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domingo, 20 de octubre de 2013

Maximo Simpson (Buenos Aires , 1929 , 2019)


Jan Palach

(El suicida de Praga)


Allí en un cementerio pequeño como un cuarto,
austero como brasa clandestina,
allí está para siempre
la ventana cerrada de su alma,
la mesa de su vida,
el escritorio de su muerte.
El asesino de sí mismo mira el mundo,
y desde el polvo aúlla
en la tranquila tumba.


Sucesos

La vecina del sexto caminó sobre el mar,
y atravesó las nubes sin ayuda de nadie.

El tímido señor de planta baja
ya no cierra las puertas con cadenas,
cerrojos, pasadores:
tal vez sin darse cuenta
se refugió por fin en los espejos.

El joven impasible
que deglutía el tiempo sentado en los balcones,
ya no mira las águilas del alba,
el crepúsculo incierto.

La señora soprano ya no entona cantigas,
endechas, misereres:
una callada niebla recorre los pasillos
y se instala en las altas escaleras.

El amable rabino se acostó con sus padres,
y vio tal vez al Ángel entre lenguas de fuego.

El señor escribano
se fue con la corriente de los meses.

La anciana de los fondos
no convoca a la suave mandolina:
ya no llama a las puertas,
no pregunta la hora como antes.

Y el perro de mi infancia ladra y ladra,
como ayer, como hoy, como mañana. –

La bala perdida

Vibra en la contingencia,
y es casual, improbable,
aleatoria, fortuita.

Nadie sabe su origen,
la fuente o arrebato que la impulsa;
acaecer absoluto,
triunfo y esplendor de lo instantáneo,
una bala perdida atraviesa los jardines,
destroza las ventanas, desbarata la siesta,
los gestos, las conversaciones.

Aunque es favorita del azar,
y ambiguo su destino,
ha elegido su meta,
y sin ira, sin odio, sin amor, sin tristeza,
llega certeramente al corazón.