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sábado, 9 de diciembre de 2023

Diti Ronen (1952, Tel Aviv, Israel)

 








Pesadillas



1. escribo, vale decir, intento hacerlo

 

 

Separar un abismo de otro,

oscuridad de oscuridad,

dolor de dolor.

 

Separar un temor de otro,

miedos de miedos,

preocupaciones.

 

Separar una angustia de otra angustia

un apremio de otro,

silencios entre sí.

 

Diferenciar un mundo de otro mundo

encontrar el camino

volver a mí.

 

Tal vez las palabras

triunfen

retomen sus lugares:

 

el llanto de un bebé

será sólo

el llanto de un bebé

 

y golpes en la puerta

serán simples

golpes en la puerta.

 

 

2. de pronto, en mitad de esta maldita guerra

 

 

El lastimoso piar

de un pajarito

desgarra

el silencio nocturno

 

e intento hallar mi rumbo

descalza, hasta el árbol,

para salvarlo

en medio de la gran oscuridad

que nos rodea.

 

 

 

 

Traducción: Gerardo Lewin

 

sábado, 14 de marzo de 2020

Yael Globerman (Israel, 1959)





No comí del árbol del conocimiento  

No comí el fruto del árbol del conocimiento.

Pensé que el secreto estaba en lo podrido,
en las hojas que se arrojaron a tierra
desde una altura de diez pisos.

Pude ver las flores que caían,
ejecutando una solitaria muerte en el jardín,
y cómo regresaban, con la fuerza de lo oscuro,
a las raíces.

No me arrepiento.
El saber me hubiese vuelto
pesada y dubitativa.

Para mí, el fruto más maravilloso
fue tu rojo corazón.


Traductor Gerardo Lewin

domingo, 1 de julio de 2018

Rami Saari (Petaj Tikva, Israel, 1963)






Sin deseos 

Le pasa a la mayoría de la gente
en la mitad de sus vidas o incluso antes:
el deseo de aferrarse a algo
antes de que todo se vaya.

Se asoman y aparecen, entonces, 
verbos de adquisición, posesivos:
tener una casa, una mujer o un hombre
o aunque sea una patria, un idioma.
Si no hay nada de estas cosas
que al menos haya dinero, reputación, fama,
ropa vistosa, buen ánimo,
fragancias tenues en la axila.

Tras todo esto, demasiado cansancio.
Está bien, aún si lo que queda
son sólo deudas en el banco,
los felices gorjeos de la perra,
un día para el que es grato despertar
o el chorro de semen en la boca.

Arriba va lo que va arriba, siempre.
Abajo, el eterno errante merodea.

Golpeo mi cabeza contra la bóveda celeste
y veo cómo se precipitan las estrellas.
  
Traducción: Gerardo Lewin

miércoles, 7 de marzo de 2018

Rafi Weichert (Tel Aviv, Israel, 1964)






Últimamente me he encontrado con algunos poetas que me dieron a entender que se les había acabado el estro. Uno escribe mini-relatos, el otro redacta algo así como un epistolario. Un tercero dejó de escribir literatura. En cuanto a mí, se me dificulta el decidir si esta situación comporta una amenaza de parálisis, una necesidad de aspirar versos molidos con un canuto que se tapó y me asfixia o si trae una sensación de ilimitada libertad. Ya no resulta imperioso prestar oído a aquellos ritmos que llegan desde lejanías y se aproximan lentamente hasta vestir la forma del poema, a las palabras que comienzan a infiltrarse, al conjunto que acumula una suerte de energía musical sobre el papel y adquiere significado, habla acerca de tu vida, de tu muerte y de lo que has perdido y de las encrucijadas que atravesaste, errando tu camino.


Traduccion Gerardo Lewin 

Tomado del blog http://decantasion.blogspot.com.ar/

domingo, 18 de junio de 2017

Tal Nitzan ( Jaffa 1960)








Por un momento

 
Cuando me habló
el hombre balbuceante
también se resquebrajó mi voz.

Por un momento, aquello
que cortaba su rostro
rajó mi vientre.
En la ciudad lastimera y erizada
fuimos isla de apretada tristeza.

