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domingo, 4 de octubre de 2015

Marosa di Giorgio (Salto 1932 , Montevideo 2004)




A veces, en el trecho de huerta ...

A veces, en el trecho de huerta que va desde el hogar a la
 alcoba, se me aparecían los ángeles.
Alguno, quedaba allí de pie, en el aire, como un gallo
blanco -oh, su alarido-, como una llamarada de azucenas
blancas como la nieve o color rosa.
A veces, por los senderos de la huerta, algún ángel me
seguía casi rozándome; su sonrisa y su traje, cotidianos; se
 parecía a algún pariente, a algún vecino (pero, aquel
plumaje gris, siniestro, cayéndole por la espalda hasta los
 suelos...). Otros eran como mariposas negras pintadas a la
 lámpara, a los techos, hasta que un día se daban vuelta y les
 ardía el envés del ala, el pelo, un número increíble.
Otros eran diminutos como moscas y violetas e iban todo el
día de aquí para allá y ésos no nos infundían miedo, hasta
 les dejábamos un vasito de miel en el altar.

De "Historial de las violetas" 1965



Bajó una mariposa a un lugar oscuro...

Bajó una mariposa a un lugar oscuro; al parecer, de
hermosos colores; no se distinguía bien. La niña más chica
creyó que era una muñeca rarísima y la pidió; los otros
niños dijeron: -Bajo las alas hay un hombre.
Yo dije: -Sí, su cuerpo parece un hombrecito.
Pero, ellos aclararon que era un hombre de tamaño natural.
Me arrodillé y vi. Era verdad lo que decían los niños. ¿Cómo
cabía un hombre de tamaño normal bajo las alitas?
Llamamos a un vecino. Trajo una pinza. Sacó las alas. Y un
hombre alto se irguió y se marchó.
Y esto que parece casi increíble, luego fue pintado
prodigiosamente en una caja.

De "La liebre de marzo", 1981

Anoche, volvió, otra vez...

Anoche, volvió, otra vez, La Sombra; aunque ya habían
pasado  cien años, bien la reconocimos. Pasó el jardín de
violetas, el dormitorio, la cocina; rodeó las dulceras, los
 platos blancos como huesos, las dulceras con olor a rosa.
Torno al dormitorio, interrumpió el amor, los abrazos; los
 que estaban despiertos, quedaron con los ojos fijos; los que  
soñaban, igual la vieron. El espejo donde se miró o no se
 miró, cayó trizado. Parecía que quería matar a alguno. Pero,
salió al jardín. Giraba, cavaba, en el mismo sitio, como si
debajo estuviese enterrado un muerto. La pobre vaca, que
 pastaba cerca de la violetas, se enloqueció, gemía como una
mujer o como un lobo. Pero, La Sombra se fue volando, se
fue hacia el sur. Volverá dentro de un siglo.

De "Los papeles salvajes" 1971