremezclan se elevan

bajan son susurros

que nació el hijo de aquella

que murió el marido de esta

que una le fue infiel

que la otra se quedó sola

catástrofes y desconsuelos

alegrías y certezas

sus manos toman un mechón

y realizan el sueño

sus manos

llenas de claridad

sobre el aire en el aire

 



domingo, 23 de agosto de 2020

Miguel Angel Morreli ( Coronel Suarez 1955, Quilmes 2020)

 

5

 

no conozco el mar

muy pocos lo conocen

 

el mar no es esa tarde azul de primavera

mis huellas detrás de sus huellas

un cielo de gaviotas dibujándose a los lejos

 

el mar es una memoria de infinitos naufragios

el dolor de ese hombre que va solo y un día

al pie de la tristeza se acuesta con la muerte

 

no conozco la muerte

nadie la conoce

 

la muerte es el vértigo que dibuja lo vacío

el no decir que desbautiza las cosas

un salto y la caída

las llagas violentas del amor

 

 


sábado, 1 de agosto de 2020

Alberto Szpunberg ( Buenos Aires 1940)




La mujer que amo
no es siempre la mujer que amo.

A veces,
se parece tanto a la mujer que amo
que vuelvo a amarla
como si no la conociera.

Cuando estoy perdido
irrumpe en mis sueños
y me encuentra:
creo que dice mi nombre
para que yo crea que soy yo
pero yo soy otro que la ama.

A veces,
suelo equivocarme
y la llamo por su nombre,
pero ella sigue de largo.

Como la casualidad rige sus pasos,
yo sé que viene hacia mí.

Cierra los ojos
hasta que encuentro en sus caricias
las líneas de sus manos
que descifran a tientas mi futuro.

martes, 25 de febrero de 2020

Catalina Boccardo (1961 Buenos Aires )




Temblor
A veces hace así: con un solo ojo observa una rama.
Y la rama se mece y le provoca un temblor.
Cuentan que hace miles de años otra paloma fue lanzada en medio del diluvio.
Regresó con gajos de Olivo de tierra cercana.
Está escrito.
Ahora un minúsculo animal se asombra por primera vez
ante la naturaleza;
crea un árbol,
el cielo,
las hojas entregando la sombra.
Divino pájaro del mito
aunque éste
real y terrestre
se pierda en las tormentas
y nos deje vacíos.

( inedito )

miércoles, 1 de mayo de 2019

Marcos Silber ( 1934 , Buenos Aires)






1911

Lo veo.
Desde la borda del poema lo veo.
Catorce años tiene él que va a ser mi padre.
Viene en “Arlanza”. No me ve.
No tiene rostro la tierra que lo espera.
Avanza la nave que muerde aguas de extraños idiomas.
No lee ni escribe el que va a ser mi padre.
Helado trae el dibujo de la letra.
Oigo el naufragio de sus vapores de adentro
y su silencio me da garrotazos por la cabeza.
Grandotas tinieblas le bailan alrededor.
Duele el frío sobre la cubierta.
El muchachito no me ve pero me dicta:
“congoja”, apunte la palabra “congoja”, hijo,
y apunte “susto”, y no deje de apuntar “soledad”.
Una palabra de lana vuela hasta su cuello,
otra de abrigo desciende sobre sus hombros.
No lee ni escribe el que va a ser mi padre.
Respira un verde aire de consuelo
cuando me sueña escribiendo
en su sueño de más felicidad.
Y se detiene el que será su forzado carro de labor
para dictarme: apunte, hijo,
la palabra “trabajo y “techo” y “cama” apunte
y también “sopa de pollo
con sus flotantes monedas de oro”.
Lo veo. No me ve.
Le oigo: “tome la mano, hijo,
guíela,
escribamos”.




miércoles, 25 de julio de 2018

Selva Dipasquale ( Provincia de Buenos Aires 1968)





Hay un hilo de agua
que se había ido
de mí
y ahora vuelve

¿Lo ves?

Está ahí volviendo
como el brazo
de un arroyo
que retrocede.

Yo misma
estoy adentro
de un recipiente
con agua.

Agua apilada
que circula
en cuadrados
dispuestos

uno arriba

de otro

de manera
irregular.

Algunos cuadrados
son transparentes,
otros color naranja,
otros miel.

Yo observo
esta experiencia
de mi cuerpo

desde afuera,

bien enfrente
y tranquila
como quien
se mira al espejo
sin esperar
nada en particular.