Sólo aquel pesar,
en ese viento fuerte que se alzó
de nubes que huían al galope,
me retuvo en tierra.

 Traductor Gerardo Lewin

Hanoch Levin ( Tel Aviv 1943, Ramat Gan 1999)





Dialogo en la  obra Traficantes de latex (  Sojarei gumi )

Bella Baralo , la farmaceutica :


"No va a tener un rostro del que pueda despedirse, ni nadie que llore por usted o que lo lleve a la tumba.  ¡Ay, Samuel, Samuel! Si su alma llega al paraíso - y no puedo imaginarla en otro lugar - le pido por favor que rece por mí frente a Dios, que le hable bien de mí, porque cuánto nos queda ya por vivir, cincuenta, sesenta años, dígale que no viví una vida demasiado feliz, pídale que me dé la porción de felicidad que me corresponde, que no espere hasta el último momento, y le pido que me cuide desde arriba, Samuel, que observe bien todos mis pasos y si ve que estoy por caerme en un pozo avíseme y cuénteles a ellos, a los ángeles, cuénteles qué mujer soy, que no soy para nada terrible, una mujer que le vendía remedios a la gente y que ofreció mucho amor, qué culpa tengo si nadie lo quiso y que me traigan algo, los ángeles, si es que andan por acá, no me opondría a ningún milagro pero tampoco me molesta recibir algo por la vía natural y le pido también que se ponga en contacto con mis difuntos padres, cuénteles todo, digales que no se queden quietos, que se muevan, que hagan algo, todos ustedes, hagan algo, Washington 36 departamento 8, hagan algo por mí, algo, algo..."





 Samuel Esperol :

"Cae la noche sobre el cementerio. Mi primera noche. Ya se fueron todas las viudas, los enterradores, los sacerdotes. Los pájaros duermen. Silencio. Quietud. Acá estamos, filas y filas, acostados, como niños en una guardería, una camita junto a la otra, susurrando en la oscuridad cuando todas las luces se apagaron. Qué anda pasando allá afuera, preguntan los veteranos, ¿a cuánto está el dólar? Les cuento a cuánto está el dólar. Y qué tal es la vida en el más allá, pregunto. No existe, dicen riendo con la boca llena de tierra. No existe la vida en el más allá. ¿Y los frutos del árbol, y las verdes praderas y el leviatán? ¿Y los banquetes, los coros de querubines? Nada, se ríen los veteranos con la boca llena de tierra. No hay banquetes ni querubines. ¿Y la resurrección de los muertos? pregunto ¿ya hay alguna fecha? No hay fecha, se ríen los veteranos con la boca llena de tierra. Son todos rumores, hay que sentarse y esperar, sencillamente esperar. ¡Ay, amigos muertos, no me vengan con eso ahora! Les grito, recuerdan cuando muchas veces soñábamos que moríamos y de repente, justo a último momento, nos despertábamos bañados en sudor, cada uno en su cama, y comprobábamos que era sólo un sueño. Esta vez, esta vez también nos despertaremos, muchachos, aunque sea un sueño muy muy largo y seco y tenemos mucha, mucha sed, nos deshacemos de tanta sed. Ay, amigos muertos, les grito, no me vengan ahora con esas cosas, acá está Samuel que llega con una valija llena de forros a la tumba. Si vamos a soñar un largo sueño, que sea un sueño erótico. Muchachos, en Texas están enterradas chicas junto a sus mansiones sus maizales y sus piscinas. Enterradas en ataúdes de plata, esto es Texas, muchachos, y hay que ver los culos que plantan en la tierra. ¿Ustedes ven lo que yo veo? ¿Qué ves? preguntan los veteranos; acá está oscuro. Más allá de la oscuridad, les digo, ¿ven? Texas. En la mitad de Texas. Un cementerio de lujo, amplio, lleno de árboles, flores, magníficas lápidas de mármol, ¡qué digo lápidas, panteones! Y justo bajo la lápida más hermosa, la más imponente, bajo la tierra -¡y qué buena tierra! - yace en su ataúd de oro una chica llamada Bárbara. En vida era una gran deportista, encantadora, qué hermoso culo, grande, redondo, se extiende ante uno como un cielo y ahora está ahí, bajo tierra, recostada y esperándonos."