Incluso con una
mano sosteniendo
el mentón.

Hasta tengo tiempo
de pensar que
debería reunir
todo lo anotado 
en estos años
y armar un libro.

Claro que mi 
cuerpo parece
troceado,
las carnes y las
pulpas ensanchadas.

El agua es silenciosa,
mansa,
filosa,

cortante.

Te puede parecer
que sangro
pero no,
sólo y por momentos,
me ahogo un poco.
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domingo, 8 de octubre de 2017

Fernando Kofman (1947, Posadas, Misiones, Argentina)





Mi primer ratón

Es el primer ratón. 
Se instala en mi
biblioteca. 
Masca mis libros. 
No lo escucho. 
Pero a la mañana 
deja sus señas. 
Pequeñas mierditas 
como si fueran 
perlas.

Pasan los días.

Lo busco.
Es astuto.
No lo encuentro.
Se ha refugiado
detrás de la cocina.

Al encargado del 

edificio le digo: 
¿puede ayudarme? 
Hay un ratón. 
Se come mis libros.

Pasamos toda 

una mañana
en la cocina.
El encargado
llena de papeles
el horno.
El humo nos ahoga.
Pero el ratón resiste.

Luego desarmamos 

la cocina.
Cuando el encargado 
desmonta la tapa, 
el ratón sale. 
Corre desesperado 
por toda la cocina.

Es un ovillo gris 

grandote. Veo en 
sus movimientos, 
desesperación. 
Se refugia detrás 
de la heladera.

Lo acorralamos.


Vuelve a la cocina. 

Lo acorralamos.

Vuelve detrás de 

la heladera.

Cuando intenta

huir de nuevo
el palo de la escoba
le da en la cabeza.

Ya está dice

el encargado.

Yace en el piso 

con su boca llena 
de sangre.

Es una rata inmunda, 

me dice el encargado.

Pone su cuerpo 

sobre el periódico 
y se lo lleva.

En la madrugada, 

concluyo la novela "Maus".
Es un cómic novelado.

Todos tienen la 

expresión del ratón 
que murió en mi 
cocina.

Son ratones que van 

y vienen en un campo 
de concentración.

El país está lleno 

de gatos.

Cierro el libro 

y pienso. 
Liquidé a alguien 
que se comía 
mi biblioteca.

Era un parásito. 

Llevaba gérmenes.

En la noche 

detrás de mi ventana, 
los diversos 
letreros luminosos 
de bebidas, autos, 
ropa interior, viajes, 
clubes exclusivos, 
resaltan ciertas palabras.

Son palabras diáfanas,

claras, precisas,
sólo que en mi
mente,
muchas están
contaminadas,
por cruces svásticas.

El aire de la mañana 

vuelve limpio.

Borro los hedores. 

Normalizo mi casa.

Junto a la bolsa 

de basura, 
el cuerpo del ratón 
yace en el periódico. 
Un titular lo envuelve: 
"Congreso de la lengua. 
Se abordó la pureza 
del idioma".

Del libro " Mi
primer ratón " editado por " La carta de Oliver"




1982

Era como la Italia
de posguerra .El país
agonizaba. Solo faltaban
las ruinas humeantes.
Pero las ruinas estaban.

Mi padre se moría. El
cáncer hacia su trabajo.
Se lo estaba llevando
con la rapidez de una
ráfaga de viento.

Pero en aquella destrucción
asomaba la poesía. Los
amigos poetas que ya
no están o se alejaron,
lidiaban con las revistas
de poesía. Había que
extraer flores del derrumbe.


La agonía de mi padre,
las palmeras frente a
su cuarto, los rostros
de la muchedumbre,
No eran una lapida
sobre mi cabeza. Había
que vivir. La escritura
no se suicida.


Ahora con la distancia
de los años, con la mirada
de tanta gente que se
toma lo grave como
un vaso de agua,
añoro la intensidad,
el trabajo por un
nuevo escenario.


Hoy,
da gracia y da pena
los seminarios donde
se suceden los poetas,
para discutir por el
tamaño de su ombligo.

Una guerra no te
deja pensar en eso.
Tenés tu escritura
que no alumbra más
que un fosforo.
Luego salís a la calle
y quien te atiende
en el bar , es un lobo.




De: "En el anochecer la tevé", Ediciones La Carta  de Oliver